El Papa Francisco, en la línea influyente de Juan Pablo II

La argentinidad nunca descansa. Además del impacto histórico que tiene el reestablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba, hay un protagonista que robustece el ego siempre fácil del país adolescente. El acercamiento entre Barack Obama y los hermanos Raúl y Fidel Castro nunca hubiera sido posible si no hubieran mediado los encuentros auspiciosos, las cartas y la persuación del Papa Francisco para que se rompieran cincuenta años de hostilidad injustificable.

No fue necesario exagerar el rol del hombre que hasta hace un par de años viajaba en el subte porteño hasta el barrio de Flores. El propio Obama, el presidente negro cuya imagen venía desflecándose en los últimos meses, agradeció públicamente las gestiones del Papa argentino. Y un austero comunicado de El Vaticano se limitó a confirmar los hechos y a restringir la mediación papal a unos discretos "buenos oficios". Pero la cálida impresión que Francisco le produjo el presidente estadounidense y los contactos aceitados que la Iglesia Católica mantiene en la isla (a pesar del regimen comunista) ayudaron a ablandar un conflicto al que los grandes apellidos de la política norteamericana como los Kennedy, los Bush o los Clinton jamás habían podido encontrarle vías de solución.

El Papa Francisco, quien también hace intentos por acercar a los líderes árabes e israelíes en el complejo conflicto de Medio Oriente, entra así en una galería de mediadores espirituales que tuvo como máximo exponente a Juan Pablo II. La influencia del Papa polaco fue bien conocida por los argentinos ya que evitó una guerra insensata entre nuestro país y Chile en diciembre de 1978, cuando las dictaduras militares que gobernaban ambos países se disponían a iniciar un conflicto bélico en el sur del continente por las tres islas del canal de Beagle.

La caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento del regimen comunista que la Unión Soviética sostuvo y financió durante 45 años también encontró a Juan Pablo II como mediador y garante de que la explosión social en pos de las libertades no terminara de la peor manera. Si bien la imagen de la Iglesia no era la mejor en las últimas décadas, el predicamento de sus Papas más populares le facilitó un espacio en ciertos acontecimientos históricos.

Allí es donde aparece el perfil renovado que Francisco le da a la Iglesia. Sus batallas a favor de la austeridad en la Santa Sede, de las nuevas minorías y en contra de la pedofilia de algunos sacerdotes le valieron el rápido reconocimiento del planeta, una inmensa popularidad en las redes sociales y hasta una tapa de la revista Rolling Stone, ícono del liberalismo anticlerical del post hippismo estadounidense. El Papa fue uno de los candidatos al premio Nobel de la Paz aunque quedó lejos de ganarlo. Pero si el deshielo entre EE.UU. y Cuba se termina definitivamente, su nombre volverá a ser postulado en 2015 y será difícil hallar rivales a la altura de sus crecientes pergaminos.

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