Empresas más tranquilas por números que inhabilitan re-re de Cristina

Dos interrogantes comienzan a circular cada vez más en diálogos y mesas de decisión del mundo político y empresario. Primero, si la oposición logrará unificar propuestas electorales para frenar un triunfo significativo del Gobierno en las parlamentarias de octubre, lo que permitiría frenar una eventual re-reelección de Cristina. Segundo, si las medidas económicas ochentistas que tarde o temprano debería anunciar el Gobierno para enfrentar la persistente parálisis de la actividad producto de la inflación y el control de cambios, se lanzarán antes o después de las elecciones.
Los encuestadores y consultores políticos que deambulan por los directorios de las principales empresas prometen, con números en la mano, que resulta improbable que el Gobierno obtenga una victoria electoral de semejante magnitud que habilite en 2014 los votos necesarios en el Congreso para iniciar el proceso de una Reforma Constitucional. Todos estiman que el oficialismo, a nivel nacional, difícilmente supere 45% de los votos, en tanto que afirman que el piso electoral de las listas que apoyarían una re-reelección de Cristina debería fluctuar entre 33% y 36% de los sufragios. Ese 33% fue el que obtuvo el Gobierno a nivel nacional en 2009, cuando anotó la peor elección del ciclo kirchnerista, con la derrota de Néstor Kirchner como primer candidato a diputado en la provincia de Buenos Aires. El propio oficialismo, según se escucha en despachos gubernamentales, considera hoy que más de 40% de los votos sería una gran elección del Gobierno, atento a la realidad del humor social en el último año y lo que cabe esperar en los meses por venir.
A juzgar por las dificultades electorales que se presagian para el oficialismo en los sectores medios y grandes ciudades de la zona centro del país, las matemáticas concluyen en que para que Cristina lograra más de 45% en octubre, debería superar 50% de voluntades en la provincia de Buenos Aires. Nada fácil en un escenario en el cual el oficialismo estaría perdiendo votos por derecha y por izquierda en ese distrito, suponiendo que frente a las listas cristinistas en la Provincia se ofrecerán por los menos dos coaliciones muy competitivas: una con figuras del peronismo no cristinista, donde por ahora pujan Francisco De Narváez con el armado macrista que incluye a radicales como Gustavo Posse o intendentes afines como Jorge Macri y Jesus Cariglino ; y otra más de centro izquierda con parte de la UCR, parte de la Coalición Cívica y el Frente Progresista. En la medida en que no se logren armar esas dos coaliciones opositoras, tanto en Capital como en Provincia, crecen las chances del oficialismo de ganar la elección por un margen más holgado, entre el primero y el segundo en la votación.
Así las cosas, los encuestadores barajan escenarios diversos para octubre, que en rigor serían anticipados en agosto si se cumplen las primarias, como ocurrió en 2011 con la Presidencial.
Y aquí se juntan los interrogantes sobre el futuro económico. Cabe suponer, atento a la fuerte caída de imagen de la Presidenta desde que ganó en 2011 con 54%, que si se mantiene el actual rumbo sin cambios, profundizando el estatismo, la emisión monetaria, el déficit fiscal, la inflación creciente, los controles y la prohibición del dólar; el humor social irá empeorando hacia la Primavera. Ni hablar del clima en los principales centros urbanos con la inseguridad alarmante y el caos cada vez más frecuente con ingredientes de gravísima violencia política desatada en los distritos menos afines a la Casa Rosada.
De allí que reaparecen las versiones a propósito de medidas económicas más racionales que podrían llegar antes de las elecciones, de modo de frenar el derrape de votos de los sectores medios y medios bajos hacia la oposición. El menú es conocido, casi un Plan Primavera siglo XXI con los beneficios de la soja y la debilidad del dólar a nivel mundial: resolver la amenaza de default técnico por los juicios de bonistas contra la Argentina, retomar la negociación con el Club de París, reabrir algo de crédito internacional y recomponer reservas, acelerar la devaluación del dólar oficial y habilitar una franja libre desdoblando el mercado con un dólar comercial y otro financiero como en los 80s. Acuerdo de precios y salarios, reducción de subsidios y hasta cambio en el signo monetario.
No es la primera vez que aparece este glosario, también animado por la expresión de deseos de muchos sectores empresarios y financieros que suponen que con un leve volantazo al centro, Cristina podría hasta volver a arrasar en octubre. En el fondo, temen y no quieren aceptar la idea de una Cristina profundizando el modelo de intervención, más chavizada que nunca En rigor, la idea del supuesto giro hacia la racionalidad es lo que mismo que se aseguraba en los bancos, la UIA y las principales empresas antes del 54% de 2011. Ocurrió todo lo contrario.
Si finalmente la economía no mejora y sigue empeorando el humor social, queda por resolver entonces si unificarán fuerzas los sectores que hoy siguen a De Narváez, con el armado del macrismo en la Provincia. Si De Narváez y Macri juegan juntos contra Cristina en la provincia de Buenos Aires (así lograron ganar en 2009), los encuestadores arriesgan números complicados para los planes de la Casa Rosada. Hablan de 40/30/20 como mejor resultado para el oficialismo; o incluso un escenario dinámico de tercios con 38/35/30, donde siempre Cristina sumaría el mayor número de votos, pero seguida muy de cerca por la coalición del PJ-PRO-independientes; y ubican tercera al supuesto acuerdo del centro-izquierda no oficialista. Celebrará el Gobierno, desde luego, si el espacio que lidera De Narváez termina dividiendo sus propios votos con los candidatos de Mauricio Macri en Buenos Aires. Mucho más si saliera a correr Sergio Massa como líbero (hoy parece lejano), también para dividir al voto opositor. Allí Cristina podría aspirar a 20 puntos de diferencia con el segundo.
Como quiera que sea, todas estas intrigas deberían despejarse en los próximos 100 días. Para junio, deberían estar conformadas las alianzas electorales o los esfuerzos individuales para disputar el podio de los tres primeros puestos en octubre.
Observadores políticos más agudos que consultan las empresas advierten que dados los números de las encuestas, el Gobierno ya sabe que no llega a una Reforma Constitucional, y estaría dispuesto a batallar por la eternidad de Cristina en otros frentes: por ejemplo, enarbolar el argumento de una democracia plebiscitaria que vaya presionando a legisladores, jueces y opinión pública a favor de una nueva chance electoral para la Presidenta. La proclama a favor de la supuesta democratización de la Justicia, al parecer, tiene mucho que ver con el Plan B para sostener a la Presidenta en el Poder.
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