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Al debate sobre la educación le falta actualizar la lista de prioridades

En un país que tiene que vivir con una inflación de casi 100% anual, el largo plazo se vuelve un espejismo. La velocidad a la que se mueve la economía, sin embargo, obliga a pensar más las decisiones, porque morder la banquina puede ser tan riesgoso como chocar. Eso implica hacer un esfuerzo mayor por visualizar y priorizar los objetivos, y no permitir que todo se resuelva a la carrera. El espejismo tiene que volverse real y transformarse en un eje rector, para evitar que dentro de cuatro o cinco años la excusa para determinadas medidas sea: "en el contexto de 2022 era imposible anticipar dónde terminaba esto".

El Congreso tiene una responsabilidad visible sobre el diseño de ese largo plazo. Porque además de ser contraparte indispensable en decisiones de gestión (como es su rol con la aprobación del Presupuesto Nacional), sus acciones tienen el poder de cruzar los mandatos y son difíciles de revertir.

Ayer la Cámara de Diputados estuvo a punto de aprobar la creación de ocho nuevas universidades nacionales. Cada una de ellas responde a un fundamento particular, aunque el debate no mostró rastros de articulación con el mapa universitario actual.

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La educación pública es uno de los pilares institucionales de la Argentina, y eso no cambiará. Pero los legisladores no pueden desatender el todo, dando luz verde a cada nueva institución como si no hubiera ya 58 en todo el país (24 en territorio bonaerense). Es real que en muchas ciudades una casa de estudios es una herramienta de retención de la población joven, pero puede haber otras estrategias, como abrir filiales de una casa de estudio cercana. Una universidad nueva implica crear una estructura, validar carreras y sumarle millones al presupuesto nacional (en 2023 recibirán $ 752.000 millones).

La educación está atravesada por otras urgencias: la baja cantidad de egresados del ciclo obligatorio (solo 16 de cada 100 terminan el secundario, lo que los imposibilita a acceder al nivel siguiente) y la desconexión entre la oferta de estudiantes matriculados y la demanda laboral. La carrera con más egresados de las universidades nacionales sigue siendo Abogacía. Como contrapartida, entre 2020 y 2019 se recibieron 24% menos profesionales de computación, sistemas e informática. Algo no funciona, y ocuparse de ese déficit desde el Congreso es tan relevante para el largo plazo como lo parece hoy crear otra universidad en Entre Ríos, que tiene una nacional (la UNER) y otra provincial (Uader), o como darle status nacional a la que funciona en Ezeiza.

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Comentarios

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  • AJC

    Alfredo Jos Chahin

    03/12/22

    Ante la escalda fenomenal de la inflación, ¡¡no vendría mal un poco de sensatez con el gasto público, que ya es monumental. ¡¡hay optimizar el Estado, mas funcionarios no mejoran nada.....!!

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