Los húngaros impiden los impuestos al uso de Internet

Decenas de miles de húngaros salieron a protestar ruidosamente a las calles de Budapest contra un proyecto de su gobierno que pretendía obligarlos a pagar impuestos por el uso de Internet, a partir de 2015. Las columnas estaban mayoritariamente compuestas por jóvenes, para quienes castigar con impuestos el uso de Internet equivale a cobrar impuestos por hablar o por respirar. Para ellos, la vida sin Internet es simplemente inconcebible. De allí la airada reacción contra el gobierno del primer ministro Viktor Orban, un hombre de perfiles autoritarios y de derecha, partidario de un alto grado de intervención del Estado en la economía.
El proyecto de Orban suponía obligar a los proveedores de servicios de Internet a pagar mensualmente casi u$s 3 por suscriptor, así como un poco más de u$s 20 por suscriptor cuando se trata de empresas comerciales. Según el gobierno, para contribuir a pagar la pesada deuda externa del país. Quienes protestaban creían, en cambio, que se trataba de una restricción ilegítima no sólo a la libertad de expresión, sino también a la libertad de información.
El proyecto que generó las protestas se hizo público de manera inconsulta. Esto es, el gobierno no cambió opiniones sobre él mismo, ni con la industria, ni con la sociedad civil. En su interpretación era apenas un complemento al impuesto que ya se percibe por las comunicaciones telefónicas, partiendo del supuesto que muchas hoy se hacen por Internet. Para los usuarios, reitero, se trataba no sólo de voracidad fiscal, sino de una interferencia ilegítima en sus libertades individuales esenciales, incluyendo el derecho a opinar y ser oídos.
Desde hace cuatro años, Viktor Orban ha manipulado las instituciones democráticas de Hungría de modo de aferrarse todo lo posible al poder. Ha lastimado así la independencia del Poder Legislativo y la del Poder Judicial.
No obstante, su partido, el Fidesz, obtuvo una victoria abultada en las elecciones parlamentarias del pasado 6 de abril. Su permanencia en el poder aprovecha las debilidades de la oposición, particularmente las de la izquierda del espectro político que opera básicamente sin ideas ni propuestas después de haber ejercido el poder por ocho años, llevando a Hungría a una situación económico-social dura.
Fidesz ha utilizado eficazmente el resentimiento que existe contra la izquierda. Pero ha reestructurado también el sistema electoral, reduciéndolo a una sola vuelta, disminuyendo el número de parlamentarios y reformulando los límites de los distritos electorales según sus conveniencias. Todo ello sumado a serias restricciones en materia de publicidad electoral y partidaria.
Por lo antedicho, muchos políticos europeos desconfían desde hace rato de Viktor Orban, a quien atribuyen una manipulación constante de las instituciones democráticas y tendencias de corte autoritario. El proyecto de establecer un impuesto que se trasladaría a los usuarios de Internet no hizo sino confirmar esa desconfianza.
Tras las protestas, el gobierno de Viktor Orban, cediendo a la presión de las manifestaciones, dio oficialmente marcha atrás con su proyecto de gravar con impuestos a los usuarios de Internet. La juventud, particularmente, respira más tranquila.
Pero Orban, generalmente un hombre con buenos instintos políticos, dijo que abandonaba la controvertida iniciativa, aunque sólo por el momento. Porque el impuesto no podía sancionarse del modo previsto. Y que a comienzos del año entrante volvería a estudiar el tema de cómo regular y someter a impuestos a quienes usan Internet. Tranquilidad provisoria, entonces. De corto plazo.
Una victoria importante de la gente en la calle, queda visto. También la promesa de que la paz en este tema no será, para nada, duradera.

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