Opinión

Helados en Alaska, Biden confronta a China

Hace un par de semanas, el presidente de Estados Unidos Joe Biden dio un mensaje especial un año después del inicio de lo que se transformó en la tragedia por el COVID-19 en el país, con más de 520 mil muertes. Para tener una idea del significado de esta cifra, son diez veces las muertes que sufrió EE.UU. en la Guerra de Vietnam. En base a la masiva vacunación que se puso en marcha, Biden deseó que el próximo 4 de julio sus compatriotas puedan celebrar reunidos el Día de Independencia.

Biden también cuestionó la persecución que vienen sufriendo los estadounidenses de origen asiáticos en el país. Recientemente, un tirador asesinó ocho estadounidenses asiáticos en Atlanta. Biden solicitó que se pare estos ataques porque son "no-americano".

Ambas cuestiones apuntan, indirectamente porque Biden no fue explícito, a su antecesor Donald Trump: por su manejo de la pandemia y por haber estigmatizado hasta su discurso de despedida de la presidencia a China con su acusación que el impacto del coronavirus se debió al "virus chino" y hacerla responsable por los males económicos que vienen sufriendo los estadounidenses en la últimas décadas.

Este comportamiento de Biden para muchos refleja una mirada clara de la dirección que Estados Unidos tendrá de ahora en más, que constituiría un cambio radical en relación a Trump. En enero, Biden afirmó: "podemos hacer América, otra vez, la fuerza principal del bien en el mundo". Al decir "de nuevo" y "fuerza del bien", implícitamente, Biden está señalando que los años bajo Trump fueron 'anormales' para el país y que se alejó de llevar adelante un comportamiento que fuera positivo para el mundo entero.

La política externa que Biden se propone seguir busca, así, retornar a apoyarse en los aliados tradicionales del país -Europa y Japón, principalmente- que fueron abandonados por Trump. Así, gran parte de los analistas ven en Biden una conducción de Estados Unidos que procuraría a ser el líder mundial de un orden liberal global como argumentó pretender serlo tradicionalmente.

Pero Biden afirmó que ese retorno era esencial para hacer frente al autoritarismo, pasando de inmediato a mencionar a China y Rusia. Así, refleja que el carácter liberal y multilateral del liderazgo mundial que procura establecer no se aplicará con esos países.

En relación a Rusia, Biden generó fuerte impacto haber acusado a Putin de ser un "asesino" y de haber interferido en las elecciones estadounidenses mediante ataques cibernéticos para favorecer la reelección de Trump. Con esa actitud Biden invirtió totalmente el trato hacia Rusia que tenía Trump. Sin embargo, en relación a China, los indicios son de una continuidad de la política de Trump.

La semana pasada en Alaska delegaciones de ambos países se encontraron, la primera con participación de la Administración Biden, en un clima tan tenso que los medios resaltaron que no hubo ninguna confraternización entre ellos. Como este distanciamiento era esperado por ambas partes, se entiende que este marco está dando la pauta cómo será el trato bilateral entre las dos mayores potencias del mundo.

Si bien las actitudes de Trump hacia China en su último año de gobierno tuvieron varias confrontaciones directas, el gobierno chino desde el inicio de la disputa presidencial tenía pocas esperanzas que habría grandes cambios con Biden. China, igualmente, dejó las puertas algo abiertas... Pero Biden ya mostró que su trato no será menos duro, aunque los modos puedan ser otros.

En Asia, aunque Trump presionó a Japón y Corea del Sur que se hicieran cargo de parte de los gastos militares que Estados Unidos es responsable por la seguridad regional desde la Segunda Guerra Mundial, su postura radical luego fue combinada con actos de acercamiento, procurando sumar a India y Australia en un grupo regional que aísle a China. Algo similar se observó en el trato de Trump con Europa. Al principio, hubo críticas por la concentración del pago estadounidense de los gastos de la OTAN y un rechazo de Trump al G-7. Pero después Trump anunció su proyecto de establecer un G-7 ampliado o un G-Democrático, nuevamente, con el objetivo dejar a China afuera.

La administración Biden muestra seguir estas líneas. En el encuentro en la helada Alaska quedó más que claro...

Estados Unidos apuntó a China con temas candentes (Hong Kong, Xinjiang y Taiwán), además de las disputas comerciales. El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, declaró que "Beijing es una amenaza a la estabilidad global", y emprendió una gira para apuntalar las alianzas asiáticas, mientras el país norteamericano ha tomado para sí también ser portavoz de los problemas que Canadá y Australia le endilgan a China. Además, justo antes del encuentro el miércoles el Departamento de Estado anunció sanciones a 24 funcionarios chinos que acusa de estar involucrados en el desmantelamiento de la democracia de Hong Kong.

La delegación china respondió también con rispidez. El director de la Oficina de la Comisión de Relaciones Exteriores del Comité Central del Partido Comunista de China Yang Jiechi acusó a los Estados Unidos de hipocresía sobre los derechos humanos y apunto al histórico estadounidenses de intervenciones extranjeras. 

Además, señalando el reciente movimiento racial, criticó su trato a las minorías y declaró que EE.UU. debía primero tener su casa en orden antes de criticar a los demás. "Estados Unidos no representa a la opinión pública internacional y tampoco lo hace el mundo occidental", dijo Yang. El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, siguió los comentarios de Yang, ofreciendo un tono más conciliador, reconociendo a Blinken y Sullivan como "verdaderos amigos del pueblo chino".

Según el analista sobre China de Foreign Policy, Michael Hirsh, la administración Biden "se está preparando para una lucha de voluntades a largo plazo con pocas esperanzas de acercamiento". En esto se manifiesta un legado de Trump que asentó su confrontación con China en un consenso bipartidario en el Congreso y en los pensadores estratégicos de Estados Unidos, incluyendo en especial los militares. Además, con su ataque y retórica, Trump venía ya antes del surgimiento de la pandemia convenciendo a sus compatriotas de su visión negativa de China. 

Según una reciente encuesta de Gallup, 45 por ciento de los estadounidenses ven a China como el "mayor enemigo" del país, un aumento del 23 por ciento con respecto al año anterior, mientras que la encuesta encontró que solo el 20 por ciento tenía una opinión favorable de China. En Editorial, Washington Post celebró que Biden haya adoptado con China el "tono duro adecuado para resetar las relaciones a la forma necesaria" y por haberle dicho en la cara el líder chino Xi Jinping que se equivoca si cree que Estados Unidos está en declino.

No obstante, al igual que con Trump, la confrontación sino-estadounidense tiene límites por la necesidad que ambos tienen de una cooperación mutua para enfrentar problemas globales que afectan al mundo entero. Además de la evidente contención de las pandemias como la actual, el cambio climático sigue siendo un tema clave.

No son pocos los que afirman que China y Estados Unidos se encuentran en medio de una Guerra Fría, aunque reconocen que existen grandes diferencias con lo que se observó luego de la segunda guerra mundial hasta la caída de la Unión Soviética. Otros, en cambio, destacan que nada fue más adecuado del encuentro que el local elegido: las heladas temperaturas de Alaska.

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