Innovar, el gran desafío de Latinoamérica

El emprendedorismo está en auge en toda América Latina, con los sectores público y privado enfocados en desarrollar y fortalecer los ecosistemas locales y potenciar las posibilidades de esta tendencia que, en nuestra región especialmente, pero también en el resto del mundo, parece estar marcando un camino sólido hacia el futuro laboral y personal de millones de personas.
Hoy en día, más de la mitad de los empleados de la región trabaja en una pequeña empresa de menos de 5 de personas, y prácticamente un tercio de toda la población empleada lo hace por cuenta propia. En el otro extremo, además, las así llamadas multilatinas empresas locales que se expanden en el mercado global, siguen creciendo a buen ritmo y hacia nuevos mercados, tales como el asiático y el europeo.
Estos números, que dan cuenta de un ecosistema saludable y dinámico, no hablan sin embargo de uno de los mayores problemas que enfrentamos como región a la hora de hacer un autodiagnóstico de nuestras capacidades emprendedoras: las personas emprenden y los objetivos se cumplen, pero es poco lo que se crece y, mucho menos, lo que se invierte en innovar para seguir creciendo.
Los datos se desprenden de un reciente informe del Banco Mundial que, con el clarísimo título El emprendimiento en América Latina: Muchas empresas y poca innovación, analiza las fortalezas y debilidades de una realidad regional auspiciosa, sí, pero con un largo camino por recorrer todavía para estar a la altura de las economías más saludables del mundo.
¿El mayor obstáculo? La baja inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), una constante que se repite en México, Colombia, Argentina, Perú, Brasil y prácticamente todos los países de la región. Según el ya mencionado informe, América Latina gasta en promedio sólo el 0,5% del PIB en I+D, cerca de 4 veces menos que China y las economías más grandes del mundo. A nivel local, los números se mantienen en el promedio de nuestros vecinos: entre 2004 y 2012 la inversión total en investigación y desarrollo pasó, en el país, del 0,37 al 0,58% del PBI, de acuerdo con el último informe disponible de Indicadores de ciencia y tecnología del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.
El mismo informe, además, señala que la mayor parte de la inversión proviene de universidades y organismos públicos, siendo las empresas los actores que menos dinero destinaron al área de investigación y desarrollo. Este último dato, además de llamativo, resulta casi preocupante cuando se descubre que el problema no es sólo local: incluso en las filiales latinoamericanas de las multinacionales más grandes del mundo se invierte menos dinero en I+D que en las filiales que las mismas multinacionales tienen, por ejemplo, en Asia.
El desarrollo de un ecosistema emprendedor cada vez más fuerte y sólido es, sin lugar a dudas, una prioridad estratégica de cara al futuro: el énfasis en una capacitación en carreras universitarias científicas y tecnológicas, el financiamiento combinado entre el sector público y el privado y el desarrollo de políticas a largo plazo que incentiven el crecimiento y la inversión son, además, algunas de las medidas que necesitamos para encarar, como país y región, un crecimiento que sea verdaderamente sustentable y sostenible.
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