El "vamos por todo" también es una bandera para el museo de las derrotas

El 22 de noviembre no sólo se produjo un cambio de ciclo político. En el ballottage también fue derrotada una de las ideas más nefastas de los últimos años: el "vamos por todo", una frase de la Presidenta que representó mejor que ninguna otra la concepción hegemónica del poder presente en muchos dirigentes del kirchnerismo. Y que deterioró las mejores intenciones de aquel proyecto político que irrumpió fresco en la Argentina con un discurso de reivindicación institucional, de desarrollo económico y de transparencia que sobrevivió poco tiempo para terminar en relato.

Cristina lo dijo en Rosario el 27 de febrero de 2012. No sabía que las cámaras la estaban filmando y transmitiendo a todo el país. Pero el "vamos por todo" dejó bien claro que el kirchnerismo pretendía marcar con el sello de la intolerancia el escenario político, el económico, el Congreso, la prensa, la burocracia estatal, la cultura o el fútbol. Por eso, es que los gobernantes elegidos para reemplazarlos deberán llevar adelante cambios estructurales de enorme magnitud.

Afortunadamente, el presidente Mauricio Macri no tendrá mayorías aplastantes en el Parlamento ni en la estratégica provincia de Buenos Aires. Tendrá que consensuar buena parte de su gestión y utilizar la herramienta del diálogo en toda su magnitud. Ya se perciben gestos de mayor tolerancia en dirigentes que van a integrar la oposición como Daniel Scioli, Sergio Massa o Juan Manuel Urtubey. Nunca es fácil volver de la oscuridad pero el "vamos por todo" parece ser una bandera pronto a ser guardada en el museo de las derrotas.

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