La paradoja de la reprimarización

Los efectos no deseados de los incentivos cambiarios en el sector tecnológico: ¿qué queremos exportar?

La realidad macroeconómica argentina, principalmente la brecha cambiaria y el control de cambios, empuja al sector tecnológico a la primarización. Puede parecer contradictorio hablar de primarización de la tecnología, pero es así

Las empresas locales que exportan sus servicios compiten con las empresas en el exterior por los recursos humanos nacionales, y tienen todas la de perder. 

Las variables macro domésticas configuran un escenario en el cual es más favorable exportar informalmente horas hombre (venta más básica y de menor valor agregado) en detrimento de la venta externa de servicios o productos (más compleja y de mayor valor agregado). Y no hay políticas sectoriales o específicas, como la Ley Economía del Conocimiento, que puedan compensar en su totalidad semejante situación.

Las empresas de servicios tecnológicos compran y consolidan horas de profesionales a lo largo y a lo ancho del mundo. Sujeto al cumplimiento de estándares básicos de calidad, optarán por las horas más baratas.

 En el extremo, y en muchas de las especialidades informáticas, las horas de los programadores son suficientemente homogéneas en los diferentes mercados como para que el precio sea el factor central de la decisión. El fenómeno tiene puntos de contacto con un commodity agropecuario, minero o hidrocarburífero transable internacionalmente: así como la soja argentina es totalmente comparable con la estadounidense y compiten estrictamente por precio, el costo de la hora de un programador argentino en un lenguaje suficientemente difundido se mide contra el costo de la hora de un indio.

De hecho, en los últimos años, las exportaciones argentinas han crecido casi exclusivamente por el aumento de su fuerza laboral, y no precisamente por un mayor valor agregado. 

En el sector software y servicios informáticos, las exportaciones formales per cápita (es decir por empleado declarado) no han lograron expandirse. Luego de un pico de más de 19 mil dólares exportados por empleado en 2017, las ventas externas por trabajador rondan, sin gran volatilidad, los 16 mil dólares anuales. 

El incremento en las exportaciones se sostiene casi exclusivamente en la mayor cantidad de recursos humanos empleada, que en los últimos años viene creciendo a un muy importante 5% promedio. La mayor participación de las exportaciones en el total de las ventas (eran del 31% en 2017 y se acercan al 70% en 2020) confirma esta tesis.

La brecha cambiaria es un incentivo muy fuerte para que los programadores locales vendan horas en dólares blue e informalmente a empresas en el extranjero. 

No hay restricciones aduaneras ni fiscales que puedan limitar de forma eficaz esta operación en miles de prestadores chicos, son servicios naturalmente escurridizos y muy difícilmente auditables por los organismos de control en escalas menores. 

El profesional tecnológico preferirá cobrar en una cuenta en el exterior un dólar de 150 pesos, tener libre movilidad internacional de su divisa y de paso eludir la carga tributaria nacional, en lugar de facturarle a una empresa local recibiendo 100 pesos por dólar.

La estructura cambiaria genera incentivos a la emigración de empresas de sistemas que ofrecen servicios integrados, innovadores y de valor agregado, fomentando la primarización (venta de horas hombre y no de servicios complejos) e invitando a que los recursos humanos exporten horas sin pasar por el mercado único y libre de cambios.

Este escenario conspira contra un desarrollo real, sostenible y de alto impacto del sector tecnológico argentino. Es paradójico que un tipo de cambio (blue) muy competitivo conforme un entorno que discrimina negativamente a las empresas argentinas. Las firmas locales exportadoras de servicios informáticos y software necesariamente deben liquidar sus divisas en el mercado formal, como cualquier exportación, y por lo tanto tendrán dificultades para competir contra quien paga afuera y "en verde".

La creación de valor del sector informático no reside especialmente en las horas hombre que genere, sino en la creación de servicios, productos informáticos complejos o paquetes comerciales. Es en la venta de servicios, y no de horas, donde se encuentra la llave para el crecimiento ilimitado del sector como sucede en muchos lugares del mundo.

Los incentivos cambiarios actuales van en la dirección incorrecta. Quienes realmente aprovechan efectiva y plenamente la amplia ventaja cambiaria argentina (y también las de fomento en proceso de implementación) son las empresas que residen en el exterior, que compran horas de cuentapropistas argentinos a precio de descuento y con lógica industrial, y elaboran servicios que venden con alto valor agregado.

Esta estructura de incentivos promueve la externalización de los servicios informáticos. Eso significa que empresas desde el extranjero comprarán horas locales o que empresas argentinas preferirán conformar sociedades comerciales en el exterior. Menos aún hay estímulos para que empresas internacionales decidan instalarse y exportar servicios desde la Argentina. El rubro tecnológico es hoy global, con clientes, proveedores y socios distribuidos por el mundo. El control de cambios limita la agilidad para enfrentar procesos de pagos complejos.

Por otro lado, las firmas tecnológicas tienen una gran capacidad de movilizarse globalmente, y las restricciones cambiarias y limitaciones para remitir dividendos, por caso, son cepos bobos: es muy fácil para las empresas del sector, salvo las que están muy ligadas al mercado doméstico, empacar e irse.

No se puede soslayar la cualidad de intermitencia de la ventaja cambiaria argentina. Sostener el crecimiento del sector y su inserción internacional en la volatilidad del peso no es viable. 

Uno de los efectos principales de la realidad cambiaria sobre el sector es la incertidumbre de mediano plazo. ¿Invertirá una empresa argentina para comprometerse a vender sus servicios internacionalmente a una tarifa fija en dólares por 12 o 24 meses? 

Un escenario probable de ajustes salariales y de precios en general superior a la tasa de devaluación para los próximos meses afectaría la ecuación del empresario y lo obligaría a ofrecer precios actuales menos competitivos: la incertidumbre y la volatilidad dejan a los empresarios argentinos con menos negocios posibles de mediano y largo plazo. 

En un mercado tecnológico global y con la necesidad de ofrecer servicios a plazo, la volatilidad cambiaria, significa la imposibilidad de cotizar de forma competitiva y coherente para la exportación de servicios.

Las empresas tecnológicas están próximas a comenzar a gozar los beneficios de la Ley de Economía del Conocimiento, que aportará mucho a su desarrollo. Sin embargo, será insuficiente para contrarrestar una realidad ineludible: una serie de variables macroeconómicas que le imponen una trampa a un sector muy promisorio. Una realidad macroeconómica inconsistente, y restricciones notables al movimiento de divisas en un negocio totalmente globalizado y que convive naturalmente con este tipo de transacciones, puede ser disimulada muy marginalmente con incentivos de orden sectorial.

El sector tecnológico no es el único que sufre de la incertidumbre macroeconómica y de las regulaciones fuertes y cambiantes en el mercado de cambios, pero sí quizás es uno de los que más pone en evidencia la inconsistencia de la macroeconomía argentina y de las restricciones que se aplican sobre los sectores productivos. La Argentina necesita normalidad macroeconómica para aprovechar las bondades y disponibilidad de sus recursos humanos y de su entramado empresario.

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