Default con un toque de Alberto Migré

Tuvo el suspenso, los giros y la intensidad de cualquier buen melodrama. Cuando todos creían que sólo restaba la formalización del acuerdo, el acuerdo se evaporó. Entre la incredulidad y la picardía, se especuló con una puesta en escena. Pero la esperanza de un arreglo privado tampoco se mantuvo a flote ayer. No tuvo chances, aseguran, tras la definición de Kicillof: no se paga más que en el canje. Fue un default que ya casi se había evitado. Al menos, en la imaginación del mercado.

El Gobierno eligió plantarse en su oferta del último canje para evitar exponerse a los riesgos legales asociados a cualquier propuesta superadora. El ministro insistió en que una rentabilidad del 300% debía satisfacer a los buitres. Pero es difícil reclamar a especuladores curtidos y dispuestos a soportar años de desgaste judicial para maximizar ganancias que se conformen con un pago menor al de una sentencia.

En todo caso, el default confirmado dispara escenarios inquietantes, como el de una aceleración de los bonos que obligue a enfrentar una nueva reestructuración de la deuda. Instala además un nivel de incertidumbre que podría hacer trastabillar a una economía ya endeble, sobre todo en la medida en que no se logre remediar la situación en un lapso de tiempo relativamente corto.

El default a lo Migré nos hizo sufrir hasta último momento. Hoy lo mejor que puede ocurrir es que sea tan fugaz como melodramático.

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