BALLET

La France a sus pies

Con 28 años, la argentina Ludmila Pagliero es la primera bailarina sudamericana en ser promovida a danseur étoile del ballet de la Ópera Nacional de París. Junto a la compañía gala 3E Etage, y a un selecto grupo de colegas, presentará en exclusiva, en el Teatro Coliseo, un espectáculo de vanguardia.

Texto: Laura Mafud

Sucedió el 22 de marzo de 2012. Una nueva gala de La Bayadera, de Rudolf Nureyev, acababa de finalizar. Los bailarines, ovacionados, saludaban a un público eufórico. Poco antes de que cayera el telón, la directora del ballet, Brigitte Lefèvre, irrumpía, sin más, en la escena. Desenfundando un papel cuidadosamente plegado en cuatro, subía al escenario, lista para dar un pequeño speech en representación de Nicolás Joel, director de la Ópera Nacional de París. Unas palabras que quedarán por siempre grabadas en la memoria de esa joven mujer extranjera que observaba expectante lo que acontecía delante de sus ojos, junto a sus compañeros de ballet. Entonces, los aplausos ya se habían detenido. El silencio -hondo, tal vez- ganó la pulseada. Y ahí comenzó todo. Las palabras de Lefèvre, de pelo rojizo prolijamente arreglado, por un segundo -eterno, quizá- parecieron sacudirla. De este modo, ante una sala llena, la argentina Ludmila Pagliero era promovida a danseur étoile, la máxima distinción para una bailarina. Poco después, todo se precipitó. Las loas. Los aplausos. Las lágrimas que ya no podían ser contenidas. Aquella noche, Pagliero entendió que algo imporante estaba pasando. Entendió que Francia se había rendido a sus pies.

Poco antes de su visita a Buenos Aires, como parte de la presentación del espectáculo Nouvelles Virtuosités que, en pocos días, ejecutará junto a otras 10 figuras de la compañía francesa 3E Etage en el Teatro Coliseo, Pagliero conversó con Clase Ejecutiva.

¿Cómo se prepara para su regreso triunfal a la Argentina?
Este espectáculo ya lo bailamos el año pasado en Estados Unidos y en Canadá; es algo que conocemos, que ya pusimos en el escenario, digamos. Entonces, el trabajo más complicado está hecho. Sólo hay que ensayar de nuevo para ponerse al día. En eso estamos.

¿Le genera un poco más de adrenalina por tratarse de su país?
Bailé en el Teatro Argentino de La Plata el año pasado. Obviamente, cambia mucho cuando una baila en otras compañías porque se llega en soledad y no se conoce demasiado a la gente. Entonces, sí, hay un poco de estrés. Además, cuando estás invitada, siempre te están esperando. Volver a la Argentina siempre me genera mucha emoción porque implica el reencuentro con la familia, con los amigos, con los profesores de baile de la escuela. Entonces, más que nada, hay emociones fuertes que manejar al mismo tiempo que el estrés que pueda generar una función o un espectáculo. Estos viajes de vuelta son muy intensos.

Baila conmigo

Pagliero nació el 15 octubre de 1983 y se crió en el porteñísimo barrio de Palermo. De niña, le insistió a su madre con que quería estudiar danzas clásicas como una necesidad de hacer algo con su cuerpo. Y, con poca preparación, ya a los 9 años ingresó al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. "Empecé en el primer año a entender realmente lo que era el trabajo de estudiar danzas para poder llegar a ser un día bailarina. Poco a poco, en ese aprendizaje, me fui enamorando y me di cuenta de lo que quería hacer. No fue un amor a primera vista, sino que fue un descubrimiento, paulatino, de este arte", rememora. Y confiesa que, en aquel momento, tenía muy poca preparación comparada con la de sus compañeras. Por eso, buscó ayuda a través de clases particulares complementarias. Y, enseguida, se adaptó al nuevo ritmo. "Al igual que dicen que sucede con los deportes, la danza fue para mí como una droga. Una vez que empezás, más querés", asegura.

Algunos de sus maestros fueron Olga Ferri, Andrea Bengochea, Héctor Barrile y Rina Valverde. Con apenas 15 años, Pagliero fue contratada como cuerpo de baile por el Ballet de Santiago de Chile. Poco después, se convertiría en solista de la compañía. Al obtener la medalla de plata del Premio Igor Youskevitch, llegó el ofrecimiento de un contrato anual para bailar en el American Ballet Theatre, en Estados Unidos. Y, luego, la posibilidad de hacer pie del otro lado del Atlántico, en la mítica París. En 2003, ingresó como refuerzo en la Ópera Nacional de París y, cuatro años más tarde, pasó de corifea a solista.

¿Le costó decidirse entre la Ópera de París o el American Ballet Theatre?
No demasiado, porque siempre me sentí más ligada a lo europeo que a lo estadounidense. No puedo darle muchas explicaciones de esta inclinación, pero siempre supe que era hacia aquellos lugares que quería ir si tenía la oportunidad de encontrar un trabajo en una de las mayores compañías. Siempre me interesó Europa. Por eso, cuando me ofrecieron el contrato en la Ópera, me pareció ideal. De esa forma podía venir y estar un tiempo en París y, si las cosas no funcionaban, probar suerte en otros países pero ya desde el continente europeo, que era lo que tenía realmente en mente.

Cuando se incorporó a la Ópera de París, ¿cómo la recibieron?
Cuando llegué hablaba muy poco francés, lo que me acordaba de la escuela, que era muy básico. Por eso, más que nada, hablaba en inglés. La Ópera de París es una compañía grande, con 154 bailarines. Cuando llegás hay tanta gente en los estudios y en las clases, que uno se puede esconder un poco y no estar tan expuesto. Entonces, no tenía la necesidad de comunicarme con todo el mundo. Cuando llegué, era, no sé si tímida, pero sí de quedarme en mi rincón, observando, tratando de escuchar y de habituarme de a poco al idioma. Fue un trabajo lento. Me tomé el tiempo de observar y de conocer a los bailarines de la compañía, quedándome a un costado para mirar y comprender cómo podía acercarme a ellos de la mejor manera, sin ser prepotente o molestar.

Desde el primer día que Pagliero llegó a París y se instaló en el arrondisement 18, trabajó intensa, pasionalmente. Su hoja de ruta describe, con orgullo, destacados papeles en obras de ballet tanto clásico como contemporáneo, luciéndose bajo la dirección de prestigiosos coreógrafos. Así, en ese largo y complejo aprendizaje, asumió roles importantes en obras como La dama de las camelias, de John Neumeier; Manon, de Kenneth MacMillan; In the night, de Jerome Robbins; La casa de Bernarda Alba, de Mats Ek; y La consagración de la primavera, de Pina Bausch, entre otros.

¿Qué roles le dieron más satisfacción?
Tengo un muy lindo recuerdo del primer rol principal que me dieron en la Ópera, en un ballet de José Martínez, ex étoile y ahora director del Ballet Nacional de Madrid. Fue él quien me eligió para el rol principal de Les enfants du paradis. Los tres ballets que hice con Mats Ek también me dejaron lindos recuerdos artísticos.

¿Qué significa ser elegida bailarina estrella?
Fue una gran sorpresa. Salí del teatro y la llamé a mi mamá. Cuando se enteró, se puso a llorar. A los pocos minutos, me llamó mi hermano. Él se había enterado por Facebook y quería corroborar si era verdad. Ahora es más que nada el comienzo de una nueva etapa en mi vida. El hecho de convertirme en bailarina étoile del ballet de la Ópera Nacional de París es un logro importante porque ninguna otra sudamericana lo ha conseguido. Es algo que nunca hubiera soñado alcanzar, pero las cosas se fueron dando. Trabajé para poder conseguirlo. Sin embargo, el hecho de que todo esto hoy sea parte de mi vida no significa que haya llegado a un punto final. Al contrario. Es, simplemente, el comienzo de una nueva etapa, de una nueva responsabilidad con respecto a la Ópera de París y a la danza como expresión artística. Como la Ópera me dio esta oportunidad siendo argentina, espero que en mi país quede la posibilidad abierta de poder compartir este arte sin ninguna frontera, sin ninguna nacionalidad.

¿Cuál es su sueño pendiente?
Laboralmente, pienso que ahora que llegué a ser étoile, van a llegar años muy interesantes en los que voy a poder interpretar los roles principales de muchas obras, ya que hay varias producciones por año en la Ópera. Por eso, estos primeros tiempos van a ser para mí un descubrimiento de destacadas obras clásicas, modernas y contemporáneas. Quizá después, más adelante, pueda elegir lo que más me guste. Pero ahora es el principio de un largo camino. Me gustaría poder compartir todo el esfuerzo que realicé hasta hoy, así como todo el trabajo y lo que pude conocer, con la gente de mi país... Por momentos ha sido difícil alcanzar pequeños logros en mi carrera y el no poder compartirlos con mi familia o mis amigos. Por eso, mi sueño sería poder hacerlo más seguido. También poder viajar más y bailar obras completas en la Argentina, para que mis padres puedan ir verme más habitualmente sobre el escenario y seguir mi evolución tanto técnica como artísticamente.

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