La relevancia económica del bienio 2014-15

Más allá del ciclo corto, que plasma su esperada mejora aun discutiéndose su alcance, el bienio 2014-15 se perfila en lo económico como un período clave, muy delicado, cuya dilucidación marcará a fuego el margen de maniobra a mano para la administración que inicie a fines de 2015. Lo cual, vale tanto para una opción ligada al actual gobierno, como para una alternativa.
El quid del asunto radica en el actual esquema macroeconómico y en su posible proyección. Este esquema de racionamiento amplio de divisas apodado cepo cambiario define, en la terminología de Diamand, un régimen de restricción externa reprimida: el déficit de divisas respecto de las necesidades globales de funcionamiento de la economía se instala, pero se obturan varias de sus expresiones, justamente, racionando. Se busca, así, sustituir el rol de despejamiento del mercado que, en lo básico, atañe al tipo de cambio, reflejando aquel déficit.
El cepo cambiario agrava el trade off o compromiso entre mejoras de la actividad y apremio de divisas, forzándolo en plazos más cortos. En rigor, los golpes de la demanda interna con miras expansivas, se ven cada vez más turbados por posibles reacciones inflacionarias y el citado apremio de divisas. En el curso del esquema, se notan matices: vgr., la política monetaria se mostró un tanto más moderada en la primera parte del año, el alza de salarios fue más sobria, las tasas de interés subieron algo (aunque siguen debajo de la inflación efectiva, y, ahora, del ritmo de devaluación), el gasto público fue ganando envión y el tipo de cambio aceleró el paso de devaluación anualizada. Estos matices cambiantes, pueden, a su vez, alterarse con el tiempo, detectándose, por ende, una mayor rotación e incertidumbre en la materia. Lo cual, molesta la visual inversora y el horizonte más largo de actividad.
De todos modos, el núcleo duro que dio pie al cepo cambiario el retraso ya severo del tipo de cambio real no se revierte (sólo se ciñe la apreciación adicional, mientras se ayuda a fijar un piso a la inflación). Por su lógica, el cepo es autoperpetuante; carece en principio de factores endógenos de superación o salida. La misma intención de sustituir importaciones dado ese marco, más allá de la protección otorgada a sectores, no logra hacer la diferencia, en virtud del mismo atraso cambiario, de la discrecionalidad ínsita al tal marco, y de los límites para una óptica exportadora. El cepo traba salidas de dólares, pero, no despeja su ingreso sistemático. Luego, al respecto, depende de canales tradicionales (cosechas y algún otro rubro), y de resortes más ad hoc: créditos de otros bancos centrales, la resultante del blanqueo-exteriorización, la posibilidad de muchos Chevron (eso sí, poniendo dólares ya). O sea: persiste cierto drenaje de las reservas, y el esquema parasita de la previa acumulación de ellas.
Si este breve análisis vale, el cepo cambiario, por sí, tiende al autorreciclaje y al sucesivo angostamiento. Con este marco, para el bienio 2014-15, atisban serios interrogantes en materia de divisas, de la inversión general, de la actividad, del empleo y de la inflación. Sumadas mayores obligaciones externas y cosas que pueden suceder a nivel mundial.
Y, como se dijo, del cepo cambiario no se sale por autosuperación, sino por su desarme. Lo que supone volver a las opciones conocidas: modificar seriamente los precios relativos dentro de una propuesta global o reinsertarse a nivel financiero mundial (se sabe sobre nuestras preferencias personales). Pero, sin ahondar detalles, al pasar el tiempo, las terapias se hacen tanto más complejas; y, a la vez, el seguir con el cepo, tiende, a futuro, a agudizar la problemática. ¡Un dilema!.
Se entiende el fragor ligado al tramo electoral en curso y a sus temas afines, que no incluyen el tópico de esta nota. Pero, en algún momento, el que las dirigencias en general encaren a éste, podría garantizar a tiempo vista el no chocar con límites de maniobra abrumadores.
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