Las peleas de Rusia pueden darle a la Argentina un empujón como en 1980

Ofuscado por las sanciones cada vez más severas que le impone Occidente y que están afectando su economía, el presidente de Rusia Vladimir Putin firmó la semana pasada un decreto por el cual prohibía las importaciones de materias primas y alimentos provenientes de Estados Unidos y la Unión Europea.


A continuación, la cancillería rusa llamó a los embajadores en Moscú de países sudamericanos, entre ellos la Argentina, para anunciarles su intención de importarles esos productos.


Si se concreta, se daría el caso de que un hecho ajeno a nuestro país, -como es el enfrentamiento de EE.UU. y la UE con Rusia por la intervención de las tropas de Moscú en Ucrania- , deriva en un importante beneficio económico para la Argentina en estos momentos de crisis.


El año pasado, Rusia compró u$s 1.000 millones de productos agrícolas, principalmente carne y pollo, a Estados Unidos y unos u$s 11.800 millones a la UE.


Una situación que tiene algunas similitudes se dió en la década del 80 cuando el mundo vivía las tensiones de lo que se denominó la Guerra Fría, en la que Estados Unidos y la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se disputaban la supremacía global, pero sin enfrentamientos armados.


En ese contexto, el 27 de diciembre de 1979, tropas de la entonces Unión Soviética, invadieron Afganistán, un país vecino, rico en petróleo y de gran importancia geoestratégica, con el fin de acabar con el avance de los insurgentes muyhaidines que recibían dinero y armamentos de Occidente.


La respuesta de Estados Unidos, cuyo presidente era el demócrata James Carter, fue decretar un embargo cerealero y pedir a los países exportadores de cereales, como Australia, Canadá y la Argentina, que se plegaran a las sanciones.


Las relaciones de Washington con la dictadura liderada por el general Jorge Rafael Videla no pasaban por un buen momento por las críticas de muchos sectores estadounidenses a las violaciones a los derechos humanos en este país.


La paradoja que se dio en esa circunstancia es que mientras se tensaban las relaciones con el país amigo (una de las razones en que se apoyó la dictadura para tomar el poder era salvar al país de las garras del comunismo), la URSS, de gobierno comunista, no cuestionaba los temas relacionados a los derechos humanos.


Aunque la Argentina criticó la invasión a Afganistán, optó por no plegarse al embargo cerealero. El entonces canciller Nicanor Costa Mendez argumento en su momento: La Argentina tiene la obligación de desarrollar una política exterior independiente y de poner esa política al servicio del interés general. Ello significa que no puede limitar aquellas ventas de cereales que son necesarias para su comercio exterior y para su desarrollo económico.


El resultado fue que la Unión Soviética pasó a ser la primera compradora de granos argentinos absorbiendo durante el 60% del volumen total de las exportaciones de esos productos.


En la reciente visita del presidente Putin al país se firmaron una serie de acuerdos de cooperación en materia energética y tanto el mandatario ruso como la presidenta Cristina Fernández de Kirchner expresaron su deseo de estrechar relaciones.


En 2013, el comercio bilateral creció un 30%. Pasó de los u$s 1.989 millones en 2012 a u$s 2.627 millones según un informe de la Cámara Argentino-Rusa. Los productos argentinos que lideraron las exportaciones a Rusia el año pasado fueron frutas frescas, carnes, lácteos, maní y frutos secos, mostos y bebidas alcohólicas, fundamentalmente vino. Las importaciones desde Rusia se concentraron en reactores nucleares, vehículos, productos farmacéuticos y tecnología.


Aunque todavía no se pasó al terreno de las conversaciones a los hechos, otra vez podría suceder que un hecho ajeno redunde en un beneficio económico más que oportuno.

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