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La hora de otro CEO que quiere ir por más

Uno de los CEOs que más influyó en las decisiones de política económica en los últimos años tiene decidido dejar la actividad privada en diciembre y -si las condiciones se presentan- trabajar directamente en la política a partir del 2023.

Se trata nada más y nada menos que de Antonio Aracre, el número uno de la semillera Syngenta en la Argentina. La decisión la tomó el año pasado pero la mantuvo guardada bajo siete llaves dado lo sensible de la información para los intereses de la corporación de capitales chinos con sede en Suiza. Desde la empresa evitaron hacer comentarios para esta nota.

Aracre construyó desde 2019 una relación de cercanía con el presidente Alberto Fernández y con su ministro de Economía hasta julio pasado, Martín Guzmán, de quien hoy el ejecutivo se considera un amigo.

Tras el recambio en el Palacio de Hacienda, Aracre cruzó mensajes con Sergio Massa y acercó propuestas que terminaron de confluir en el llamado "dólar soja", el tipo de cambio especial que durante septiembre el Estado le reconoció únicamente a los productores agropecuarios y cerealeras que habían retenido la cosecha. El CEO, de hecho, fue uno de los promotores de esa política en los medios, donde se siente como pez en el agua.

En las últimas semanas, además, mantuvo fluidos contactos con otros miembros del equipo económico, como el vicepresidente del Banco Central, Lisandro Cleri, porque está convencido de que urge un plan de estabilización que actualice las variables clave de la economía, incluido el tipo de cambio, para luego ir a un congelamiento que trate de cortar la inercia inflacionaria.

Obtuvo bastante consenso en los equipos técnicos del massismo, aunque todos dudan de qué decidirá la conducción del Frente de Todos. Como es su estilo, publica en sus redes sociales las fotos de sus encuentros con miembros del gabinete. Alguna vez, además, lo sondearon desde el Senado para juntarse con la vicepresidenta, un meeting que nadie confirma si ocurrió.

En la Argentina de los dueños del capital más habituados al perfil bajo y la rosca tras bambalinas, el hoy presidente de Syngenta para Latinoamérica Sur asoma con una mirada diferente. Prefiere hablar con todos, construye un vínculo directo con los periodistas y fue pionero en llevar una firma líder del campo como main sponsor de medios de comunicación no especializados.

Su mantra es que está interesado en influir en el rumbo de las decisiones del Estado porque -dice a su entorno- ya vio muchos errores en la gestión de los últimos veinte años y puede aportar experiencia. En el sector agropecuario lo han llegado a considerar "un traidor" por su cercanía con el kirchnerismo y la competencia lo mira de reojo, convencida de que usa sus vínculos para mejorar la situación de la empresa en el país. In pectore, se embandera en la necesidad de terminar con la grieta.

Por eso, no está claro si eventualmente piensa sumarse a un gobierno que se enfrenta a su último año en un sinfín de marchas y contramarchas, o si en todo caso trabajará en los equipos técnicos de alguna nueva alternativa electoral que pueda surgir en el largo año que espera por delante.

Formado en la Universidad de Buenos Aires y con estudios de posgrado en la UADE y la Universidad Austral, el ejecutivo de la multinacional semillera es también inspiración para los miembros de la comunidad LGBT: en agosto de 2020 fue el primer CEO de la Argentina en reconocerse abiertamente gay.

"No sé si hay algo más importante para un ejecutivo que ganarse el respeto de la gente", decía al contarlo por entonces en una entrevista en PERFIL, interesado en que su recorrido sirva de espejo a colegas que la pasan mal y para influir en compañías sin políticas de diversidad. Alguna vez, emocionado, le agradeció a la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, haber impulsado la legislación del matrimonio igualitario allá por 2010.

Pasar de la comodidad del sector privado o la academia a una eventual exposición pública asociada a la política no suele ser grato en la Argentina. Se gana menos, las chances de perder reputación son altas y la mirada de arranque siempre es de sospecha. Nada que no se haya visto en la historia reciente, ya sea con la suerte de algún exponente de la llamada CEOcracia del gobierno de Mauricio Macri, que tuvo al ex Shell Juan José Aranguren como principal exponente, o ya sea con la suerte del propio Guzmán, todavía hoy vapuleado por sus rivales internos en la coalición oficialista. Chapeau al que se anima, de todas maneras.

Estrategias al límite

A propósito de ejecutivos que arriesgan, el 19 de octubre llegará a los cines "El Gerente", una película producida por Viacom tras comprarle los derechos a NewSan del libro homónimo, en el que se cuenta la memorable campaña publicitaria de los televisores Noblex en la previa del Mundial 2018.

Argentina corría riesgo de no clasificar y la empresa anunció que todo aquel que comprara una tele recibiría el reembolso si la Selección quedaba fuera de la Copa. Se vendió como nunca. De hecho, la marca pasó al frente en el mercado de TVs.

Llegó la última fecha de las eliminatorias y empezó perdiendo 0-1 con Ecuador. En ese momento, en la web de la empresa hubo 25.000 pedidos más. Habían contratado un seguro para cubrir el eventual gasto pero el peligro era que la empresa quedara asociada a traer mala suerte en el fútbol.

Por eso se difundió el concepto de que había "un ejecutivo" que se la jugaba, para en cualquier caso echarle la culpa del fracaso. En la película, filmada en plantas reales y con los empleados como extras, Leonardo Sbaraglia encarna a Marcelo Romeo, que existe y es el gerente del marketing. Luego Messi lo dio vuelta. La Selección ganó 3-1, hubo Rusia y la estrategia quedó en la historia.

Idea: un gobierno con la inflación al 100% y sin reservas cambia de equipo económico sobre el final del mandato y rápidamente desde adentro lo vuelven a esmerilar. Buen comienzo para una eventual película "El ministro". El final está por verse.

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