Euroárea: es hora de crecer

En la penúltima reunión del Banco Central Europeo (BCE), llevada a cabo a comienzos de junio pasado, la entidad monetaria luego de una excesiva demora dio un giro de timón a su política fuertemente restrictiva de austeridad fiscal y rigidez monetaria, implementando un paquete de medidas no convencionales.
Las razones de dicho cambio fueron claramente expuestas por la entidad en su Comunicado de Prensa: anémico crecimiento, peligro de deflación, altísimos niveles de desempleo, persistente restricción crediticia y cierto desequilibrio en el tipo de cambio. Para contrarrestar este negativo escenario, las principales medidas adoptadas fueron:
n Reducir la tasa de referencia del 0,25% al 0,15%
n Llevar a terreno negativo del 0,1% la tasa a la cual se remuneran los depósitos excedentes de las entidades financieras en el BCE
n Habilitar una nueva línea de redescuento a largo plazo (4 años), a una tasa fija del 0,25% anual; fijando una primera partida de 400 mil millones de euro, recientemente, elevada a 1 billón. Esta nueva línea está sujeta al incremento neto de los créditos otorgados al sector privado por cada entidad
Cabe destacar que, en esa reunión, la autoridad monetaria
dejó de lado la posibilidad de implementar un programa de Relajamiento Monetario o Quantitative Easing (QE); consistente en inyecciones monetarias a través de la compra de bonos soberanos en el mercado secundario.
En el cortísimo plazo, los mercados de la Euroárea festejaron este giro del BCE. Sin embargo en ese momento quien esto escribe compartió el temor de algunos analistas en el sentido que la demora en implementar el cambio de estrategia exigía profundizar aún más las medidas implementadas.
Transcurrido más de un mes desde el mencionado cambio de política, el mercado internacional esperaba con mucho interés la nueva reunión mensual de la entidad que se llevó a cabo el pasado 4 de julio. Si bien es cierto que un mes es un período extremadamente corto para apreciar el impacto de las medidas tomadas, lo cierto es que el escenario macroeconómico no ha mejorado. En efecto:
n El crecimiento continúa moderado, con una expansión de sólo 0,2% en el primer trimestre
n El nivel de desempleo permanece en niveles extremadamente altos, con una tasa del 11,6% y un total de desocupados de 18,5 millones
n La oferta de crédito sigue cayendo, con una baja interanual a mayo del 2,5%
n El tipo de cambio ha caído apenas un 2% desde su máximo de 1,39 dólares por euros registrado a inicios de mayo
n La inflación permanece por debajo del 1% definido por el mismo BCE como el umbral de la zona de peligro para caer en deflación con un registro anual del 0,5% en junio
Sin embargo, y a pesar de este escenario, el BCE no tomó ninguna medida adicional. Afortunadamente, en su posterior Conferencia de Prensa, el Presidente de la entidad Mario Draghi enfatizó que las autoridades monetarias seguirían atentamente el impacto de las medidas y aclaró que, de ser necesario, el BCE estaba dispuesto a profundizar las medidas tomadas y, asimismo utilizar otras herramientas no convencionales. No todo terminó allí: adicionalmente, mencionó que en las actuales circunstancias la consolidación fiscal y las reformas estructurales aún pendientes debían diseñarse de manera que fueran compatibles con el crecimiento de la inversión y la creación de empleos. Toda una definición que, incluso, ha sido reclamada por el nuevo Presidente pro tempore del Consejo Europeo el primer ministro italiano, Mateo Rienzi acompañado, entre otros, por el Presidente Francois Hollande. En este sentido, en su presentación ante el Parlamento Europeo, Rienzi afirmó que: Es hora de terminar con el austericidio (sic) fiscal y monetario.
Resulta evidente pues que el escenario negativo mencionado anteriormente, presiona en grado sumo para dejar de lado el fundamentalismo monetario y fiscal impuesto por las rígidas autoridades alemanas. Parecería, entonces, que ha llegado la hora de implementar políticas de Relajamiento Monetario (QE) y flexibilizar las exigencias fiscales tanto en términos cuantitativos como temporales traducidas en los salvajes ajustes exigidas por Bruselas con el objetivo de que los países miembros cumplan con el sacrosanto Pacto de Estabilidad y Crecimiento (máximos de 3% de déficit fiscal, 2% de inflación y 60% de deuda pública). Caso contrario, la recuperación de la Euroárea sería extremadamente lenta, con todas las consecuencias negativas tanto sociales como económicas que ello implicaría. Dicho de otro modo, se han agotado los tiempos: ¡Ya es hora de crecer y de reducir los elevados niveles de desempleo!

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