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El test de la consistencia desafía tanto a Cristina como a Guzmán

Cuando Cristina Kirchner publicó sus primeras dos cartas abiertas (ambas con mensajes duros para Alberto Fernández), el impacto político fue inmediato. Con la primera, en octubre de 2020, instaló la idea de los "funcionarios que no funcionan" y en la segunda hizo cargo a la política económica por el fracaso electoral. El efecto de esas comunicaciones fue como un terremoto, que tras algunas réplicas secundarias, concluía con algún tipo de tregua.

Hoy el "debate de ideas" que sacude al oficialismo tiene otra dinámica. La posibilidad de una ruptura interna disminuyó: si no ocurrió por el acuerdo con el FMI, que motivó votos propios en contra e impulsó un paso al costado de Máximo Kirchner, hoy parece poco probable que surja una reacción de ese estilo por la política antiinflacionaria o las tarifas.

El discurso de Cristina en el Chaco retumbó fuerte. Pero motivó más respuestas verbales que reacciones de otro tipo. La pulseada hoy tiene un carácter más intermitente, más parecido a una guerra de baja intensidad que a una crisis con renuncias. Alberto Fernández ya cambió una vez el gabinete para congraciarse con su compañera de fórmula, y no parece interesado en volverlo a hacer. Sobre todo porque no hay margen para aplicar un plan alternativo al programa acordado con el FMI.

Las consultas por el futuro de Guzmán disminuyeron. Pero se incrementaron las preguntas sobre un factor clave: ¿cuánto tiempo puede sostenerse este estado de insatisfacción democrática, al decir de la Vicepresidenta?

En la respuesta aparece una palabra que repitió el titular de Economía en sus últimas apariciones: consistencia. La paradoja es que ninguna de las partes está del todo libre de culpa como para andar tirando piedras.

Empecemos por Cristina Kirchner. Su disgusto nace en la aspiración presidencial de ir por la reelección. Para el kirchnerismo, esa razón justifica está la decisión de Alberto de gestionar sin consultar nada a sus socios. "Alberto no se puede llevar el gobierno a la mesita de luz", confesó sin tapujos Andrés Larroque, secretario general de La Cámpora.

La inconsistencia en este punto aparece con lo que escribió la propia Cristina en su carta del 2020: "Si algo tengo claro es que el sistema de decisión en el Poder Ejecutivo hace imposible que no sea el Presidente el que tome las decisiones de gobierno. Es el que saca, pone o mantiene funcionarios. Es el que fija las políticas públicas. Puede gustarte o no lo que decida, pero el que decide es él", remató.

Guzmán tampoco está para recibir un aprobado en consistencia, sobre todo fiscal. En marzo el gasto primario se disparó 85%. En el trimestre el déficit primario creció 179% y pondrá en marcha una suba de la asistencia social de más de $ 200.000 millones. Su horizonte es más largo, pero luce complicado. El tiempo no siempre juega a favor.

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