Opinión

Elecciones 2023, ¿el año que puede sepultar a la grieta?

La opinión pública se ha convertido en un sujeto cada vez más complejo, tanto para aproximarse como para intentar predecir su comportamiento. Las estructuras sociales estables, vinculadas a empleos de largo plazo fueron reemplazadas por otras más dinámicas, en las que nadie sabe muy bien qué será de su vida en los próximos cinco años. Muchos aseguran que la mayoría de ellos, tal cual los conocemos, no existirán más en el futuro siendo reemplazadas por máquinas y por la inteligencia artificial.

Los cambios en el mundo laboral han sido acompañados por cambios en la oferta educativa. Si el sueño antes era tener un hijo doctor, hoy eso puede ser complementado por un hijo experto en recreología o en producción de animales en zonas áridas o porque no un licenciado en big data. Incluso muchos tendrán que optar varias veces a lo largo de su vida, estudiando nuevas disciplinas o incorporándose a puestos de trabajo muy disímiles. La estabilidad se ha terminado.

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Ha quedado atrás el tiempo en que nuestro trabajo era el vector principal sobre el que se constituía nuestra identidad, y sobre todo nuestra identidad política. Basta oír a un grupo de jóvenes hoy y compararlo con los diálogos de treinta o cuarenta años atrás. La política, estudiar, trabajar, formar una familia, han sido reemplazados por el quiero disfrutar, viajar, ser libre o la preocupación por el ambiente.

Por supuesto que la condición socioeconómica sigue siendo un factor influyente al momento de la definición del voto, pero la identidad política se ha ido ablandando junto con otras como las religiosas, de género, etc. Hasta la de los clubes de futbol se ponen en crisis cuando algún fenómeno como Messi hace que sus fanáticos se paseen por el mundo con la camiseta del PSG. A quién no le ha pasado escuchar decir a un niño argentino que es hincha del Barcelona. ¿Cómo puede un dirigente político representar esta heterogeneidad?

Los partidos políticos no pueden salir indemnes de esta crisis. Se trata de colectivos que representan grupos sociales agregando sus demandas. Durante toda la segunda mitad del siglo XX el peronismo y el radicalismo fueron los dos grandes partidos de la política argentina. Uno representando a trabajadores y el otro a las clases medias y profesionales. Sin embargo, desde el retorno a la democracia en la década del 80, su peso no ha dejado de caer. Esto no significa que no puedan ganar elecciones, pero imaginar que el peronismo pueda sacar solo cerca del 30% de los votos en una elección hubiera sido imposible después del casi 62% que obtuvo Perón en 1973 a su vuelta. Los problemas del radicalismo incluso han sido de mayor envergadura luego de las crisis económicas que atravesaron los gobiernos de Ricardo Alfonsín y Antonio De la Rúa.

Sin embargo, la encrucijada en la que se encuentran los partidos tradicionales no admite con facilidad su reemplazo. Con identidades más lábiles, se valoriza cada vez más la libertad. Los jóvenes y adultos de hoy no quieren verse atados a estructuras y menos aún para toda la vida. Muchos no pueden asegurar que votaran al mismo partido en la elección presidencial que en la próxima legislativa, dos años más tarde. Incluso muchos no votan partidos, se votan candidatos, sin siquiera tener en cuenta cuales son sus propuestas. Se identifican por estilo, por como se presentan en redes sociales, etc.

En ese marco, desde Opina Argentina realizamos entre el 18 y el 27 de febrero una encuesta presencial domiciliaria de 1250 casos a nivel nacional con el objetivo de relevar las principales tendencias de opinión pública en el inicio del año electoral.

Con el trabajo de campo recién concluido, de manera preliminar, la investigación ofrece hallazgos novedosos. Las características de las encuestas domiciliarias presentan algunas especificidades metodológicas respecto de las encuestas telefónicas y/o sistemas de recolección online o en redes. La principal es que las encuestas domiciliarias recolectan información con mayor precisión sobre dos grupos sociales difíciles de alcanzar: los segmentos más jóvenes de la población -la franja etaria de 18 a 29 años- y los grupos de menor nivel socio-económico.

Comparado con los sondeos nacionales previos (realizados en su mayoría mediante la combinación de casos recolectados en forma telefónica y presenciales coincidentales), la presente encuesta domiciliaria muestra diferencias en la distribución de votos en la primaria de Juntos por el Cambio (JxC), mayor paridad con el Frente de Todos (FdT) y un crecimiento de Javier Milei en su intención de voto.

El crecimiento de Milei se explica por la mayor precisión de las encuestas presenciales en la recolección de las preferencias de los votantes sub-29 años, un segmento en el que el candidato libertario es muy fuerte. Pero también nos encontramos con el dato de que la mitad de sus seguidores en esa franja quiere privatizar Aerolíneas Argentinas pero la otra mitad quiere que siga siendo estatal.

La mayor paridad entre JxC y el FdT obedece a que la recolección de datos a nivel presencial permite conocer de manera más fidedigna la opinión de los sectores de menor poder adquisitivo, lo que robustece la intención de voto de la coalición peronista que hoy alcanza el 28%.

En síntesis, nuestra última encuesta nacional exhibe un escenario parejo en los distintos escenarios electorales entre el FdT y JxC, con la coalición opositora registrando una ligera ventaja. En el escenario de PASO, la sumatoria de los candidatos de JxC le sacan una diferencia de cuatro puntos porcentuales al oficialismo.

Se puede ver, por otro lado, que en ambos escenarios (PASO y elección general) el espacio libertario de Javier Milei mantiene un expectante tercer puesto, a una distancia muy corta de las dos principales fuerzas.

Pero probablemente, la novedad mas interesante del sondeo es que al tener una tasa de rechazo más baja que las otras metodologías, la muestra es menos intensa políticamente y por lo tanto menos polarizada. La encuesta muestra que aquellos candidatos que mejor miden, ya sea en niveles de imágenes, pisos y techos electorales o directamente en intención de voto, son quienes buscan diferenciarse de la antinomia K-anti K. No importa desde cual plataforma política lo hagan. Ya sea desde el peronismo (Sergio Massa) ya sea desde JxC (Horacio Rodríguez Larreta) o desde la libertad Avanza (Javier Milei) todos prometen explícita o implícitamente terminar con la grieta.

El actual sistema 'bicoalicional' argentino empezó a gestarse en 2008, tras el conflicto del campo. A partir de entonces, dos grandes polos, uno peronista y otro no peronista, representaron eficazmente a la sociedad y organizaron la competencia política. Ese esquema tenía una premisa: la centralidad excluyente de Cristina Kirchner. Con la vicepresidenta apremiada en el frente político y judicial, y con una sociedad cada vez más fragmentada y heterogénea, hay indicios de que el antagonismo kirchnerismo-antikirchnerismo está perdiendo eficacia discursiva y arraigo social. ¿Alumbrarán los comicios presidenciales de 2023 un gran realineamiento electoral que ponga fin a la grieta tal cual la conocemos hasta hoy? Si fuera así, resta conocer si las viejas coaliciones serán las proveedoras de los dirigentes que lideren un nuevo ordenamiento de la política como sucedió en el año 2003 o, al estilo de otros países vecinos, líderes rupturistas vendrán a terminar con la oferta político-partidaria que ordenó el sistema político en las últimas décadas.

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