De pie, señores: se despide un grande
Algo pasó desapercibido tras la presentación del iPhone 6 y el reloj inteligente de Apple el martes pasado: el fin del iPod Classic. Era inevitable, se veía venir, las ventas caían en picada. Pero no deja de ser una noticia importante que vale destacar porque el iPod es, sin dudas, uno de los principales símbolos culturales de esta era digital. Fue un dispositivo tecnológico revolucionario que puso de rodillas a la industria musical y a su vez, uno de los mayores motores de la recuperación de Apple en el regreso de Steve Jobs a fines de la década del 90, la marca insignia que abrió la época dorada.
Corría el año 2000, pleno boom del MP3 y Napster. Los pocos reproductores digitales que existían en el mercado (como Río PMP, MPMan F10) eran complejos, llenos de botones e interfaces confusas y con baterías de apenas una hora de duración. En secreto, Jobs empezó a trabajar con el diseñador Jonathan Ive y los ingenieros Jon Rubinstein y Tony Fadell en un producto para reproducir MP3 con dos premisas: fácil de usar y gran capacidad de almacenamiento. El 23 de octubre de 2001 Jobs lo presentó en sociedad. Era blanco, minimalista y con un disco rígido de 5 GB que almacenaba mil canciones. Un mes después del atentado a las Torres Gemelas, la noticia pasó casi desapercibida. Además era un producto solo para usuarios Apple, que en aquel entonces eran pocos.
Pero poco a poco empezó a venderse y el soft iTunes (para gestionar las canciones) se abrió a usuarios Windows. El iPod traía auriculares blancos, que se convirtieron en un ícono cultural de la generación post-walkman, y que Apple supo aprovechar y estimular con una excelente campaña publicitaria de la agencia TBWA\Chiat\Day, aquella con siluetas negras bailando sobre colores. En pocos meses, caminar por la calle con cables blancos pasó a ser cool y sinónimo de vanguardia, música, deportes y juventud, explica el periodista Steven Levy en su excelente libro The Perfect Thing: How the iPod Shuffles Commerce, Culture, and Coolness (2006).
El éxito del iPod durante la primera década del 2000 fue descomunal. Cada nuevo modelo que Apple lanzaba (Shuffle, Nano, Mini, etc) vendía más que el anterior. En sólo dieciocho meses, la empresa vendió un millón de iPod. Pero en los tres años siguientes, esa cifra trepó a diez millones. Para 2007, las ventas del dispositivo representaban la mitad de todos los ingresos de Apple.
Insaciable, Jobs iba por más. En paralelo al éxito del iPod, se sentó a negociar con la industria de la música para vender canciones a 1 dólar y llenarlos los reproductores de música legal. En abril de 2003 nació la exitosa plataforma iTunes Store que, a principios de 2010, llegó a despachar su canción número diez mil millones. Eran tiempos felices, musicales. Apple vendía sin parar y nosotros bailábamos al ritmo de cada nuevo iPod.
Pero llegaron las pantallas del iPod Touch, el iPhone y el iPad y las cosas cambiaron. Desde fines de 2009, las ventas de los iPod empezaron a bajar sin pausa. Hasta que el martes pasado, el bautizado Classic con la ruedita Click Wheel pasó a mejor vida y fue retirado del sitio oficial de Apple.
Pero, como dijo Bob Dylan (uno de los ídolos de Jobs), los tiempos están cambiando. Los usuarios ya no quieren un dispositivo que solo almacena canciones y no puede conectarse con ningún otro, ni sacar fotos, ni tampoco instalar aplicaciones para compartir esas canciones, jugar o chatear. Ahora la música se escucha con pantallas táctiles desde los smartphones (que almacenan música) o directamente online, en streaming, a través de servicios como Spotify, YouTube o Grooveshark, entre otros.
Pero por suerte la música seguirá sonando, en cualquier momento y lugar donde haya un instrumento, alguien con ganas de cantar y un parlante.
QEPD, querido iPod. Gracias por todo!
Corría el año 2000, pleno boom del MP3 y Napster. Los pocos reproductores digitales que existían en el mercado (como Río PMP, MPMan F10) eran complejos, llenos de botones e interfaces confusas y con baterías de apenas una hora de duración. En secreto, Jobs empezó a trabajar con el diseñador Jonathan Ive y los ingenieros Jon Rubinstein y Tony Fadell en un producto para reproducir MP3 con dos premisas: fácil de usar y gran capacidad de almacenamiento. El 23 de octubre de 2001 Jobs lo presentó en sociedad. Era blanco, minimalista y con un disco rígido de 5 GB que almacenaba mil canciones. Un mes después del atentado a las Torres Gemelas, la noticia pasó casi desapercibida. Además era un producto solo para usuarios Apple, que en aquel entonces eran pocos.
Pero poco a poco empezó a venderse y el soft iTunes (para gestionar las canciones) se abrió a usuarios Windows. El iPod traía auriculares blancos, que se convirtieron en un ícono cultural de la generación post-walkman, y que Apple supo aprovechar y estimular con una excelente campaña publicitaria de la agencia TBWA\Chiat\Day, aquella con siluetas negras bailando sobre colores. En pocos meses, caminar por la calle con cables blancos pasó a ser cool y sinónimo de vanguardia, música, deportes y juventud, explica el periodista Steven Levy en su excelente libro The Perfect Thing: How the iPod Shuffles Commerce, Culture, and Coolness (2006).
El éxito del iPod durante la primera década del 2000 fue descomunal. Cada nuevo modelo que Apple lanzaba (Shuffle, Nano, Mini, etc) vendía más que el anterior. En sólo dieciocho meses, la empresa vendió un millón de iPod. Pero en los tres años siguientes, esa cifra trepó a diez millones. Para 2007, las ventas del dispositivo representaban la mitad de todos los ingresos de Apple.
Insaciable, Jobs iba por más. En paralelo al éxito del iPod, se sentó a negociar con la industria de la música para vender canciones a 1 dólar y llenarlos los reproductores de música legal. En abril de 2003 nació la exitosa plataforma iTunes Store que, a principios de 2010, llegó a despachar su canción número diez mil millones. Eran tiempos felices, musicales. Apple vendía sin parar y nosotros bailábamos al ritmo de cada nuevo iPod.
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