Economía: ¿vos ves lo mismo que yo?

La caída del comercio exterior, el freno de la actividad económica, la debilidad del mercado de empleo, el piso de la inflación en el 30%, la caída del salario en términos reales, la suba de las tarifas de servicios públicos, el recorte del consumo, las restricciones a las importaciones, el difícil acceso al mercado de divisas, la raleada expansión del crédito, el deterioro de las economías regionales. El rosario de temas que se agrupa aquí arriba no da margen para especulaciones: el proceso económico y social que se debate por estos días en la economía real de nuestro país habla de una situación que merece atención y que no debiera ganar profundidad. No es una crisis, pero está lejos de ser el escenario de buena parte de la década pasada. Hasta aquí puede llegar cualquiera y echar un vistazo: nada para ilusionarse y mucho para cambiar. Hay desafíos y también algunas apuestas que ya están en marcha y que podrían revertir su situación inicial. La más clara es la fotografía de la energía, hoy en marcha con inversiones cuya zanahoria es Vaca Muerta, pero que redunda en un ingreso de divisas y en la visión, según Galuccio, de transformarnos en un país que se autoabastece. Pero para ello habrá que esperar 10 años.


El otro conjunto de impresiones resulta más egoísta. El cuadro en cuestión se desprende de los mercados financieros, cuyo único objetivo -y está bien que así sea-es saber si aquél que les vendió un bono con una tasa de interés prometida, está en buenas condiciones como para pagarlo. Es lo que pasa con la Argentina: sus bonos cotizan a u$s 99 por cada lámina de 100, lo que implica una amplia expectativa de pago. En la traducción implica que a la hora de pensar si el Gobierno va a honrar su deuda, pocos dudan o, quizás, la duda no genera la suficiente convicción como para pasar por alto el gigantezco costo de oportunidad que implicaría salir de los bonos argentinos que prometen tasas en dólares por encima del 10% anual para ir en la búsqueda de las promesas de 2% que hace el Tesoro de Estados Unidos. No es una visión abarcativa, ni siquiera prometedora: es sencillamente una cuenta de almacenero: si tenés dólares, me vas a poder pagar. Por supuesto que para el inversor hay destinos intermedios, plazas con menos riesgo que Argentina, con más riesgo que EE.UU. Pero la tentación, sumado a los gestos del Gobierno que en pos de no defaultear su deuda ha realizado prematuramente la posibilidad de pagar el Boden 2015.


Una es presente. La otra es futuro. La primera cabe en lo que hoy ya es noticia; la otra, en lo que vendrá, un manojo de expectativa moldeable. Son dos visiones de una misma Argentina. A ambas las necesitamos, de distinta manera. Por eso habrá que prestar atención: es difícil que los funcionarios de Economía vuelvan a cometer dos veces el mismo error. Habrá que preparase bien, vender a los inversores la idea de una Argentina que con algunos recursos más, tiene todo para estabilizarse y seguir creciendo.

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