Alberto Fernández y su Gobierno, en el octavo círculo del infierno

En el círculo del "fraude y la traición, estaría posicionado el Gobierno como mentor de un supuesto engaño hacia la opinión pública que haría descender al país mucho más todavía

El viejo truco de esconder un elefante determinado en la calle Florida en medio de una multitud de elefantes quizás sea el atajo más plausible para explicar la aparente falta de timing de Alberto Fernández. Este concepto del disimulo, que bien pudo haber sido circunstancial en los dos primeros años de mandato (primero, como defensa a ciegas ante la aparición del Covid y luego, seguramente exagerado por la oposición en tiempos electorales), ahora parece haberse instalado como algo inherente a su propia estrategia.

Está bien claro que el gobierno del Frente de Todos batalla a diario con la misma cantinela de sumar y sumar errores no forzados, algo que a esta altura ya suena como si fuese un artificio instrumentado a propósito, pese a que las encuestas de imagen sitúan a los funcionarios en caída libre. Si se analizan los hechos con una visión intrigante, la finalidad del cuento de los elefantes podría ser la de desviar la atención para enmascarar la evidencia, aunque a la luz de los resultados el Gobierno no sólo no consigue nunca camuflar la situación, sino que a diario se expone mansamente a todos los reflectores.

Por eso, se puede concluir que ése no sería el propósito central, ya que muchas de esas cortinas de humo, algunas repetidas (y fracasadas) como empujar el consumo con mayor gasto del Estado financiado con emisión y otras decididamente anti-republicanas que afectan las libertades (aunque hay algunas que se caen de banales), son las que estarían pretendiendo encubrir, en nombre de una supuesta extensión de derechos, cosas más graves para la sociedad, como son la aniquilación de la moneda, el ahogo tributario, la pauperización educativa y, por extensión, el deterioro evidente que sufre desde hace décadas el capital humano o el objetivo retroceso de la clase media, ya que la falta de inversión que conlleva el cepo al sector privado dinamita las oportunidades de empleo, fabrica pobres en cascada y obtura el progreso.

Según esta interpretación de tono bastante conspirativo que hacen algunos empresarios del club de los más poderosos, la aceleración de todas esas calamidades que han dejado al país casi sin reservas líquidas son las que van a llevar necesariamente a la Argentina a no pagarle al Fondo Monetario Internacional (y a quedar en default con el Club de París) y a instalarse cada vez más fuera del mundo en una especie de "vivir con lo nuestro" que, con cepos de todo calibre y con la situación social dislocada, se plantea sólo como un recurso para rascar en el fondo de la olla. Todo este calamitoso escenario es lo que podría estar tratando de ocultar la manada de torpezas que acumula el Gobierno a diario, más allá de que hacia la opinión pública todos esos despropósitos sirvan para rutinizar el descalabro, un acostumbramiento que describen los manuales de manipulación como parte de persuasión colectiva.

Si se hace un rápido recuento de las cosas que han sucedido en apenas dos semanas de enero también se podrá observar que en esa grilla casi todo tiene inmediatez y poco y nada de efectos duraderos, tal como si fuese una neblina para tapar problemas de mayor envergadura o bien para encubrir un aceitado plan, el que se podría estar gestando detrás de tan incomprensible telón:

  1. el anuncio para el mes de febrero de una marcha contra la Corte Suprema, metralla efectuada de modo intempestivo por Luis D'Elía y aceptada al toque por el ministro de Justicia, Juan Martín Mena, y de modo algo menos explícito, aunque positivo, por el presidente Fernández;
  2. las declaraciones presidenciales sobre la suba de los precios del mes de diciembre ("que la senda descendente se sostenga") resultaron ser una burla al sentido común en materia de comparación de índices;
  3. el incendio inflacionario "multicausal" que se busca apagar con una sola medida, la del control de precios;
  4. las explicaciones de Fernández y del ministro de Economía, Martín Guzmán, sobre el llamado "ajuste" que no son otra cosa que las dificultades fiscales que existen para avanzar con el préstamo con el Fondo Monetario, más allá de la tarjeta anaranjada furiosa que sostienen en el aire quienes más pesan en el organismo;
  5. el minué que el Gobierno baila con los opositores sobre el lugar de discusión y las características del apoyo que pide el FMI para sacralizar el acuerdo. Los necesita, pero les pega para satisfacer a su propia tribuna;
  6. la carta de Joseph Stiglitz -quizás dirigida por elevación a Cristina Fernández para justificar a Guzmán- sobre el supuesto "milagro" argentino, prodigio que insólitamente consiste en regresar (casi) al punto de partida;
  7. el viaje que hará esta semana el canciller Santiago Cafiero a Washington para intentar conseguir algún tipo de apoyo político de su par de EEUU, Antony Blinken, al acuerdo con el Fondo, sustento que se da de patadas con la realidad de la política exterior argentina que hace de todo para mojarle la oreja a la administración Biden;
  8. la obtención de la presidencia de la CELAC, un foro latinoamericano de corte manifiestamente antiestadounidense, donde China tiene injerencia;
  9. la asistencia diplomática a la asunción del presidente Daniel Ortega en Nicaragua y la vergonzosa defección de la Argentina ante la presencia de un notorio "buscado" internacional por el atentado a la AMIA, el ministro iraní Mohsen Rezai;
  10. el ridículo argumento de que es mejor estar cerca de Ortega para moderarlo si se siente vigilado, una suerte de confesión pública de intervención en sordina en los asuntos de otro país o bien el aviso para que Nicaragua reclute como doble agente a quien se exponga y así neutralice cualquier información que la Argentina quiera hacerle llegar a terceras potencias.
  11. el anuncio del viaje del Presidente a China para apoyar los Juegos Olímpicos de Invierno que los EEUU boicotean y una escala en Moscú para hablar con Vladimir Putin, en medio del caso Ucrania que tiene tensa a la Unión Europea;
  12. los cortes de luz que desnudan una vez más (como si la gestión de CFK-de Vido no hubiese sido suficiente), que la política tarifaria del kirchnerismo es pan para hoy y hambre para mañana;
  13. y como frutilla del postre de la sinrazón, las imágenes que circularon de las vacaciones de la titular del PAMI, Luana Volnovich junto a su segundo en la Obra Social de los jubilados, episodio que sobrepasó todos los límites, no porque el viaje haya transgredido un pedido del Presidente sino porque su presencia en el exterior sonó a notoria burla hacia los afiliados. La fiesta de Olivos trasladada al Caribe mexicano.

Lo más insólito de todo lo que detalla el listado es que son los propios funcionarios los que "tocan timbre para espiar" y así se exponen al escarnio público. Es por eso que quizás muchos piensan que la interna del Frente de Todos está jugando su partido con la mirada puesta en 2023. En este punto, es posible ensayar una explicación sobre tantos errores no forzados desde el costado de la urgencia que tendría la vicepresidenta de la Nación de zafar de más de media docena de causas judiciales que la complican en demasía y que ésa parece ser la única preocupación del Gobierno, ni el Programa económico, ni el acuerdo con el FMI, ni la mejora de las instituciones, ni la política de salud, ni los excluidos.

Si la mirada es algo más contemplativa, bien podría decirse que el gobierno nacional ha tenido mala suerte en estos dos años porque está lleno de buenas intenciones pero tiene muy malos ejecutores, muchos de ellos carentes de preparación y sólo expertos en militancia. Si se le suma el costado ideológico a quienes tienen que ejecutar, el resultado de la gestión de gobierno se torna decididamente paupérrimo. En ese aspecto, la oposición -que ganó con limpieza las elecciones de noviembre y torció bastante las mayorías legislativas- tampoco sabe cómo aprovechar el momento para instalar una agenda de mayor horizonte.

A dos meses de aquel triunfo, el conglomerado de Juntos por el Cambio, que se dice opositor por definición, sólo ha mostrado el deseo de varios de sus dirigentes de posicionarse para 2023 y ha descuidado la tarea de ser los vigilantes de la situación, tal como las urnas lo determinaron. Si el proceso avanza hacia el deterioro inevitable que supondría un no arreglo con el FMI, sería de altísimo valor que la oposición se muestre activa para contrarrestar la situación. Hasta el momento, casi todos los dirigentes opositores han sobreactuado para buscar una mayor sombra bajo el Sol, mientras que ante sus ojos el Gobierno hace a diario un "como si", juego que podría desembocar en un lamentable "cuanto peor, mejor".

Mientras Elisa Carrió y Ricardo López Murphy parece ser los dos contrapesos más racionales de la coalición opositora, algunos políticos de JxC han radicalizado su oposición (Mauricio Macri, Patricia Bullrich) y otros se ocuparon en buscar caminos de aceitada convivencia con el Gobierno (Gerardo Morales), mientras que en el medio quedaron otros dirigentes que tienen aspiraciones electorales como Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y los radicales Facundo Manes y Martín Lousteau. El factor común a todos ellos es que abandonaron la tarea de organizar una efectiva oposición legislativa, algo que recién ahora parece encaminarse, aunque quedaron en este tiempo demasiados heridos en el camino. El hueco ha sido aprovechado por Javier Milei y por José Luis Espert hacia la derecha y por el trotskismo hacia la izquierda para ganar presencia y comenzar a ser los necesarios invitados a la mesa de las dos coaliciones mayoritarias.

Sin dudas, Dante Alighieri hubiese ubicado a JxC en el limbo de la Divina Comedia, primer círculo del infierno destinado a los paganos virtuosos sí, pero paganos al fin. Mucho más abajo, en el octavo círculo del "fraude y la traición", estaría posicionado el Gobierno como mentor de un supuesto engaño hacia la opinión pública que haría descender al país mucho más todavía. La distancia que hoy existe entre las fuerzas políticas podría ser graficada con un porteñísimo "son pichis" a la hora de medir al oficialismo vs todos los demás. La prueba es que mientras los otros recién se están sentando a la mesa, el Frente de Todos parece ir por el postre.

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