El default perpetuo

Por Diego Guelar. Secretario de Relaciones Internacionales de PRO 

Casi todo el mundo civilizado – y buena parte del que no lo es – nos ha apoyado frente a la difícil situación por la que atravesamos desde la ratificación de la sentencia del Juez Griesa.

Los EE.UU., pese a estar en una situación delicada por ser su rama judicial la que nos puso en el brete, ha dado muestras de comprensión frente a una manifiesta “inequidad jurídica” pese a la “legalidad” que la asiste. Pero una cosa es cuestionar la voracidad de los “fondos buitres” o la calidad de una sentencia y otra muy distinta es desconocer el orden jurídico internacional. Argentina, como país integrante del G-20 – ensayo de un “ejecutivo colegiado” para el mundo del mañana-, tiene responsabilidades globales muy importantes.

Existen muchos miles de tratados bilaterales que incluyen la jurisdicción donde se resolverán sus diferencias. Los “títulos de deuda” son la única moneda que tienen 160 países del globo. Sólo los europeos, Japón y EE.UU son emisores de las “3 monedas duras” del planeta: el dólar, el Yen y el Euro.

Es decir, la credibilidad de la inmensa mayoría de los países se refleja en esos títulos que circulan por los mercados garantizados por sus bancos centrales. La “verdadera soberanía” reside en el valor de eso papeles y en la confianza – o desconfianza – que los mismos despiertan. Se declina soberanía cuando esos papeles se debilitan o se incumplen sus condiciones de emisión.

Todos sabemos – propios y extraños – que Argentina está en default. Todos también queremos que esta situación sea superada rápidamente. Su persistencia en el tiempo sería una máquina de reproducción de más holdouts y “buitres” especuladores. El único mecanismo posible de resolver esta cuestión es negociando, pagando y acatando la jurisdicción tal como nos comprometimos a hacer cuando emitimos esos títulos.

Los países de la ONU que se pronunciaron por establecer un marco legal que contemple la “quiebra de las naciones”, el gobierno chino, el Papa y todos los que nos hicieron llegar su palabra de aliento y comprensión, parten del presupuesto que, más allá de la retórica y la indignación, Argentina va a cumplir con sus obligaciones en el corto plazo.

La comunicación del canciller Timerman al Encargado de Negocios de los EE.UU es un verdadero balde de agua fría. El alto funcionario argentino ha comunicado oficialmente – de la peor forma – que la Argentina no acatará nunca el fallo Griesa y que cualquier expresión contradictoria con este “facto” será interpretada como una “intromisión inaceptable en cuestiones internas”. La advertencia de una expulsión a quien ejerce la titularidad de una embajada, es la antesala de la ruptura de relaciones con el país en cuestión.

La irracionalidad está ganando un lugar inusitado. Creo que nunca se ha visto que una expresión de deseo amigable – “espero que la Argentina salga pronto del default” – sea interpretada como una “agresión imperial”.

Héctor Timerman, quien fuera protegido por la nación norteamericana con el status de asilado político y luego, a su demanda, recibiera la condición de ciudadano, debería conocer mejor a su país de adopción. Cuando alguien debería decir “gracias” y solo agravia y amenaza, es que algo está muy mal.

Teñir semejante actitud de “Patriotismo o “Antimperialismo” es confundir lo ridículo con lo sublime. Esperamos que la Presidenta no avale la torpeza de su canciller.
 

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