7 spots gastronómicos donde se miman los millennials

Están al tanto de las últimas tendencias gourmet pero también valoran que la experiencia gastronómica sea 360º. Comida rica y saludable, espacios descontracturados pero con onda, mesas comunitarias, locaciones en barrios de moda y en vecindarios emergentes, servicios pet y bike friendly. Cuál es el mapa de sus exigencias.

Tetuán : primavera morocco style

 

Primero un secreto a voces, ahora es uno de los lugares más populares para comer entre semana. Se luce en una zona de Palermo en flamante ebullición, sobre la calle Ravignani, y fue diseñado con mucho tino para acomodarse a las necesidades de los millennials. Ubicado en un viejo galpón recuperado y totalmente decorado con muebles de madera funcionales que hacen las veces de mesa, asiento o escalón distribuidos cual tribunas (a veces se proyectan partidos, de hecho), y con mesas comunitarias en el centro, la idea es que los comensales se apropien del espacio como les plazca. De Nicolás Wolowelski y Juan  Martín Migueres (también dueños de Benaim y La  Pastronería), la propuesta hace foco en la comida marroquí adaptada al paladar porteño, con base en la técnica de las brasas (trabajan con un brasero a quebracho y un horno de barro). Así, salen carnes en formato sándwich y pinchos; guarniciones como hummus, papas rústicas con salsas variadas y ricores veggie como las berenjenas asadas. Además, hay birra artesanal en una pequeña barra que también ofrece cócteles de autor y, cada jueves, recibe a bartenders y DJs invitados cuyo arte se puede disfrutar directamente en la vereda. Indispensable ir temprano si se quiere conseguir ubicación.

 

Mood Burger: terraza escondida

 

Cualquiera que camine por ese tramo de la calle Thames al 1600 podría pensar que es sólo otra hamburguesería de moda. Sin embargo, ese prejuicio podría implicar un doble pecado mortal: perderse una propuesta súper competitiva en el contexto de la fiebre palermitana por las burguers y quedarse sin disfrutar de una terraza espectacular cuya barra de cócteles ofrece una vista insólitamente despejada en ese colapsado barrio. Emplazado en una típica casona porteña reciclada y decorada con muchos graffitis, ofrece un menú de hamburguesas inspirado en la cocina de distintos países, incluyendo rarezas como la Huancaína (100 por ciento carne vacuna, chips de batata, cheddar, huevo a la plancha, cebolla morada y salsa huancaína), la Chicken Masala (pollo, harina de maíz con sal de masala, tomates y cebollas asadas, cilantro y mayonesa de especias en pan de trigo sarraceno) y la Al Pastor (bondiola, guacamole, ananá, cilantro, cebolla morada, queso y pickles de jalapeño, en tortilla de trigo).

Además hay happy hour en cerveza artesanal tirada y cócteles clásicos. Para completar la oferta millennial, organizan ciclos de DJs y bandas en vivo (invitados los jueves por la noche) y jam sessions los domingos por la tarde. Sin dudas, una gran promesa para los atardeceres de verano.

 

Chorix: esquina de moda

A unos pocos pasos del universo de las hamburguesas, una esquina ya es reconocible entre los foodies por su fachada amarilla y por la cantidad de gente, sentada o parada, comiendo el más popular de los sandwiches de bandera. De los creadores de La Carnicería, este pequeño localcito que ya ha cumplido su primer aniversario es ‘el’ spot millennial palermitano por excelencia. El secreto: distintas variantes de choripanes a maridar con birra, vermú o gin tonic; una deco cool con cuadros y gráficas del talentoso Alan Berry Rhys, más mucho neón; régimen de autoservicio, buena música, y mucha buena onda. En síntesis: una redefinición del concepto de comida al paso. Los choris salen clásicos y al pan con chimichurri, ahumados (con alioli y rúcula en pan de queso), de distintos embutidos y hasta en versión asiática gracias a la incorporación del Chorizan: con mayonesa japonesa y pepinos picantes, sólo apto para aventureros. Organizan ciclos de invitados  por el cual han desfilado prestigiosos chefs locales, así como bartenders y barmaids. Un combo imbatible.

 

Uptown: exclusividad trendy

 

El gastrobar del año cuenta con dos espacios de barra, salón central para comer y bailar y apartados VIP. Es el templo de los millennials que quieren beber y comer bien –el menú lleva la firma de Dante Liporace, chef de Casa Rosada– sin privarse de bailar en un ambiente que actualiza los códigos del levante 3.0. La combinación de misterio (gracias a una cuidada estrategia de comunicación) y sofisticación en la puesta en escena pero con deliberada informalidad (el staff está lookeado con uniformes Adidas, la estética general es moderna y se recrea el vagón de un subte neoyorquino) funciona como imán para el target joven, urbano y trendy. Su imponente barra central es atendida por bartenders reconocidos como Chula Barmaid y Luis Miranda. Sus creaciones más celebradas: Rich Bitch (Jameson, granadina de hibiscus, jugo de limón, bitter de pomelo y clara), Lady Day (Bombay, chardonnay, cordial de sandía y jugo de limón) o Big Poppa (Hennessy, Carpano Bianco, Chartreuse y Cointreau). Drinks, glamour, hip hop… Y say no more.

 

La calle: en código arty-trash

Sin ser un speakeasy pero con algunos códigos de ese concepto –se ubica detrás de la pizzería La Guitarrita –, fue construyendo reputación y conquistando la fidelidad de un público que se acerca a los ciclos de música, coctelería y eventos de arte que organiza este bar millennial a ultranza. Con una ambientación decididamente callejera y arty-trash, tiene una muy linda barra de casi 10 metros, una DJ van; pinturas, obras y graffitis que intervienen el espacio y mesas para sentarse a comer pizza y disfrutar tragos. Es un interesante entry level para las nuevas generaciones que no están acostumbradas a la coctelería, con opciones ricas, atractivas y accesibles (en precio y combinaciones de sabor) inspiradas en diferentes calles del mundo por las que han viajado sus propietarios. Ese guiño de educar a las nuevas generaciones en el arte del buen beber hay que agradecérselo a la barmaid Mona Gallosi, quien diseñó la primera carta. Sugerencia: el power Argento (cerveza, whisky, syrup especiado y eucalipto) y el veraniego Berghain (Jagermeister, vodka, ginger ale, lima, syrup de hierbas).

 

Bradley: experiencia high profile

 

Para los millennials más show off, nada como este espacio donde lo teatral cobra fuerza en pos de asegurar una experiencia total. Este bar oculto inspirado en una antigua estación de ferrocarril del mítico Expreso de Oriente simula un viaje un tren, con vagón y todo para ingresar. Del otro lado, un amplio salón siempre ajetreado, con apartados y mesas, barra integrada por un nutrido equipo de jóvenes bartenders –algunos del interior, otros ganadores de torneos internacionales o finalistas del World Class– que sirve cócteles de autor. ¿Qué probar? Vi King (con vodka Absolut Elyx, jugo de piña, jugo de lima y almíbar de granada), Phukay Salesman (con Bacardí Carta Oro, pasta de banana y miel, horchata de nueces, jugo de lima y gotas de Branca Menta) o Monsieur Poirot (con vodka, Cointreau, almíbar de piña, jengibre y miel, puré de frutos rojos, jugo de limón y clara). Para cenar, carta de hamburguesas, pescados y carnes al plato, finger food y postres, con el sello del chef Augusto Caballero. La reserva es in-dis-pen-sa-ble.

 

Pl Deli: un jardín de cemento

 

Churros salados, cerveza y un jardín espectacular. En un tramo poco transitado de la calle Gorriti, el local luce como una coqueta pastelería a la calle, cuyo brunch de domingo se convirtió en un secreto a voces. Como suele suceder, la felicidad completa es patrimonio de los curiosos: detrás de la cocina, se abre un patio inmenso, que ocupa el pulmón de manzana, con decks y mesas. La carta de verano promete ser un golazo, con su propuesta de churros caseros, dulces y salados, que se pueden combinar con aperitivos o una cerveza a la caída del sol. Increíble los churros de papa con queso fundido, los de albahaca con chutney de tomate y los de eneldo con crema de salmón ahumado. Delicatessen para chuparse los dedos.

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