Shakespeare, Argentina y la naturaleza humana

El 23 de abril de 1616, hace ya 400 años, murió William Skakespeare. Se ha dicho que el y Miguel de Cervantes Saavedra son la imagen del talento, la sabiduría y la genialidad. Nadie ha podido superar, como Shakespeare, la descripción de la naturaleza humana, sus grandezas y sus deleznables bajezas. Todo lo que Skakespeare mostró puntillosamente, los celos, la envidia, la ambición desmedida del poder, la capacidad de destrucción del prójimo, el dilema existencial sintetizado en el "Ser o no Ser", la omnipotencia, el egoísmo, la intriga, el dolor, el detalle más íntimo del alma humana y sus debilidades no han perdido vigencia, son actuales y hasta eternos.

Es cierto que todos esos procesos están en la misma Biblia y en Homero, pero Skakespeare los amplía, los pone en pantalla panorámica, les otorga grandeza y además enseña. Porque el autor trasmite las vivencias de figuras desconocidas en el siglo XVI. Los que nunca habían visto un Mercader de Venecia porque los judíos fueron expulsados siglos antes de la isla. Ni imaginaron un Moro con tanto poder en una potencia naval , ni conocían con pormenores la historia de Roma, ni a los habitantes del castillo dinamarqués de Elsinor.

Como contraste, recientemente el actorazo norteamericano Kevin Spacey produjo, dirigió y actuó como Ricardo III en una gira por distintas ciudades del hemisferio norte que le valieron multitudinarios aplausos de pié. Casi todas las obras del autor inglés se ponen en escena una y otra vez alrededor del mundo.

La creación de Shakespeare es tan impresionante, tan voluminosa y apabullante que no han faltado algunos curiosos de la historia diciendo que ningún solo hombre, salvo alguien sobrenatural pudo escribir su delicada poesía y sus desgarradoras descripciones. Que alguien o algunos que desearon permanecer en el anonimato fueron los verdaderos escritores. Seguramente toda esa sospechosa teoría guarda muchísimo de profunda envidia.

Pero el crítico Samuel Johnson admira a un solo hombre, a Shakespeare , y afirma que el escritor y actor, nos inventó. La invención, dijo Johnson, produce dolor o placer porque traen realidades a la mente.

Podría decirse que la historia del hombre desde las primeras civilizaciones es shakesperiana pero con el paso de los siglos los caracteres han adquirido mayor y más acelerada proyección y contornos.

En el siglo XIX fueron los tycoons, los grandes empresarios que construyeron los Estados Unidos moderno. En el siglo XX Lenin, Hitler, Stalin, Beria, Hirohito, Goebbels, Mussolini, los generales Patton, Mac Arthur, Zhukov, el Kaiser Guillermo, Clemenceau, Churchill y Franklin D. Roosevelt, Chiang Kai-Shek y Mao y los conductores del Khmer Rouge que asesinaron a mansalva a más de 2 millones de camboyanos. Todos ellos y faltan muchos en la lista fueron personajes dramáticos que podrían haber sido descriptos por Shakespeare.

El cine usó y abusó de las visiones de Shakespeare. La película Fitzcarraldo, con el actor Klaus Kinski y la dirección de W. Herzog es un ejemplo. De igual manera Paths of Glory traducida como La Patrulla Infernal, de S. Kubrick que describe la facilidad con la que los generales, por ganar la gloria, llevan a la muerte a centenares de miles.

La Argentina está plena de hombres y mujeres sacados de obras de Shakespeare. Julio Argentino Roca es uno de ellos. Fue capaz de todo, de unir políticamente al país, de ser un despiadado y terminante conquistador del Desierto, de introducir el laicismo y ponerle freno a la Iglesia católica, de favorecer intensamente la inmigración sin discriminaciones, de repartir tierras sin dueño a sus oficiales. De jerarquizar más a la oligarquía. Viviendo siempre en medio de concesiones a cambio de intocabilidad.

También los fueron, a su manera, Yrigoyen, quien no hablaba en público ni procuraba seducir histéricamente a sus admiradores, pero manejaba todos los hilos. Y Perón, que después del golpe militar que lo expulsó siguió dominando la política argentina y se dio el gusto de volver y usar el balcón de la Casa Rosada. Y dejar sucesores de contradictoria mirada sobre la esencia del peronismo.

Quizás los personajes shakesperianos mayores aparecieron en la década del 70. López Rega se llevó el estrellato haciendo ceremonias ocultas frente al cadáver de Perón para que reviviera o disponiendo el asesinato de miles con las Tres A. Isabel Perón apareció en escena con el papel de la ridiculez y la ignorancia, víctima de un círculo cerrado. En esos años un shakesperiano que operaba abiertamente, tentado por el poder, fue el almirante Emilio Massera, dispuesto a todo. Nos quedan los años noventa, donde dominó Carlos Menem, el presidente omnipotente que confundió lo público con lo privado y aspiraba a enviar un cohete especial tripulado que saldría del norte de la Argentina y llegaría a Tokio en menos de una hora. Aquello fue también Macondo y la ciencia-ficción.

Entre el 2003 y el 2015 Néstor y Cristina Kirchner estuvieron con gusto en escena, dominantes modelos para inspirar al glorioso vate inglés.

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