Dejar el poder y crear una Fundación, un viejo hábito argentino

Cristina Kirchner creó el Instituto Patria, Macri armará su propia organización, más allá del cargo en la Fundación FIFA. Y Vidal hará lo propio. Los motivos de este refugio

Es un hecho. En la Argentina, la mayoría de los ex presidentes suelen resistirse al olvido, a quedarse en el llano para siempre. Y lejos de jubilarse, buscan permanecer en la vidriera con dos viejos hábitos de la política argentina. O se mudan de la Casa Rosada al Congreso o crean una Fundación. Pero muy pocos vuelven al sector privado.

¿Por qué alguien que logró colmar la máxima aspiración política pretende luego convertirse en legislador? En el país, la respuesta es simple: no obedece a otra cosa que hacerse de fueros parlamentarios para evitar la prisión ante una eventual condena por corrupción. Qué lo digan sino Carlos Menem y Cristina Kirchner.

No es todo. La actual vicepresidenta creo una Fundación, el Instituto Patria, cuando dejó el poder en 2015, de la misma manera que Mauricio Macri comenzará a armar una propia en estos días, más allá del cargo obtenido en la Fundación FIFA. La estrategia del fundador del PRO se completa con una agenda de conferencias en el exterior para financiar su organización, y la publicación de un libro, que aún no escribió. Su ex gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, también armará una Fundación para trabajar en el ámbito social y seguir ligada a la Provincia.

Salvo los ex funcionarios abogados o contadores, son pocos los que vuelven a vivir de su profesión. Federico Salvai, mano derecha de Vidal, montará un estudio de abogados. Lo mismo hará Elisa Carrió, que en marzo dejará su banca en el Congreso por voluntad propia. Y hace rato que tiene su propia estructura, la Fundación Hannah Arendt.

Otros prefieren arman consultoras, como Marcos Peña -se concentrará en informes para el exterior- o Rogelio Frigerio y Emilio Monzó, que sellaron una sociedad, mientras trabajan para la candidatura presidencial de Horacio Rodríguez Larreta. Pero como la mayoría pretende continuar haciendo política, recurren a la Fundación. ¿Por qué se refugian en estas organizaciones?

El politólogo Lucas Romero dice que, en el caso del PRO, pesa el principio rector de Jaime Duran Barba: la mayoría de la gente detesta a los políticos. "Una cosa es hacer política desde el Estado, dónde se supone que es para el bien común, y otra desde el llano. Entonces para seguir ligado a la vida política y social sin ser visto como oportunista, nada mejor que una Fundación que siempre es sin fines de lucro", explica el titular de Synopsis.

Romero agrega que en ese caso es muy difícil volver a una empresa o un cargo privado porque se generarían conflictos de intereses. El punto es la ambición eterna por el poder. ¿Cómo cambiar si no se deja lugar a lo nuevo?

El politólogo Julio Burdman cuenta que hay países como Estados Unidos y México en dónde se creó una tradición que prohibe la participación en política de ex mandatarios. "No podrían hacerlo porque está mal visto. Los ex presidentes trabajan de ex presidentes, integran consejos de asesores, escriben libros o dan charlas en el exterior", explica.

En la Argentina estamos lejos de generar ese cambio cultural. Habría que modificar la Constitución Nacional para que, aquellos que cumplieron un ciclo, dejen lugar a las nuevas generaciones y no vivan para siempre de la teta del Estado. Algo que, por ahora, parece imposible.

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