Restricciones, parte dos

El Gobierno debe evitar que la segunda ola arrastre a la economía

La decisión está tomada. Los casos de coronavirus se multiplicaron y el Gobierno resolvió que la Argentina volverá a transitar una etapa de restricciones hasta fin de mes para intentar contener la segunda ola de la pandemia.

Un camino casi inevitable, si se tiene en cuenta la escasez de vacunas para proteger a la población y el escaso apego social a los protocolos sanitarios. Pero sumamente peligroso, como quedó demostrado en 2020, cuando el confinamiento le costó al país el 10% de su Producto Bruto Interno, forzó el cierre de numerosas empresas, en particular las pymes; dejó sin empleo a 756.000 personas para elevar la tasa de desocupación al 11% e incrementó los niveles de pobreza e indigencia.

Sin embargo, 2,5 millones de casos confirmados y casi 57.000 fallecidos después de sus primeras medidas, el presidente Alberto Fernández se preocupó en el discurso que brindó desde Olivos, donde cumple con el aislamiento por haberse contagiado de la enfermedad pese a estar vacunado, por erradicar especialmente la palabra cuarentena del mensaje y apelar a la misma fórmula que hoy se replica en varios países de Europa y Latinoamérica con el nuevo avance del Covid-19: reducir la movilidad, aplicar un toque de queda nocturno en los distritos más complicados, suspender reuniones sociales y eventos en lugares cerrados, limitar la asistencia a las reuniones al aire libre y frenar viajes grupales.

Así, no solo intentará evitar poner en riesgo el proceso de rebote económico augurado por el Fondo Monetario Internacional y las consultoras privadas, sino también resguardar un capital político que se fue disolviendo en el último año -las encuestas muestran una fuerte caída en su imagen y la de su gobierno- pero que aún tiene por delante el desafío de las urnas.

Claro que para ello deberá amortiguar el golpe que representa para varios sectores como el gastronómico y las agencia de turismo, entre tantos otros, las nuevas medidas. Porque aunque los fondos escasean y el déficit aprieta, será necesario encontrar la mejor fórmula para evitar que una medida que busca proteger del coronavirus termine por dañar con afecciones igualmente peligrosas. Las exenciones impositivas, los diferimientos de aumentos tarifarios y la aplicación de subsidios que contribuyan al pago de salarios pueden surgir como un paliativo para aquellos que vean disminuida su actividad aunque, claramente, no serán una solución.

"No me gusta hacer política con la pandemia", dijo el Presidente. Sin embargo, más allá de intereses partidarios o ideológicos, el problema de la pandemia en la Argentina no es político sino socioeconómico porque mientras que con pocas vacunas y sin el cumplimiento de protocolos, la crisis sanitaria crece; sin ingresos, no hay salud posible.

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