El Gobierno está recalculando

El gobierno no es un nucleador de masas y no presume de eso. Quizás, si lo fuera, se respaldaría más en los apoyos de las bases. Como las masas están ausentes le queda hacer buena tarea política por derecha y por izquierda y conseguir acuerdos imprescindibles de gobernabilidad.

Algunos días el gobierno muestra que está allá arriba y mira el mundo cruel y antipático de la política con cierta displicencia. Creen fervientemente en su credo del férreo optimismo por sobre toda una realidad que le resulta bastante adversa. Y han venido profetizando que ese optimismo es el factor ineludible que transformará al país. El presente y el pasado no importan repiten sólo trasciende el tiempo que vendrá. Es un punto de vista bastante cándido porque no toma en cuenta todas las vallas con las que se vienen encontrando. Barreras que necesitan por parte del Estado condiciones de negociación inmejorables.

El macrismo ganó la elecciones, junto con el apoyo de radicales, de progresistas sueltos y de Lilita Carrió. El gobierno que conformaron fue integrado por funcionarios ya probados en la Ciudad de Buenos Aires y por expertos que han dado prueba de ser excelentes conductores de empresas o grupos empresarios. Pero sin contacto con el gran espectro social en el país. No han permitido la presencia activa del radicalismo que tiene experiencia en la acción política a nivel nacional. Y Lilita ha quedado en el Parlamento como fiscal de la República, papel que ha traído algunos cortocircuitos.

Los que sucedieron al populismo deliberadamente corrupto fue Cambiemos, pero como entidad dejó de existir. Los que tiran del carro son hombres del PRO. El radicalismo ha quedado a un lado y muchos de sus adherentes están resentidos. La población votó a Cambiemos cuyo mascarón de proa fue Macri por muchas razones. En primer lugar por la buena gestión del presidente en la Capital Federal. Si bien una cosa es una ciudad por más importante que sea y otra bien distinta es manejar un país, los mayores votos los recibió él. La mayor cantidad de los votos salieron de los argentinos críticos de las discursos ampulosos, fatigantes y caprichosos del populismo, los que rechazaron el manejo arbitrario y totalitario del cristinismo, la extendida corrupción, la crisis económica avanzada y ciertas concepciones en la Casa Rosada que rozaban la locura.

Desde enero el cristinismo entró en picada. Volvió a tener forma, pero escasa, en la manifestación frente a los tribunales de Comodoro Py. Y el peronismo clásico no les dio ninguna cabida. De todas maneras el cristinismo sigue instalado en las redes sociales. Insiste y agrede.

Ellos no han hecho la menor evaluación de gestión, no conocen el término autocrítica, pero castigan con dureza a Macri, dispuestos a destrozarlo. Una expresión entre infantil y delirante fue la de Ricardo Forster , un emergente de todos ellos que declaró: "Me gustaría que a Macri le vaya mal". Ellos han dejado una crisis tan vasta y endemoniada que inexorablemente costará un tiempo resolver. No fueron populares ni nacionales. La exacción fue su bandera.
Así las cosas, el peronismo institucionalizado ha dado muestras por momentos de cierta cordura y respeto civilizado.

Pese a ello, Daniel Scioli, el perdedor, el mismo que dejó la arcas vaciadas en la provincia de Buenos Aires cuestionó las medidas económicas oficiales a contramano de sus asesores económicos en la campaña. Estos se encargaron de subrayar que si Scioli hubiera sido el triunfador ellos hubieran hecho exactamente lo que hizo Macri.

Ahora se están viendo serias contradicciones en la administración del PRO. Siguen comportándose con especial vanidad. Han asegurado y lo siguen diciendo que ellos no les dan importancia a las encuestas de opinión pública. Sin embargo tienen más de dos empresas de sondeos pagas, a su disposición. Y las leen puntillosamente..

Marcos Peña, su Jefe de Gabinete, ha dado instrucciones de no preocuparse por la falta grave de comunicación de los actos de gobierno. Que sólo interesan las redes sociales. Tardaron muchísimo tiempo, hasta la inauguración del Parlamento, en explicar el balance desesperante que legaron del cristinismo. En esos primeros cuatro meses de gestión, Peña no dio importancia al uso de la didáctica indispensable para plantear el aluvión que caía sobre el país. Pero en los últimos días el Presidente ha optado por reiterar un mensaje clarificador de la herencia recibida.

De todas maneras sigue habiendo incoherencias comunicacionales y políticas. En medio de la inundación donde el 80% de los tambos estaban bajo el agua y se había perdido una parte importante de las cosechas (las que dejan divisas), con mano firme se dispuso el incremento de los combustibles que conforma el total de 30% desde el 1 de enero. Un retoque que se puso en marcha sin explicaciones claras, desatendiéndose de la población, un factor que pegará en el indicador inflacionario que puede superar el 30% anual.

La mano pulite no durará todo el período presidencial. Habrá que hacer, entonces, mucha política.

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