La ineficacia del consenso tardío y a las patadas

El fenómeno es cada vez más pronunciado. El Gobierno pone en marcha sus proyectos prometiendo rayos y centellas contra sus adversarios y después retrocede, incluso más allá del punto de partida. Sucedió con la estatización compulsiva de las acciones de YPF en manos de Repsol, por las que se terminaron pagando más de 11 mil millones de dólares. Y pasó algo similar en torno a la deuda con el Club de París, por la que se pagaron intereses más abultados de los necesarios.


Ayer, el kirchnerismo aprobó un dictamen en la Cámara de Diputados para avanzar con la ley de Abastecimiento en el que modificó algunos puntos muy sensibles, que habían provocado el reclamo y el aboquelamiento de todas las entidades empresarias. Aún las de aquellas que solían tener posturas más cercanas a la Casa Rosada.


Los cambios y la eliminación de algunas intromisiones en las decisiones empresarias que iban más allá del papel regulador que debe tener el Estado, habrían sido más efectivos si se hubieran planteado antes de entrar en una polémica que derivó en una batalla judicial. El consenso a las patadas es un mecanismo probadamente ineficaz, sobre todo en los tiempos ingratos del fin de ciclo.

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