Transición, reunificación cambiaria y cambio de equilibrio

Aun faltando tiempo, es lógico que surjan análisis sobre la transición económica 2015/16. De nuestra parte, enfocamos el asunto en el paper La transición económica 2015/16 y el primer paso (CASE, febrero de 2015).

Es crucial al respecto la llamada reunificación cambiaria: un verdadero epítome de los severos desafíos macroeconómicos planteados por los graves desalineamientos operantes.

En rigor, la actual polisemia cambiaria (múltiples mercados de cambio), es más un efecto que una causa. Refleja la restricción externa escasez relativa de divisas que se instaló, en esencia, debido al giro macroeconómico del 2010, que trocó definitivamente la exitosa matriz de dólar (real) alto de 2003(2002)-07, por una favorable al dólar bajo o hipodólar. Lo demás, devino de esta instancia.

Para abordar la comprensión del tópico, conviene apelar a los esquemas teóricos de equilibrio con racionamiento. Véase que, dentro de determinado contexto interno y externo, al pisarse relativamente el cambio nominal, asoma la distorsión asignativa afín al hipodólar, la que, endógenamente, expulsa cada vez más nuestras exportaciones de los mercados mundiales (que se ven racionados en cuanto a nuestros productos), privándonos de divisas, y alienta la exposición de base de la producción local (la política comercial externa, luego, trata asimétricamente a exportaciones e importaciones, aunque el reciente fallo de la OMC amenaza este proceder). La limitación para generar dólares en el frente comercial externo, lleva al racionamiento doméstico de los mismos el cepo cambiario, el cual, entre otras cosas, perturba la oferta productiva.

Suele darse en las experiencias duras de racionamiento, el denominado monetary overhang MO o excedente monetario. En nuestro caso, el MO talla respecto de la disponibilidad de divisas de la economía, asociada al stock de reservas del Banco Central (con la doble lectura, en bruto y en neto). Computando ese stock, el MO se detecta, tanto a través de la magnitud alcanzada por las distintas variables monetarias en pesos en general, como mediante el reflejo plasmado en la hoja de balance del Banco Central. Síntesis: sobran pesos, faltan dólares.

Además, dicha hoja de balance registra la fuerte financiación monetaria del Fisco, incluido el subido empleo del impuesto inflacionario. De paso, recuérdese que los controles a la salida de capitales-divisas, entre otras metas, buscan forzar una monetización doméstica en sentido amplio que facilite el uso del impuesto inflacionario-señoreaje.

La nuestra, es una economía dañada en su marcha profunda más allá de alguna mejora en el tránsito que pueda lograr el Plan Verano en curso, en virtud de los racionamientos claves que la signan. Efectos de una macro muy desfigurada en su núcleo, con un radical desalineamiento de los grandes precios relativos (agudo retraso cambiario real) y serios desequilibrios en lo fiscal y monetario.

Lo que, sí, producto del híbrido ensayado durante la bisagra 2013/14, se abrió, bajo distintas vicisitudes, la opción hacia la financiación externa, buscando el aporte de dólares por la cuenta capital, mientras se ratifica el peso sobrevaluado.

Pensando en la transición, en el fondo, la reunificación cambiaria y el cese del racionamiento de divisas, se exigen mutuamente. Y el factor resolutivo clave al respecto, será el tipo de cambio real de equilibro adoptado.

En esto, hay dos alternativas límite: a) un shock correctivo de precios relativos por medio de una devaluación sustantiva, engarzando con severas políticas fiscal y monetaria (quizás, cuadrando aquí, una punción monetaria para ceñir el MO), o, b) la apuesta al ingreso lo más masivo posible de capitales externos, buscando acotar ajustes y solventar al hipodólar. Por cierto, estas opciones chocan en materia de: compromisos entre el corto plazo y el más extendido, sustentabili dad, estructura productiva y empleo. Los grises, sí, pintan más plausibles; pero, a veces, diluyen el foco de la cuestión.

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