El kirchnerismo se despide del poder
Durante el conflicto con el campo, el kirchnerismo, sin preguntarse los verdaderos motivos del malestar, ni quienes eran los molestos, decidió librar la primera batalla ideológica contra la sociedad. Los ciudadanos que salieron a las calles, los opositores que exigían diálogo, los numerosos productores que en el interior del país se manifestaban, pasaron a ser, según la lógica K, ambiciosos oligarcas que no querían redistribuir la riqueza generada por las exportaciones. No reconocer el problema, no atender a la solución del mismo, ponerse a la defensiva, victimizarse, buscar instrumentos para sostenerse en el poder y estigmatizar a los que intentaban hacerle ver la insensatez de sus actos, fue de allí en más el manual de procedimiento frente a las crisis y el mejor método para fracturar la sociedad y para llevar los debates en cualquier ámbito de relaciones a extremos irreconciliables.
Las leyes y decretos de CFK desde el 2008 en adelante, en manos de funcionarios que gozaban de total impunidad, se transformaron así, en instrumentos de dominación o de intimidación que deterioraron el sistema institucional y moral de la República. Nada los detuvo. Obtuvieron y concentraron recursos de la estatización del sistema previsional y del BCRA, que les permitieron someter las voluntades provinciales y tapar con políticas asistenciales el creciente deterioro de los ingresos por la inflación y la desaceleración del empleo. Avanzaron con el dominio de la información y opinión para instalar el mensaje oficial a través de la sanción de la ley de medios de comunicación audiovisual, pero como su aplicación no iba al ritmo de dominación requerido decidieron, por un lado, comprar a los codiciosos empresarios de medios de comunicación quienes sin resorte moral alguno han venido siendo subvencionados con cuantiosas sumas de pauta oficial, y por otro transformar al grupo Clarín en el principal enemigo contra quien librar las grandes batallas; para este objetivo no hubo límite alguno en el ejercicio del poder, desplegaron los más viles y degradantes procedimientos de un estado autoritario, sin reparos institucionales y mucho menos éticos; violentaron la intimidad de los hermanos Noble a través de la sanción de la ley de obtención de ADN, tomaron Papel Prensa y arremetieron contra cualquier garantía de funcionamiento de la justicia. Y finalmente, para contribuir a un buen clima económico, hicieron un gran despliegue de recursos; procuraron sanciones dirigidas a los quejosos que contradijeran las mentirosas estadísticas oficiales por medio de la reforma del código penal; sometieron a los empresarios a persecuciones selectivas de la AFIP y para despertar la confianza de los agentes económicos, taparon los perores actos de corrupción vistos en la historia de la emisión de billetes, con la ley de expropiación de la ex Ciccone.
Mientras la Presidenta y sus fieles seguidores se entretienen en la tarea de delinear sus rebuscadas estrategias de sostenimiento en el poder y sus revolucionarias armas para aniquilar enemigos y ante su desapercibida mirada, las bases de sustentación de su gobierno se derrumban.
La gente, a quienes no le pasaron desapercibidos los atropellos autoritarios, la privación de libertades, la falta de garantía de derechos y el deterioro de sus ingresos, se expresó en las calles y le quita día a día adhesión popular. Los paradigmas del modelo económico se esfumaron, hoy el déficit fiscal, el manipulado saldo positivo de la balanza comercial a fuerza de prohibir importaciones, la pérdida de competitividad cambiaria y real de la economía, la emisión descontrolada que genera (entre otras causas) inflación creciente, los persistentes problemas estructurales de la energía y la falta de diversificación económica, son obstáculos insalvables para un gobierno peleado con el mundo, que no va a poder vivir con lo nuestro. Y por último, lo más importante, millones de argentinos siguen en una situación grave de pobreza no reconocida por el gobierno después de 9 años de crecimiento. El Estado no solucionó la provisión de gas, cloacas, vivienda, seguridad, trabajo digno, cobertura de salud y calidad educativa a personas que esperaban respuestas y seguramente sus necesidades no serán atendidas por el agotamiento de las cuentas fiscales.
Frente a las expectativas planteadas con grandes discursos, aparecen como contracara signos evidentes de la oportunidad perdida por gobierno, para el país y para un pueblo que salió a las calles a ponerlo en evidencia.
La personalización del Estado confunde a la Presidenta, llevándola a ejercer el poder con demasiadas sinrazones e intolerantes pasiones; sin promover una instancia de diálogo, ha deteriorado su relación con la sociedad, con la dirigencia política y con el mundo. Es por todo esto que creo que, sin bases de sustentación ni margen de maniobra, el kirchnerismo se despide del poder.
Las leyes y decretos de CFK desde el 2008 en adelante, en manos de funcionarios que gozaban de total impunidad, se transformaron así, en instrumentos de dominación o de intimidación que deterioraron el sistema institucional y moral de la República. Nada los detuvo. Obtuvieron y concentraron recursos de la estatización del sistema previsional y del BCRA, que les permitieron someter las voluntades provinciales y tapar con políticas asistenciales el creciente deterioro de los ingresos por la inflación y la desaceleración del empleo. Avanzaron con el dominio de la información y opinión para instalar el mensaje oficial a través de la sanción de la ley de medios de comunicación audiovisual, pero como su aplicación no iba al ritmo de dominación requerido decidieron, por un lado, comprar a los codiciosos empresarios de medios de comunicación quienes sin resorte moral alguno han venido siendo subvencionados con cuantiosas sumas de pauta oficial, y por otro transformar al grupo Clarín en el principal enemigo contra quien librar las grandes batallas; para este objetivo no hubo límite alguno en el ejercicio del poder, desplegaron los más viles y degradantes procedimientos de un estado autoritario, sin reparos institucionales y mucho menos éticos; violentaron la intimidad de los hermanos Noble a través de la sanción de la ley de obtención de ADN, tomaron Papel Prensa y arremetieron contra cualquier garantía de funcionamiento de la justicia. Y finalmente, para contribuir a un buen clima económico, hicieron un gran despliegue de recursos; procuraron sanciones dirigidas a los quejosos que contradijeran las mentirosas estadísticas oficiales por medio de la reforma del código penal; sometieron a los empresarios a persecuciones selectivas de la AFIP y para despertar la confianza de los agentes económicos, taparon los perores actos de corrupción vistos en la historia de la emisión de billetes, con la ley de expropiación de la ex Ciccone.
Mientras la Presidenta y sus fieles seguidores se entretienen en la tarea de delinear sus rebuscadas estrategias de sostenimiento en el poder y sus revolucionarias armas para aniquilar enemigos y ante su desapercibida mirada, las bases de sustentación de su gobierno se derrumban.
La gente, a quienes no le pasaron desapercibidos los atropellos autoritarios, la privación de libertades, la falta de garantía de derechos y el deterioro de sus ingresos, se expresó en las calles y le quita día a día adhesión popular. Los paradigmas del modelo económico se esfumaron, hoy el déficit fiscal, el manipulado saldo positivo de la balanza comercial a fuerza de prohibir importaciones, la pérdida de competitividad cambiaria y real de la economía, la emisión descontrolada que genera (entre otras causas) inflación creciente, los persistentes problemas estructurales de la energía y la falta de diversificación económica, son obstáculos insalvables para un gobierno peleado con el mundo, que no va a poder vivir con lo nuestro. Y por último, lo más importante, millones de argentinos siguen en una situación grave de pobreza no reconocida por el gobierno después de 9 años de crecimiento. El Estado no solucionó la provisión de gas, cloacas, vivienda, seguridad, trabajo digno, cobertura de salud y calidad educativa a personas que esperaban respuestas y seguramente sus necesidades no serán atendidas por el agotamiento de las cuentas fiscales.
Frente a las expectativas planteadas con grandes discursos, aparecen como contracara signos evidentes de la oportunidad perdida por gobierno, para el país y para un pueblo que salió a las calles a ponerlo en evidencia.
La personalización del Estado confunde a la Presidenta, llevándola a ejercer el poder con demasiadas sinrazones e intolerantes pasiones; sin promover una instancia de diálogo, ha deteriorado su relación con la sociedad, con la dirigencia política y con el mundo. Es por todo esto que creo que, sin bases de sustentación ni margen de maniobra, el kirchnerismo se despide del poder.
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