Si San Martín hubiera dependido de un focus group, jamás hubiera cruzado los Andes

Daniel Scioli hubiera preferido a cualquier otro candidato a vicepresidente antes que aceptar la compañía de Carlos Zannini en su fórmula presidencial. Mauricio Macri ratificó la continuidad estatal de Aerolíneas en la peor semana de la gestión de su presidente, el kirchnerista Mariano Recalde. La pregunta es simple. ¿Por qué los candidatos aceptan imposiciones que no comparten o hacen afirmaciones que, en vez de aclarar, confunden más a sus votantes? La respuesta es siempre la misma. Es lo que nos pide la sociedad en los focus groups. Y punto. Ya no hay más discusión.


Es ilustrativo recordar que un focus group es la respuesta de un pequeño grupo de ciudadanos a consultas que desvelan a los candidatos. Qué esperan de ellos. Qué los preocupa. Qué los atemoriza. Qué los desespera. Los gurúes de campaña atesoran toda esa información y se la presentan a sus clientes como un dogma que, inexorablemente, determinará el éxito o el fracaso de sus postulaciones.


El problema con los focus groups es que, en los momentos de crisis, las sociedades necesitan líderes que sostengan sus propias convicciones. Aún a contramano de lo que señalen las encuestas. A dos semanas de la elección presidencial, es hora de que nuestros candidatos expliquen con honestidad de qué modo abordarán las soluciones urgentes que necesita la Argentina. Cualquier focus group le hubiera señalado a San Martín que era una locura cruzar los Andes para ser libres. Los liderazgos necesitan una base mucho más sólida que el salvavidas agujereado de un focus group.

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