PUNTO DE VISTA

Reformular la estrategia de los conflictos para salir del caos

La CGT no puede retroceder una vez que fijó su paro general -sin movilización- para el próximo 6 de abril en el que seguramente tendrá una importante adhesión, no solo porque la comunidad laboral está inquieta y preocupada sino, y sobre todo, porque habrá total acatamiento de la CAT que agrupa a todos los gremios del transporte.

Seguramente una vez realizado el paro general no se habrá logrado ningún cambio, pero en alguna medida la huelga general de solidaridad interpreta la protesta y el clima de protesta, la angustia, y el desasosiego en una economía que no comienza a crecer en forma clara en la observación de los que trabajan en relación de dependencia, que son los que tienen poco resto para resistir como lo pide el Poder Ejecutivo.

Las estrategias de dividir para reinar, conquistar a unos en desmedro de otros, y la búsqueda de traidores que rompan el frente, es tardía, sobre todo cuando en este momento se ha perdido completamente la iniciativa. El ejemplo lo brinda UTA de Roberto Fernández que recibió la noticia del retiro de la personería a los metrodelegados, y sin embargo, hoy es uno de los impulsores más firmes del paro general del 6 de abril y de la adhesión de la CAT.

El Gobierno nacional perdió una oportunidad única para negociar y avanzar en una serie de ítems que inexorablemente se darán en los próximos meses, si se hubiere articulado la negociación de cúpula con otras herramientas que son liminares y arquetipos al momento de fijar las tendencias.

En ese plano se cometieron errores graves por falta de prevención, y por efecto de precedentes que violan reglas elementales en materia de negociación colectiva. En rigor, el mundo sindical está ligado a todos los planos del gobierno, y en muchos de ellos, no son lo que se puede llamar aliados o amigos confiables.

El mayor agravio no está ligado a la promesa de no despedir que según los dirigentes sindicales no fue cumplida, sino y fundamentalmente en no respetar los códigos.

Para los que no dominan el lenguaje del mundo sindical, los códigos son reglas no escritas que imponen cumplir con las promesas y en especial, no violar acuerdos que dejen al sector sindical mal parado frente a sus propios representados.

En rigor, sigue siendo implacable la frase atribuida a Perón de que los conflictos deben tener "el dirigente a la cabeza, o la cabeza del dirigente".

Lo más grave de este fracaso en la negociación es que teniendo en cuenta los componentes del complejo enfrentamiento entre el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y los sindicatos de la educación, se contaban con gran parte de los elementos que hubieran generado una solución.

También la CGT perdió la confianza en los interlocutores de la negociación que, en rigor, debieron haber generado un clima de sinceridad y de proximidad para crear las condiciones para debatir muchos de los temas tratados.

En los hechos no lograron esa proximidad, demostraron falta de autoridad y de atribuciones para resolver los temas per se, y a la sazón, no cumplieron con promesas básicas, una vez que regresaban con la respuesta sobre temas debatidos en el seno del gobierno. Los interlocutores nunca entendieron las virtudes de la mesa chica, y la necesidad de prevenir con un Plan B que a menudo es necesario para ganar tiempo, y con ello, lograr puntos de conexión y de encuentro.

Hoy, el capital más importante de la CGT vuelve a ser el mayor temor centrado en la pérdida del empleo que actualmente alcanza a todos los niveles, y no ayuda el proceso de recambio generacional que se está produciendo en muchas organizaciones, y en especial, el desafío de mejorar la productividad -que de por sí implica algún ajuste-combinado con la aplicación de las nuevas tecnologías.

Una vez superado el paro general vuelven las negociaciones a cero, y con ello, resulta imprescindible reabrir el contacto con un voto de confianza que la CGT está esperando.
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