ANÁLISIS

Ocho enseñanzas en la búsqueda del consenso

Podría sostenerse que muchos gobiernos ven en la inexistencia de proyecto una de las causas que producen inestabilidad institucional debido a que muchos de los partidos políticos se preocupan incesantemente por ver cómo llegan al poder, pero una vez que acceden, muchas veces no saben qué hacer con él. Vieja tesis del sentido común que Norberto Bobbio discutiera provocativamente hace décadas. Por ello se trata de buscar una respuesta a la pregunta "¿y ahora qué?", una vez pasadas las elecciones, pasadas las crisis o pasadas las contingencias.

Incluso un gobierno puede tener un proyecto muy claro, pero enfrentarse a un dilema respecto a la orientación estratégica que debe seguir en determinado contexto. La verdad de un gobierno es también una búsqueda cooperativa y debe considerar la permeabilidad a los valores, temas, aportaciones, y argumentos que floten en la comunicación política que rodea. Ahí es donde aparece la noción de consenso sabiendo que, si bien el poder coercitivo es un atributo de la autoridad, nunca un sistema político democrático podría sostenerse un largo tiempo desde la imposición solamente. Enseñanza 1: el consenso implica proyecto, no imposición.

Definir lo que es consenso es dificultoso. Es una condición determinada del sistema de creencias de una sociedad, existe cuando en una unidad social dada hay acuerdo acerca de principios, valores, normas y también respecto de la deseabilidad de ciertos objetivos de la comunidad y de los medios aptos para lograrlos, ilustra Giacomo Sani.

Hay un consenso relativo a las reglas fundamentales que dirigen el funcionamiento del sistema y que delimitan los temas de fondo de ese consenso buscado, como otro consenso que tiene por objeto ciertos fines o instrumentos particulares como, por ejemplo, la trayectoria, formas y pasos para llegar al primer consenso. A pesar de que pueda sostenerse que el primer tipo de consenso es más importante para la supervivencia del sistema político, muchas veces el segundo se convierte en un elemento de acuerdo, ante la inestabilidad (o imposibilidad) del primero. Enseñanza 2: cómo discutir el consenso es una parte fundamental para llegar al propio consenso.

Entonces el consenso es también una contrafuerza frente a las potencialidades de división de intereses y creencias divergentes, adaptado a cada circunstancia, tiempo y lugar. Para ello hay además que considerar la falta de homogeneidad de la población y la cantidad de experiencias vividas, especialmente de tipo negativas. Una definición clásica de Edgard Shils, basada en la concepción del consenso como ausencia de disensos inestabilizadores, plantea que, aun existiendo sólo para principios generales, sea concebido como un elemento que, a pesar de las tensiones, dote de adaptabilidad y de una considerable resistencia al sistema político. Traducción: el consenso debe contribuir con las funciones de sostén del orden público; con la disminución de las probabilidades del uso de la violencia en la resolución de los desacuerdos; con el aumento de la cooperación no impulsada por el miedo al poder coercitivo del más fuerte; debe contribuir a limitar la intensidad emocional que se expresa en discrepancias y rigideces de la adhesión a los objetivos acerca de los cuales hay desacuerdo; debe impulsar la creación de una actitud favorable a la aceptación de medios pacíficos entre los que tienen cierto sentido de afinidad o identidad mutuas. Enseñanza 3: el consenso es, sobre todo, paz.

El consenso, así entendido, no es una trama de una película comercial. No hay que idealizarlo ni romantizarlo porque siempre, siempre, siempre, todo consenso genera disenso. Pero no deja de ser aquella una versión de base a la que se le debe exigir más, porque no sólo se trata de entender al consenso como regla de convivencia: también es la búsqueda de acuerdos políticamente operantes. Acuerdos para avanzar centrados en la idea de que, si bien habrá grupos en los márgenes del consenso, o bien fuera de este, las políticas de un gobierno deben ser aceptadas socialmente por la mayor cantidad de personas. Este también es un modo de entender la legitimidad como elemento clave para dotar de estabilidad a un gobierno. Toda opción de política pública lleva implícita una serie de "no opciones", o de "no políticas públicas". Ello implica que siempre habrá demandas insatisfechas hacia un gobierno, según las expectativas que este genere, sobre todo si el apoyo que recibe es bajo. Enseñanza 4: el consenso es legitimidad, presupone mayorías que lo respalden y, aunque exista violencia antisistema fuera de él, esta pueda ser procesada.

Por ello el cambio social discontinuo, y bien lo expresa Lewis Lipsitz, crea fuertes desequilibrios entre las expectativas y las posibilidades, y hace del consenso, y por ende de la estabilidad política, un bien escaso. Así, el consenso no es lineal. Si las creencias que integran el consenso (o la disensión) varían en cuanto a la intensidad de la adhesión que suscitan, incluso dentro de una misma situación, se puede insistir más rigurosamente en unas y menos en otras. Enseñanza 5: el consenso no es algo lineal, requiere ajustes y maniobrabilidad.

Para lograrlo hay que considerar el papel de los factores que están en juego, así como los modos de interpretación, y los esquemas mentales a través de los cuales estas experiencias son vividas, y a las cuales se les da un significado. Cuando Jürgen Habermas -en fuerte crítica hacia Jean-Jacques Rousseau-, reprochaba que éste pregonaba el consenso de los corazones, más que el consenso de los argumentos, en verdad no consideraba que sí, la emocionalidad dada en una sociedad no puede ser desestimada y el pasado no garantiza una mejor performance en el presente. Enseñanza 6: el consenso es estabilidad en un momento y lugar dado, aunque haya funcionado en un pasado.

Aun con alto apoyo en la opinión pública, a los gobiernos les cuesta pensar el consenso. No todo poder es consenso. La imposición suele tornarse inercial, pero no consensual. O bien suele darse un consenso por la negativa, que no produce bloqueo desestabilizante, pero tampoco acuerdos socialmente aceptados. Muchos gobiernos cooptan poderes por doquier (judicial, mediático, corporativo) y evitan bloqueos. Por ende, el consenso es una versión débil dada sólo por la invisibilidad del disenso. Se avanza en procesos que, de cambiar de signo político, producen una reversión casi total de lo dispuesto o decidido antes. Enseñanza 7: el consenso inercial y por la negativa, casi que no es consenso. El consenso no sólo es convicción democrática, es perdurabilidad de políticas.

También los gobiernos, debido a su nivel total de exposición pública, y al hecho de ser, en última instancia, articuladores finales de todos los conflictos sociales e individuales, son de por sí organizaciones crisis-propensas y tienen una buena dosis de incertidumbre volátil, suelen plantear al consenso como una reacción al ahogo en la opinión pública, en términos del auxilio y con la necesidad de recomponer su imagen y de sostener el poder. Enseñanza 8: el consenso no es una versión de salvataje a la que, muchas veces las respuestas políticas, se le aproximan con bloqueo o extorsión.

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