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El fin del Fashion District: una ley podría hacer desaparecer al principal polo de producción de ropa en EE.UU.

La industria de la moda en Los Ángeles siente los efectos de la campaña en favor de los derechos laborales.

Por mucho tiempo Los Ángeles fue el principal núcleo estadounidense de la fabricación de ropa, produciendo remeras, vestidos y prendas de baño para marcas de moda en todo el mundo. Pero la combinación de nuevas leyes laborales y el aumento de costos amenaza el futuro del "Made in the USA".

La Ley de Protección de Trabajadores de la Indumentaria de California es una norma aprobada hace un año que apunta a la práctica del sector de pagar a los empleados por prenda, en vez de un salario por hora, lo que a menudo hace que perciban menos que el salario mínimo. También responsabiliza a las marcas de los abusos laborales cometidos en su cadena de proveedores. Normas similares se están considerando en el estado de Nueva York y en el Congreso estadounidense.

La carrera por producir prendas más baratas y con más rapidez ha hecho que las marcas se vuelvan ultrasensibles a los costos, lo que torna más atractiva la producción en el exterior cuando los gastos suben incluso de manera gradual. Firmas entrevistadas para este artículo dijeron que la producción de ropa en Los Ángeles se ha vuelto más costosa como consecuencia de la norma del estado, ya que redujo márgenes y las obligó a subir precios, con el riesgo de perder negocios. Los que no pueden ajustar los números buscan nuevas ubicaciones, acelerando un éxodo que está vaciando el antaño vibrante Fashion District de la ciudad.

"Si te comprometes a ser justo con el trabajador, los costos subirán. Punto", afirma Kathleen Talbot, directora de sustentabilidad en Reformation, una marca de ropa femenina que produce el 30 por ciento de sus prendas en Los Ángeles y que no tiene planes de mudarse. Reformation, que cobra entre US$ 100 y US$ 400 por sus vestidos, se considera una compañía "pionera en las prácticas sustentables, centrada en la gente y en el progreso gradual". Talbot insiste: "Tienes que encontrar la manera de crecer a partir de tu modelo de negocios o de tus márgenes. Y en algunos casos tendrás que trasladar eso a los clientes".

El Fashion District concentra un cuarto de la producción de ropa del mercado estadounidense.

El condado de Los Ángeles aloja al 25 por ciento de todas las empresas que fabrican indumentaria en los Estados Unidos, el mayor porcentaje del país, indican datos de la Oficina de Estadísticas Laborales. Estas empresas, junto con los talleres textiles, emplean a 23.800 personas. Matthew DeCarolis, abogado de derechos laborales en Bet Tzedek, un estudio sin fines de lucro que se ocupa de demandas salariales, afirma que la ley de California representa un avance importante para los trabajadores del sector, algunos de los cuales llevan decenios en la industria y por primera vez están recibiendo salarios justos y horas extras. La norma es tan nueva, aclara, que muchas demandas siguen en investigación y se presume que los resultados se verán en los próximos meses.

La Ley de Protección de Trabajadores de la Indumentaria extiende la responsabilidad por la falta de pagos de salarios o compensaciones hasta el nivel de la marca, lo que incluye a empresas que no están radicadas en el estado. Si se detecta, por ejemplo, que un productor de cierres de Los Ángeles no paga horas extras, una marca de moda que vende pantalones con esos cierres podría ser responsable de pagar el dinero que se les adeuda a los empleados del proveedor.

Los promotores de la norma afirman que de ese modo se traslada la responsabilidad a empresas que lucran con el trabajo mal remunerado. Los críticos responden que pone demasiada presión sobre las marcas y simplemente las fuerza a trasladar la producción a otro lugar. "No querrías ser una pequeña marca que descubre que debe responder porque la casa de tintura donde tiñes tus telas no cumplió con todas las normas sin que tuvieras forma de saberlo", observa Marta Miller, cofundadora de Lefty Production Co., un productor de ropa y accesorios de Los Ángeles que ha trabajado con unas 150 marcas, incluyendo a Urban Outfitters Inc y Walmart Inc.. "Las marcas están retirando la producción nacional. No van a correr riesgos".

Tras la entrada en efecto de la norma en enero de 2022, Miller contrató una auditoría para asegurarse de que sus subcontratistas cumplían con la ley, y en algunos casos debió buscar nuevos socios. Muchos aumentaron los precios para cubrir la suba de costos, agrega. Lo que se agrega a las tensiones económicas más amplias que incluyen aumento de alquileres, materias primas más caras y falta de mano de obra.

La Ley de Protección de Trabajadores de la Indumentaria extiende la responsabilidad hasta el nivel de la marca

Miller empezó a retirar producción de Los Ángeles incluso antes de la llegada de la ley y en 2021 adquirió una compañía de desarrollo de moda en Austin, Texas, donde se mudó con su familia. Ahora envía más trabajo al exterior para ayudar a contener los costos de sus clientes.

La industria de la indumentaria estadounidense lleva décadas achicándose debido a la globalización. En el condado de Los Ángeles el empleo bajó un 77 por ciento desde 2000. Aun así, el impacto de la Ley de Protección de Trabajadores de la Indumentaria fue evidente de manera inmediata en el Fashion District, indican propietarios de bienes raíces y desarrolladores de la zona. Varios productores se marcharon y ahora cuesta ocupar los espacios, especialmente porque muchos de los edificios están preparados para ser fábricas, explica un gerente de propiedades cuya familia fue durante décadas dueña de edificios destinados a la producción de ropa.

Los fabricantes que emigran lo hacen por lo general al exterior. "Otras partes del mundo sin dudas tienen una ventaja competitiva en los costos laborales", señala Ezra Pugh, instructor adjunto de economía en el Glendale Community College de California, y alguna vez empleado del sector. Pugh mencionó que los destinos favoritos son China y Bangladesh. "Esos trabajadores son tanto o más productivos que los empleados nacionales -señala-. Es cuestión de sensatez financiera ir a esos países".

La ley de California inspiró proyectos similares -la Ley de Moda del estado de Nueva York y la Ley de Responsabilidad y Cambio Institucional a nivel federal- que buscan responsabilizar a las marcas por el menoscabo de los salarios. La norma nacional, llamada la Ley de Telas, fue presentada en mayo y debía ser tratada en la Comisión de Finanzas del Senado. Aunque podría ser aprobada en esa cámara dominada por los demócratas, su destino en la Cámara de Representantes, que ahora tiene mayoría republicana, es más incierto.

Por el incremento de costos, varias empresas están mudando su producción al exterior.

Grupos sectoriales como la Asociación Estadounidense de Prendas y Calzados, que incluye entre sus miembros a Gap Inc y Target Corp., o el Consejo de Diseñadores de Moda de los Estados Unidos, se pronunciaron en contra de aspectos de las cláusulas de responsabilidad conjunta que figuran en la Ley de Telas. Pero el proyecto tiene el apoyo de unas 200 organizaciones, sindicatos y marcas entre las que están Reformation, Everlane y Mara Hoffman.

La ley de California impulsó el debate respecto de si deben ser los gobiernos o las marcas quienes se encarguen de auditar las prácticas de los contratistas. "Convertirnos en policías de las prácticas y los datos salariales de otras empresas no es lo adecuado", replica Miller. Entidades gubernamentales, como la Oficina del Comisionado Laboral de California, carecen de personal y se esfuerzan por aplicar las leyes laborales entre distintos sectores. El estado se asoció con activistas laborales, como el Centro de Trabajadores del Vestido, de Los Ángeles, para educar a empresas y empleados acerca de cómo cumplir con las cláusulas de la norma.

"Cada vez que se intenta hacer algo para aplicar esas normas, encuentran una escapatoria o una manera de evadir el espíritu de la ley", señaló la legisladora estatal de California María Elena Durazo, la principal autora de la norma. "De verdad tenemos que concentrarnos en nuestros recursos, energías, innovaciones, alcances. Tiene que ser algo constante".

Una cosa que podría impedir que los productores estadounidenses se vayan al exterior es la creciente demanda de la llamada "moda ética". Conservar la producción en el país también limita suspensiones o demoras en la producción cuando otros países afrontan conflictos geopolíticos, desastres del clima o brotes de enfermedades, todo lo cual ha contribuido en los últimos años a restringir las cadenas de proveedores. "Vimos la importancia de la producción nacional durante la pandemia, cuando nuestra industria produjo máscaras y batas de hospital de las que había poca oferta -recuerda Miller-. Ahora vemos que la base productiva se contrae en vez de crecer".

La versión original de esta nota se publicó en el número 350 de revista Apertura.

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