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¿Sostener el cambio frente al pasado o cambiar por miedo a perder el futuro?

En las últimas semanas se instaló un escenario político y económico que parece conducir a la administración de Mauricio Macri a una encrucijada. Los sondeos revelan una caída en la imagen positiva del Presidente, e incluso un incremento de la cantidad de personas que ven la coyuntura con mayor grado de pesimismo. Según la consultora Poliarquía, los desilusionados suman 52%, los incondicionales 16% y los optimistas realistas (los que perciben que la situación está mal pero en un futuro estará mejor) bajaron de 39% a 31%. Con estas cifras, los analistas interpelan al Gobierno y se preguntan qué tipo de reacción adoptará para revertir este sendero.

El macrismo no tiene respuestas lineales. Está claro que ganar las elecciones de octubre es un objetivo central, pero desde los referentes internos ligados a la política discuten si la mejor manera de perseguir esa meta es mantener a rajatabla el camino actual o aflojar un poquito el compromiso de reducir el déficit fiscal y desparramar algo más de fondos públicos para solucionar conflictos como el docente y calmar la ansiedad de los piqueteros.

Puertas adentro, el Presidente está convencido de que hay que persistir. Todas las crisis macroeconómicas de la Argentina tuvieron un origen fiscal: el déficit causó ajustes, devaluaciones, exceso de endeudamiento y default. Por eso no dio la orden de abrir la mano para calmar la ola de reclamos. Está seguro de que si hacen una concesión, enseguida vendrán otras, tal como sucedió en 2016. Lo único que los hace dudar es la visión externa. Por un lado, escuchan que las inversiones externas llegarán cuando haya un triunfo electoral que garantice gobernabilidad a largo plazo. Pero otras voces plantean que si el país vuelve a las andadas y desatiende la tarea de achicar el rojo fiscal, reavivará la imagen de un Estado que sigue siendo adicto al gasto.

¿Asumir el riesgo de mantener todo como está; ingerir algún anabólico que acelere el ritmo de la economía o abrir la billetera? Nadie sabe si para consolidar el cambio también hay que cambiar en el camino.
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