Cristina está obligada a replantear toda su estrategia desde una derrota muy dura

La Presidenta, y el Gobierno nacional que hoy es poco más que la Presidenta, buscaban anoche una infinidad de argumentos para tratar de suavizar la herida que les produjo la amplia victoria de Mauricio Macri en la ciudad más influyente de la Argentina. Que el kirchnerismo nunca había hecho una elección tan importante en el distrito; que Daniel Filmus se posicionó como el virtual jefe de la oposición local o que hay un fenómeno sorprendente de ciudadanos que decidieron votar a Macri y que lo harán por Cristina en octubre, dato que sólo se va a poder corroborar dentro de cuatro meses. Ahora sólo están para dibujar ese escenario probable las encuestas de los consultores amigos que, este fin de semana, volvieron a hacer el mismo papelón que habían hecho el 28 de junio de 2009 al vaticinar un triunfo del kirchnerismo que finalmente fue una sonora derrota.
Es cierto que Macri, quien decidió ser candidato a la reelección porteña casi como un castigo al declinar la apuesta por el premio mayor de la Presidencia, recibió el beneficio del caso Schoklender, escándalo que impactó hondo en el imaginario kirchnerista y sumió al Gobierno en una discusión interna que le restó potencia electoral. Pero también es cierto que la estrategia macrista de cederle el protagonismo mediático a sus rivales y concentrarse en el trabajo de campaña territorial le terminó dando óptimos resultados. Ni siquiera el faltazo a dos propuestas de debate en la última semana pudo hacerle mella alguna.
Por eso, es que Cristina experimentó anoche una práctica política que no había imaginado desde fines del año pasado cuando se sobrepuso a la muerte de Néstor Kirchner y comenzó a subir en las encuestas: la Presidenta debió replantear su estrategia a partir de una derrota electoral que podía ser previsible pero que complica ese tobogán feliz a la victoria que la maquinaria comunicacional K diseñó para que se deslice sin tropiezos hacia la reelección.
El primer desafío consistía anoche en determinar qué era más costoso para el Gobierno nacional: si dar la batalla de un ballotage que a la luz de la debacle tiene muy pocas chances de ser remontado o achicar el daño evitando la repetición de la derrota porteña en la segunda vuelta del 31 de julio. La decisión la tiene Cristina y Filmus no tiene más alternativa que aceptar lo que le indique la Presidenta.
Se viene días diferentes para Cristina y para el equipo kirchnerista que nadaba hasta ahora en la abundancia de los sondeos que le auguraban la eternidad del poder. La batalla es más compleja de lo que imaginaban y la oposición se desayunará hoy con el plato de que el oficialismo no es tan invencible como muchos de ellos mismos creían.
Unos y otros disputarán ahora elecciones muy importantes. Santa Fe, el ballotage porteño, Córdoba y las primarias obligatorias del 14 de agosto. A partir de ese domingo, los argentinos tendrán la oportunidad de elegir a una presidenta o a un presidente sin la presión de una crisis que los obligue a inclinarse como tantas veces por el mal menor.

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