Un puente de dólares hasta diciembre
La sequía es el golpe de gracia sobre una economía que ya a fines del año pasado exhibió límites concretos para seguir creciendo. Indefectiblemente si el agro aporta u$s 6 de cada u$s 10 que ingresan a nuestro país, el menor nivel en sus exportaciones pone en jaque al resto de los sectores productivos. De esa forma, evitar una recesión de magnitud y un nuevo salto en la inflación queda supeditado al éxito de las negociaciones del gobierno con el FMI y otros organismos multilaterales para conseguir nuevo financiamiento externo. Más allá del resultado, el puente de dólares hasta la próxima cosecha también incluye una administración más restrictiva del comercio exterior.
En un contexto normal lo deseable seria emitir nueva deuda externa para suavizar los impactos de una sequía histórica. Entre otras cosas, ese es uno de los principales roles del endeudamiento, suavizar los ciclos económicos y dar mayor estabilidad. El problema es que esa opción quedó anulada desde 2018 cuando la Argentina entró en una crisis de deuda externa que aun tiene capítulos pendientes. Así lo demuestra un riesgo país altísimo y el bajo valor de los bonos argentinos en dólares: el mercado espera una nueva reestructuración.
Mientras aumentar la deuda externa con el sector privado es imposible, son los organismos multilaterales de crédito los que pueden aumentar la oferta de dólares en el corto plazo. El problema es que hasta ahora la magnitud del endeudamiento en negociación es muy inferior a la merma en las exportaciones del agro.
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Para dimensionar, el objetivo del gobierno en su última gira a Estados Unidos era conseguir u$s 3000 millones, mientras la caída en las exportaciones del agro será superior a u$s 15.000 millones, cinco veces ese valor. Al mismo tiempo, los desembolsos de los organismos como el BID, CAF, etc. suelen estar supeditados al avance de los programas financiados, por caso de obras públicas, lo que limita su impacto mas allá del monto conseguido.
En el FMI está la clave. Hasta ahora sólo disminuyó en u$s 1800 millones la meta de acumulación de reservas netas que debe lograr el Banco Central este año. Y a principios de abril mantenía estimaciones muy optimistas respecto a la cosecha de soja y el crecimiento de la economía. Esa posición pareció ser más política que técnica, dado que días después publicó estimaciones que por el contrario planteaban estancamiento y más inflación. A su vez, con la llegada del equipo económico de Sergio Massa a Washington dejó trascender que el programa debe ser revisado para mantener su fortaleza.
La discusión de los supuestos y objetivos del programa con el Fondo es muy relevante porque es el único plan económico que tiene el gobierno para mostrarle al mercado y contener expectativas. Pero después del golpe de la sequía con eso solo no alcanza.
Hoy lo trascendental es si el organismo está dispuesto a asistir a la Argentina modificando el perfil de vencimientos de deuda y hasta a aumentar sus desembolsos para quitar presión sobre la demanda de dólares. Recordemos que en un error de diseño el programa aprobaba que en un año de elecciones presidenciales como el corriente, con la mayor presión que eso genera per se en el mercado cambiario, la Argentina tiene que hacerle pagos netos.
Mientras la posibilidad de aumentar nuestra oferta de dólares y evitar otro escenario de shock se define en las arenas de la geopolítica, el Banco Central sigue sin poder tener una posición compradora de forma sostenible en el mercado cambiario. La efectividad del dólar soja 3 está siendo muy reducida. Es claro que opera sobre menores niveles de producción como consecuencia de la sequía respecto a sus dos versiones anteriores. Esperar un resultado similar no sería lógico. Sin embargo, la fuerte incertidumbre económica y política también pone un freno a su éxito.
¿Quién quiere liquidar exportaciones mientras las expectativas de devaluación se mantienen altas? Máxime cuando algunos candidatos presidenciales hablan de dolarizar, una medida inviable que significa llevar el precio del dólar a $ 3500 y un nuevo canje forzoso de plazos fijos por bonos públicos como con el plan Bonex.
Lo antes posible el gobierno necesita hacer un quiebre en las expectativas. Mostrar que cuenta con el flujo de dólares para llegar a diciembre sin un fuerte salto devaluatorio y una profunda recesión. Caso contrario la aceleración en los dólares paralelos de los últimos días y el dato de la inflación de marzo serán el preludio de una situación mucho más difícil e inestable.
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