De la fiesta clandestina al (despiadado) boliche: el descubrimiento a destiempo que nos fascina a los sub 21 pandémicos

Primera entrega de «columniZta», una columna de MALEVA sobre las ideas (y las salidas) desde el punto de vista de la generación Z (los sub 25) de Buenos Aires/Por una columnista de 19 años/¿Por qué los boliches los deslumbran pero también los indignan? El fin del barbijo, los momentos horribles y las anécdotas de adolescentes para los que la fiesta estaba prohibida hasta hace nada.

Tengo diecinueve años y hasta hace unos meses nunca había pisado un boliche. ¿No les parece raro? Plena adolescencia y el único recuerdo que tengo de bailar fue en casas de amigos con un parlante y un mazo de cartas. Estos últimos dos años, mi vida nocturna se basó en descampados a cien kilómetros de la ciudad. Pero ahora que los conocimos, y esto es lo que les quiero contar en mi primera columna como «Columnizta» de la generación Z para MALEVA, es que ahora que conocimos los boliches, sé que no se van más.

El boliche es como un mundo aparte donde nos olvidamos de todo, donde no existe el barbijo ni las restricciones. Después de tanto tiempo sin estar entre una multitud, hoy es algo que disfrutamos mucho más. El boliche es, así lo considero, una revancha a lo que nos tocó atravesar estos años. Todo lo que nos prohibieron durante la pandemia, es lo que hacemos en el boliche.

Ni los guardias ni los organizadores usan barbijo. Nuestra generación nunca le tuvo mucho miedo al Covid, y si tenías alguna precaución era para cuidar a tu padre o abuelos. Siempre creímos que al ser jóvenes no nos podía pasar nada: por eso seguimos saliendo a fiestas clandestinas. Como adolescente, además, algunos sentían cierto atractivo por romper reglas. Aunque ahora nos damos cuenta que la libertad es mucho mejor. O ir a una fiesta sin miedo. Antes nos teníamos que cuidar de las restricciones y controles. Tengo un sentimiento muy vivo de llegar a una fiesta en Open Door y luego de haber manejado durante una hora, escuchar a un chico decir que nos vayamos porque "había caído la cana".

Pasar por este tipo de situaciones a mí generación le resultó extraño. Lo que para otras generaciones era lo cotidiano, lo lógico, para nosotros fue excepcional y riesgoso. Lo que sentimos es que ahora empezamos a disfrutar de la noche como se debe. Los boliches de moda, los más top, para los sub 25 están en la costanera norte de Buenos Aires. Con vista a los veleros, con pista de técno y de canchengue, con terrazas, con extranjeros. A los boliches porteños volvieron los extranjeros. El viernes pasado me hice amiga de dos chicos alemanes. Hay boliches donde están tocando dj´s conocidos, con promociones dos por uno en tragos, cervezas y tapas, y están los que son pura electrónica, con line ups increíbles.

Aunque hay un aspecto de los boliches que a mi generación le hace ruido más que a las anteriores, algo que ataca directamente a nuestra voz interna: que sigan siendo espacios de discriminación (lo cual además es muy anticuado). Si sos hombre, tu noche no va a estar por debajo de los tres mil pesos. Porque para que te dejen pasar sin problemas, vas a tener que reservar una mesa. Pero siendo mujer, las complicaciones son mayores y mucho más cuestionables. Tiene que ver con estándares de belleza que en pleno 2022, los boliches de Buenos Aires siguen imponiendo. Para entrar a estos boliches, tenés que ser un estereotipo. El que ellos aceptan y definen. No hay diversidad estética ni social ni cultural.

En la entrada, como pasó siempre, te miran y analizan de arriba hasta abajo. Y después de examinarte, temés que te digan «no, vos no pasás». No exagero. Hace unos días a una amiga de nuestro grupo le prohibieron entrar. ¿Por cómo estaba vestida? ¿Por que no usaba botas o tacos? ¿Por que no les gustó el peinado o estaba «mal maquillada»? No hubo explicación. El patovica le dijo «vos no» y nos quedamos en shock. Nos volvimos todas. Además de un horrible momento, esto a las chicas nos provoca una profunda inseguridad.

Pero aunque sea muy retrogrado y les cuente esto, vamos a seguir queriendo ir a boliches. Las fiestas en casas van a seguir a pleno, pero como pre-boliche. Con su lado entretenido y luminoso, y con su costado incluso cruel, los boliches son furor. Como siempre.

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