Paradoja: el desdoblamiento cambiario beneficia a los argentinos que se dolarizaron
Hay quienes se preguntan si el impacto del control de cambios resultara beneficioso o perjudicial; si finalmente de ahí derivará algún salvoconducto para transitar la desaceleración económica global y doméstica, o si, por el contrario, el cepo cambiario será una más en la seguidilla de señales que se acumulan en el legajo del riesgo a los ojos de quienes tienen ahorros en el mundo y están dispuestos a prestarlos bajo la nada inocente fórmula de mayor rendimiento con menor riesgo. Más allá de que en los últimos días se ha endemoniado el término es excesivo a la figura del endeudamiento porque en 2002 el peso de la deuda arrasó con la economía, lo concreto es que no siempre endeudarse implica condenarse: lo demuestra la política de endeudamiento del Gobierno, que ha impulsado el crédito de una forma importante y que incluso ha recurrido a préstamos de la Anses y el BCRA para financiar la actividad económica. Volviendo al cepo, para el Gobierno las restricciones al dólar son el contrafuego para enfrentar la crisis. Lo dijo por Twetter Hernán Lorenzino, el ministro de Economía.
Se sabe: el deterioro del tipo de cambio real producto del elevado incremento de precios que sufre la economía argentina, la devaluación del real brasileño, y la restricción externa que comprime las exportaciones y, por ende obliga a un control más ajustado de las importaciones, todo eso implica un escaso saldo de balanza comercial que redunda en un seguimiento mucho más estricto de los dólares que entran en el país. Perderse en estas deducciones y normativas, rastrear cuál será la próxima puerta de acceso que se cerrará, implica necesariamente aceptar que esto afecta a una parte de los argentinos.
Por eso también es necesario resaltar que existe un porcentaje menor de la población con posibilidades de dolarizarse: a pesar de que en los últimos años se multiplicaron los planes sociales, sólo en las ciudades viven 10,8 millones de pobres y 2,1 millones de ellos son indigentes. Así lo revelan los resultados de la última medición del Barómetro de la Deuda Social Argentina de la UCA. Para el Indec, en cambio, hay alrededor de 1,6 millones de personas pobres. Más allá de las importantes diferencias, frente a este escenario, podría resultar poco feliz preguntarse por el acceso al dólar, las medidas cambiarias y el oportunismo o no de fijar un control como mínimo polémico. Finalmente, según números del BCRA, de un estudio realizado entre los meses de julio y setiembre de 2011 sabemos que el 11% de la población mayor de 18 años compraba dólares, el equivalente a tres millones de personas.
Hecha las salvedades, y poniendo un pie en el terreno de las desigualdades, es tiempo de pensar si la negativa del Gobierno para devaluar la moneda al ritmo de la inflación obedece a que este mecanismo actúa como una transferencia de riqueza de los sectores de ingresos fijos (asalariados) a los sectores exportadores, otro costado poco explorado es que el desdoblamiento cambiario ha vuelto a beneficiar, precisamente, a los sectores ya dolarizados, aumentando en un 35% (la diferencia entre el dólar oficial y el paralelo) su poder adquisitivo medido en pesos. A ello habrá que agregar los u$s 180.000 millones que mantienen los argentinos en el exterior y que, en ningún caso, contribuyen al crecimiento del país (no están en el sistema financiero local) sino que, con la tenencia de esos dólares, se financia la crisis de EE.UU. Así, incluso el control de cambios resulta en un desincentivo a traer los ahorros, no sólo por las restricciones que ya imperan en el mercado cambiario, sino también porque venderlos al tipo de cambio oficial implicaría perder ese 35% de diferencia.