Compartiendo el Capital

El despegue de la inversión no sólo marca la intensidad de la recuperación, sino que también atenúa la volatilidad característica del ciclo económico argentino. Con el acceso al financiamiento despejado y apostando a la mejora en la infraestructura, se inicia una nueva etapa en la que la recuperación de la inversión podría sentar una buena base de sustentabilidad para el nuevo ciclo de crecimiento que se inicia.

Si bien las perspectivas son muy favorables, lo cierto es que la inversión aún no ha despertado pese a los avances que realizó el Gobierno desde el inicio de su gestión para mejorar las expectativas (liberalización del cepo cambiario, acuerdo con los HO y una nutrida agenda pro negocios, entre otros). Durante el primer semestre la formación bruta de capital fijo (FBKF) cayó 4,2% i.a. arrastrada por el desplome de la construcción (-12% i.a.), mientras que equipo durable (55% de la FBKF) creció 2% i.a. impulsado por las importaciones.

Aunque con menor intensidad, la caída de la inversión habría continuado en el tercer trimestre, en el que estimamos una contracción de 0,7% i.a., siempre con la construcción opacando el buen dinamismo de las compras de equipo durable. Con la obra pública repuntando y el mejor desempeño del mercado inmobiliario, esperamos que la construcción comience a dar señales de recuperación traccionando en el último trimestre un repunte de 6% i.a. de FBKF y dejando un buen arrastre para 2017.

Más allá del resultado final de 2016, lo importante es que en los últimos 5 años la inversión no creció. Desde el último trimestre de 2011 cuando alcanzó el pico, acumula una caída del 10% por la contracción de 8% en la construcción y de 11% en equipo durable. En otros términos, el gobierno de MM aún tiene una importante tarea: no sólo recuperar el terreno perdido, sino lograr un sendero de crecimiento estable que alimente vía oferta doméstica el esperado despegue de la demanda.

En los últimos 40 años, la Argentina sólo tuvo dos períodos en los que la inversión lideró el crecimiento. El primero fue entre 1991 y 1998, durante la convertibilidad; baja inflación, una profunda reforma del Estado que incluyó la privatización de la mayoría de las empresas públicas y un fuerte ingreso de capitales, permitieron que la inversión crezca al 16% anual impulsada por equipo durable (+20% anual) y construcción (+10% anual). Con un contexto económico y político diametralmente diferente, el otro gran salto en la inversión ocurrió entre 2003 y 2011; la FBKF creció 15% por año impulsada por equipo durable (+22% anual) y en menor medida construcción (10% anual). La gran diferencia con el salto inversor de los noventa es que fue financiado por un contexto de precios de commodities récord que permitió eludir el crédito externo, gracias al elevado superávit en la cuenta corriente. En otros términos, el boom de inversión durante la década ganada fue financiado con recursos propios generados en el marco de un shock de ingresos positivo para al país.

Como sabemos, ambos experiencias no prosperaron. La primera, porque la estrategia de crecimiento con alta dependencia del crédito externo quedó sin sustento al cambiar el escenario global con la suba de tasas en los EE.UU. y la crisis de las economías emergentes a fines de la década. La segunda, porque el agotamiento del ciclo de suba de precios de materias primas y el fortalecimiento del dólar dejó al mercado cambiario sin la principal fuente de divisas. En ambos ciclos, los animal spirits inversores se retrajeron, aumentó la volatilidad y el crecimiento se detuvo.

Con estos antecedentes, la Argentina puede aprovechar inteligentemente las ventajas del contexto internacional actual para que la inversión pueda tener un nuevo salto. En primer lugar, el ciclo de elevada liquidez global continuará y con ello el costo de financiamiento para Emergentes seguirá siendo bajo. Además, los términos de intercambio -es decir la relación entre los precios de exportación e importación- se mantienen en niveles muy favorables. En otras palabras, no se vislumbran problemas de financiamiento ni problemas con la balanza de Pagos, lo que permite anticipar un horizonte despejado para la inversión.

Partiendo de esta base y sumado al enorme camino que tiene el gobierno por recorrer para mejorar la infraestructura, esperamos que la inversión comience a tomar cada vez más fuerza. La Argentina está recibiendo una lluvia de dólares financieros que se canaliza a deuda -nacional y provincial- que está permitiendo moderar los costos del ajuste. A medida que se vaya configurando el nuevo esquema económico, con el blanqueo como catalizador, el capital que llegue priorizará la inversión productiva por sobre la especulativa, orientándose a sectores con mejores perspectivas, como agro, energía, infraestructura, minería, consumo masivo, bancos y construcción. En este contexto proyectamos que la inversión salte 20% en 2017, aportando 4 p.p. al crecimiento del PBI el año próximo.

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