De Tango, kirchnerismo y asuntos públicos

Si el tango Cambalache fue la mejor metáfora para describir la política de los años ´90, Desencuentro, de Cátulo Castillo, pinta de cuerpo entero la relación del sector privado con el Gobierno: Estas desorientado y no sabés que trole hay que tomar para seguir.
De manera individual, vía cámaras representativas sectoriales, a través de lobbystas o gestores de influencias, el mundo privado carece de canales directos para llegar al poder central. Para ser claros con los legos: las vías de interlocución no mantienen la llave de acceso a niveles de decisión de manera constante.
Si algo caracterizó a la lógica de la administración kirchnerista post 54%, es la construcción radial de la distribución de poder. Activar y desactivar canales de diálogo es una manera de concentrar el nivel de decisión en una mesa chica, que cada vez tiene menos patas. A las pruebas me remito: el desembarco de Jorge Capitanich a la jefatura de Gabinete generó tal expectativa que hasta los más acérrimos detractores del Gobierno vieron con bueno ojos la llegada del gobernador del Chaco. Con el correr de los días, la llama de ese fogón al que todos querían arrimarse, se fue apagando. El tratamiento que el Gobierno le dio al tema de Bienes Personales es una muestra cabal de cómo esa lógica de poder deja al descubierto a funcionarios exégetas, que no escriben sino que simplemente interpretan las partituras.
En este escenario, las relaciones entre el Gobierno y el sector privado fueron encontrando su lugar de acuerdo al ritmo marcado por la primera mandataria. Cómo anticiparse o de qué forma plantear opinión para sumar desde una visión diferente, es una tarea para esgrimista de las relaciones con el gobierno. Para saber cuál será el rumbo de la administración nacional, se recurre a plumas afines que marcan por dónde intentará transitar la gestión; a voceros ocasionales que aprovechan sus 15 minutos de fama; o simplemente a adentrarse y recordar modelos de la otrora gestión provincial en tierras patagónicas. Estos o algunos otros canales y experiencias son a las que las empresas (como tantos sectores) recurren para saber cuál será el próximo paso de su pareja de baile. Y es en este plano donde los nunca bien ponderados especialistas en asuntos públicos, dejan de ser hombres y mujeres que gestionan influencias para transformase en traductores del poder.
Sostiene Carmen Muñoz de LL&C: Un esfuerzo prioritario de los profesionales de los asuntos públicos y el lobbying es la anticipación; cuanto antes se empiece en la labor de influencia, más posibilidades se tiene de éxito y mejor posicionado se está. La anticipación gana puntos en el nuevo escenario. Por todo lo visto, avanzamos hacia un entorno crecientemente competitivo desde el punto de vista del número de actores que harán lobby: más, mejor asesorados, más profesionalizados. ¿La diferenciación? En parte descansará en la creación / anticipación de necesidades, que eufemísticamente podríamos denominar soluciones, y en no ser parte del ruido.
A alguno puede sonarle demasiado teórico o alejado de la realidad, pero en casos complejos como este es mejor recurrir a especialistas que adentrarse en quimeras relacionistas con un Gobierno que valida sólo a quienes respeta por historia, conocimiento o porque siente parte de su tropa.
De igual modo, como ya no es lo mismo la biblia que el calefón, el sector privado y el mundo de los asuntos públicos en general, valora cada vez más a quienes interpretamos para no quedar presos del desencuentro. Como fraseaba el polaco Goyeneche: Por eso, en tu total fracaso de vivir, ni el tiro del final te va a salir.

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