Entre recelos y fracturas, el FMI hizo el milagro: habemus Plan Económico

La novedad no es solamente el descontado modo "ajuste" en el que va a entrar formalmente la economía para cumplir con el Fondo Monetario Internacional (de hecho ya lo está, inflación mediante), sino que la gran noticia que emerge del entendimiento logrado con el organismo es que ahora, recién ahora, dos años y un par de meses después de haber llegado a la Casa Rosada y si el Senado le da finalmente vía libre, el gobierno de Alberto Fernández terminará de parir a las trompadas un Plan Económico más o menos acorde a la técnica presupuestaria, con estrategias, metas, proyecciones y auditorías que deberían permitir saber si se marcha por el camino adecuado.

El giro hacia la transparencia parece ser tan radical que Economía hasta tiene previsto armar un par de Hojas de Ruta para hacer seguimientos, flexibilizar los controles cambiarios a partir de diciembre de este año o para mejorar la presentación de informes financieros de parte de dependencias diferentes a la Administración Pública. Así se lo prometió al FMI. El andamiaje del Acuerdo es, en todo caso, la contracara de la improvisación que ha pregonado desde siempre el kirchnerismo, quizás porque suele convivir con la opacidad.

Está más que claro que dicho Programa, que hasta el momento había sido negado, escondido o disimulado mil y una veces es notablemente dependiente del Fondo, seguramente porque a esta altura no había más remedio, ya que la soga estaba irremediablemente en el cuello. Si hasta la demora en congeniarlo, tiempo que dejó de lado varias ocasiones más propicias para encarar el ajuste tan temido seguramente con menores costos, parece haber sido algo adrede sólo para balbucear esa justificación. Lo notable de la terrible pérdida de tiempo es que ha dejado sin trabajo o fundida a mucha gente y que hoy nadie, absolutamente nadie, parece dar dos centavos porque todo esto que tanto se procrastinó pueda llegar felizmente a término, ya que la cátedra supone que en un tiempo más bien corto habrá que barajar y dar de nuevo.

Seguramente por razones bien diferentes entre ellos, esto mismo es lo que piensan los economistas profesionales, el kirchnerismo y también la oposición que aspira a reemplazar al actual oficialismo. La gran especulación pasa ahora por saber -después de tanto tiempo regalado y más allá del show- qué creen de verdad el FMI, el Presidente y el ministro Martín Guzmán. Lo natural para entronizar un Plan hubiese sido un Presupuesto transparente -tal como se hace en todos lados- algo discutido en el Congreso que incluyera en 2020 y 2021 todos y cada uno los chirimbolos que ahora se acceden a elaborar y a mostrar para someterse a las reglas del acreedor.

Justamente, la primer tarea que el Gobierno le prometió al Fondo "a más tardar" para el 15 de abril es "modificar el Presupuesto vigente para ponerlo en línea con la meta de déficit primario para 2022 acordado en el programa" (-2,5% del PIB). Hay que recordar que el Presupuesto vigente es aún el de 2021, ya que el de este año (elaborado con números al 15/9) fue rechazado por los diputados en diciembre. La duda que surge ahora es saber si el Gobierno se va a animar a enviar al Congreso un nuevo cálculo de gastos y recursos basado en el Acuerdo, lo que le traería nuevas discusiones con la oposición o si va a seguir prorrogando de hecho el del año pasado y, en este caso, si al FMI le alcanzaría con un Decreto de Necesidad y Urgencia.

Otro punto al que alude el Memorando de Políticas Económicas y Financieras es a la situación derivada de la guerra en Europa, tema que debería merecer por si solo una reformulación presupuestaria. El texto dice que el escenario base de la Argentina "está sujeto a importantes incertidumbres, lo que implica que es posible que las políticas tengan que recalibrarse". En el texto, se reconocen algunos de los golpes que podría recibir la Argentina, ya que "las condiciones mundiales y regionales podrían empeorar y eso complicaría las perspectivas: el crecimiento de nuestros socios comerciales podría decaer y nuestros términos de intercambio podrían deteriorarse si los precios mundiales de los productos agrícolas se vieran afectados y si los precios internacionales de la energía siguieran creciendo", explica, Las hipótesis dejan también abierta la puerta para una eventual recuperación mayor a la prevista, si las condiciones externas se tornan más favorables.

En tanto, las metas cambiarias ya se están ajustando (cierre de la brecha vía aceleración del tipo de cambio oficial y política de acumulación de reservas), el Gobierno le ha prometido al FMI, a quien le recuerda que ya se ha "cumplido" con el aumento de la tasa de política monetaria, que ésta será "prudente y proactiva" con un apartado más que fuerte en la cuestión inflacionaria. Para halagar los oídos de quienes en el Gobierno quieren controles de precios se invoca retóricamente el carácter "multicausal de la inflación", pero lo cierto es que, en su mayoría, Guzmán ha propuesto remedios ortodoxos: "Un sendero fiscal y de financiamiento que sea sostenible y que ayude efectivamente a reducir sin demora el financiamiento del presupuesto por parte del Banco Central... (más) una política monetaria prudente y proactiva para respaldar la demanda de activos en pesos". A toda esta terapéutica se le agrega apenas algo de la sarasa ministerial para contentar a los brujos de la aldea: "Políticas voluntarias de precios e ingresos para hacer frente a los desafíos derivados de la fuerte inercia de la inflación y del desanclaje de las expectativas de la dinámica inflacionaria", se dice.

Las medidas de carácter fiscal para llegar a valores que seguramente deberán ser revisados (y cambiados) debido a la situación externa sobre todo, tienen dos o tres atajos para que los números de los ingresos sean más robustos, a partir de sacarle mayor cantidad de fondos a los ciudadanos y para que se puedan reducir los subsidios. Como ya que se ha dicho que la oposición no va a convalidar aumentos de impuestos se han buscado escapatorias para que los aumentos de recursos no tengan que pasar por el Congreso. En esta línea de mayor presión contributiva se anota, ya para este mismo año, el proceso de "actualización de tasación de propiedades en coordinación con los gobiernos de provincias" que permitirá mayor recaudación en Bienes Personales, algo que la AFIP de modo inconsulto ya adoptó para la CABA.

Desde el costado del costo de la energía, el problema es la plata que tiene que poner el Estado bajo la forma de subsidios y es eso lo que se busca bajar, en el único renglón casi donde hay una reducción efectiva de los egresos a costa de una mayor presión tarifaria para que, ya durante el presente año, se logre un ahorro fiscal de 0,6 por ciento del PBI. El truco está en que como la tarifa no es técnicamente un impuesto (salvo lo que atañe al IVA o a IIBB asociados a la facturación) se la puede mover si las audiencias públicas convalidan la suba. En este sentido, el Memorando dice que "antes de que finalice abril, convocaremos a una audiencia pública con la propuesta de eliminar los subsidios a la electricidad y el gas a 10 por ciento de los consumidores residenciales con mayor capacidad de pago" a partir del primero de junio del corriente año.

El compromiso con el Fondo implica que habrá un esquema de segmentación de subsidios -algo muy difícil de instrumentar- destinado a los consumidores residenciales "de manera que podamos focalizar las revisiones de los precios mayoristas de la energía en aquellos usuarios que, en base a criterios objetivos, posean mayor capacidad de pago". Para el resto de los usuarios, las actualizaciones estarán "por debajo" del Coeficiente de Variación Salarial (CVS) del año anterior. Según el esquema prometido, para los beneficiarios de la tarifa social el aumento será equivalente a 40 por ciento de ese Coeficiente y para un segundo escalón entre estos y el 10 por ciento más rico, la revisión de las tarifas energéticas será equivalente al 80 por ciento del CVS del año anterior.

Más allá de que la situación internacional pone a las metas fiscales en terapia intensiva y que la situación es a todas luces inestable, está claro que todos los compromisos tomados hasta ahora, como así también las expresiones de deseos que están insertos en los anexos del Proyecto que obtuvo media sanción el viernes, casi se van por la alcantarilla por la resistencia de una parte del propio oficialismo en la Cámara de Diputados. En esta instancia y aún a costa de que la ficción política que imaginó Cristina Fernández para ganar las elecciones de 2019 se rompa de una vez por todas, el Presidente y Sergio Massa debieron atenerse al "poroteo" de los votos, un recuento que en la previa les daba abrumadoramente en contra.

Entonces, ambos decidieron ponerse la camiseta del pragmatismo político y para que empiece a nacer la criatura forzaron a pleno el timón del Frente de Todos, aún a costa de quedar en la vereda de enfrente de Cristina. Seguramente, ponderaron que más se perdía con la apretada opositora que se abusaba de su propia debilidad y así, para conseguir esos votos, concedieron casi todo lo que les pidió la oposición, mientras que del lado contestatario quedaron la vicepresidenta, el Instituto Patria, Máximo Kirchner y La Cámpora. De no haberlo hecho, el Gobierno hubiese perdido por goleada 160 a 90.

"Alberto tenía que plantarse y lo único que pasó es que ella hizo catarsis con el videíto" minimizan los más exaltados en la Casa Rosada en relación a la rotura de los ventanales del despacho de la vicepresidenta y al texto anti-FMI que glosó para acompañar las imágenes, junto a expresiones de victimización y paranoia que se dedicaron a responsabilizar al mismísimo Fondo por los ataques de los desaforados, antes que hacerse cargo ella misma pidió no vallar el Congreso. Todo su lamento podría sintetizarse en un ¿justo a mí me atacan que siempre me opuse al Fondo, como Néstor?, gimoteo que hasta podría implicar que los vidrios rotos debieron haber sido los de algún otro senador que no se opuso tanto como ella. Los más experimentados, en cambio, opinan que con Cristina en la cancha nunca hay que cantar victoria.

Lo cierto es que aun sacrificando -ya se verá por cuánto tiempo- a la dama y a su hijo (o dejándoles el margen necesario para que el día de mañana puedan decir "yo no fui"), el Presidente y el titular de la Cámara de Diputados lograron esta vez virar a tiempo para evitar los arrecifes, cambiando no una, sino dos veces, la redacción del Proyecto de Ley para que se apruebe solamente la refinanciación de la deuda existente con el FMI y para salvar así finalmente la ropa con los votos que aportaron los opositores a la media sanción conseguida en la madrugada del viernes.

La opción que el Gobierno planteaba, la que Guzmán había colado en el primer texto en el artículo primero -junto a un Mensaje que claramente ataca a la oposición- volvió de inmediato al Palacio de Hacienda porque unía la autorización para refinanciar la deuda con el aval al Memorando Técnico de Entendimiento pero además el de Políticas Económicas, es decir el aval del Congreso para ejecutar el Programa que nunca quiso dar a conocer. Es tal el afán del ministro por agradar al kirchnerismo que se ha contagiado de las peores mañas de la política y entonces mandó nuevamente lo mismo pero desdoblado en dos artículos, para dejar la posibilidad que este último pueda ser rechazado en particular. Tal engendro no pasó tampoco y Massa en persona decidió cerrar el tema de tan reprochable juego hablando con el Presidente para llegar a un texto en común.

El ministro Guzmán quedó atrapado en su debilidad en el peor de los mundos y devaluado por los dos lados de la grieta: viajó a los Estados Unidos, gesto que la interna del FdeT, que lo tiene atragantado, catalogó como cobardía, mientras que ahora se sabe que mintió sobre el pedido del FMI para que el Congreso apruebe también su plan. Chapucerías de académico.

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