Opinión

La economía post elecciones: el riesgo de un ajuste desordenado y cómo evitarlo

La economía se mueve (una vez más) al compás del ciclo electoral, aunque lo más importante tal vez sea lo que viene después de la votación y no antes.

Año electoral. El gobierno implementa políticas expansivas y evita saltos cambiarios que puedan generar inquietud. Con una economía en crecimiento y un tipo de cambio planchado, apuesta a que el votante renueve su "voto de confianza". Estamos hablando de la Argentina de hoy, pero tranquilamente podríamos referirnos a otros países o elecciones.

Existe suficiente evidencia sobre lo que el politólogo Ignacio Lábaqui resumió como "election targeting": los gobiernos utilizan la política económica con fines electorales. Lo hacen porque los políticos no solo se preocupan por el bienestar de la sociedad, sino también por mantenerse en el poder. No se trata de un fenómeno exclusivo de nuestra clase dirigente, aunque el margen de discrecionalidad sea menor en otras latitudes.

¿La gente no se da cuenta de esta suerte de manipulación? La respuesta simplificada es: no. Los votantes se preocupan por su situación personal (o familiar) y la forma más sencilla para evaluar la competencia de un gobierno es a través de los resultados. En pocas palabras, si hay trabajo, se puede llegar a fin de mes y no hay turbulencias económicas (que en Argentina se reduce a ver la cotización del dólar), es probable que los votantes evalúen bien al gobierno de turno. Al menos aquellos que no tienen identificación política concreta, ya que estos tendrán un voto definido a pesar de la evidencia.

Bajemos a la coyuntura local. Después de los pobres resultados del 2020 la economía está tratando de hacer pie, aunque la situación es delicada. La actividad está 4% por debajo del nivel pre-pandemia, la inflación navega a un ritmo del 50% anual (3,8% mensual promedio) y la brecha cambiaria, hoy en 72-86% (dependiendo del dólar), pareciera querer ampliarse aún más.

En este contexto, el gobierno empezó a dar señales de mayor expansión fiscal. En junio, el gasto primario se expandió 6,8% sin efectos de inflación o cuestiones de calendario, empujado por el gasto en subsidios, prestaciones sociales (jubilaciones y planes) y obra pública. El BCRA no se queda atrás: la tasa de referencia se mantiene sin cambios desde hace meses, se retomó la costumbre de imprimir dinero para financiar al Tesoro y se "planchó" el tipo de cambio, que crece a un ritmo bien inferior a la de la inflación. Para contener las presiones en el mercado cambiario paralelo, se implementaron más regulaciones (¡ya hay más de 11 cotizaciones distintas para el tipo de cambio!) y se interviene en el mercado cambiario no oficial. Todo lo que haga falta para evitar malas noticias antes de las elecciones.

Vemos, entonces, que la economía se mueve (una vez más) al compás del ciclo electoral, aunque lo más importante tal vez sea lo que viene después de la votación y no antes. La evidencia nos dice que se la historia se revierte: la política económica se vuelve contractiva de forma de resolver los desequilibrios generados antes de las elecciones. Se reduce el déficit fiscal, se deprecia el tipo de cambio y el banco central sube las tasas de interés como para que las presiones cambiarias no sean exageradas. Cuando los oficialismos ganan las elecciones, invierten capital político en las correcciones necesarias. Si las pierden, el nuevo gobierno (en el caso de elecciones presidenciales) corrige y le echa la culpa al anterior. O, alternativamente, la situación puede terminar imponiendo los ajustes.

No deberíamos soslayar esto último. En el mejor de los casos, la situación post-elecciones va a mostrar una recuperación todavía endeble, una inflación por encima del 40% anual, un déficit fiscal de 4% del PBI (o más) y un BCRA tratando de esterilizar por un lado lo que emite por el otro. La brecha cambiaria va a sentir las presiones de los desequilibrios, por más controles y regulaciones que haya. Si queremos evitar un ajuste desordenado, la economía va a precisar de un programa de estabilización claro, bien diseñado y correctamente ejecutado. Pero ese plan, de existir, necesariamente va a implicar decisiones difíciles.

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