Son niños, inventaron algo que podría darles millones pero eligieron regalarlo

El CEO de Tecnokids, la escuela de robótica para chicos y un relato que emociona, inspira y deja lecciones sobre educación, emprendedorismo y acerca  del poder de la innovación para cambiar el mundo. 

Agradezco haber sido parte de ésta historia:

En un curso de Robótica y Programación para chicos de 10 años, el docente le pregunta a los alumnos con qué proyecto quisieran continuar. Y les dio la oportunidad que ellos decidan.

Todos los alumnos comienzan a aportar ideas. Uno de ellos levanta la mano y cuenta que un amigo suyo se había quedado ciego en un accidente y que si bien se adaptó muy fácil a la utilización del bastón blanco, ese bastón le servía para esquivar una mesa o una columna, pero le resultaba inútil para eludir carteles que cuelgan desde el techo y ya se había lastimado la cara unas cuantas veces.

Y propuso pensar una solución entre todos.

El desafío me pareció espectacular.

Después de analizar diferentes alternativas, por unanimidad resolvieron avanzar con unos anteojos de sol, comunes, baratos, de kiosco.

A esos anteojos les pusieron un sensor de proximidad que apunta para adelante, conectado a una pila y a un parlante.

Un sensor de proximidad es un elemento que mide con mucha precisión a qué distancia se encuentra un objeto, si se nos está acercando y a qué velocidad.

La idea era simple: quién tenga esos anteojos puestos y empiece a caminar, cuando esté por chocarse con algo, el sensor lo va a detectar, enviará una señal al parlante, que emitirá un sonido, avisándole a la persona que se quede quieto. Todo esto sucede en menos de medio segundo.

Construir el prototipo les tomó tres semanas. Programarlo otras dos. Corregir errores y optimizarlo, casi un mes. 

Pero el final fue increíble.

Los anteojos funcionaron de forma extraordinaria. En todas y cada una de las pruebas.

Me quedé con la boca abierta cuando lo ví.

No voy a decir que fueron los anteojos más lindos del mundo. De hecho entre la pila y la cantidad de cinta eran súper pesados. Molestaban. Duraban poco tiempo.

Pero eso no es lo importante. Lo importante es ver una y otra vez que, cuando a un grupo de chicos les das conocimiento y motivación, en un entorno donde equivocarse no sólo no está mal sino que es parte fundamental del aprendizaje, aparecen proyectos increíbles como éste.

Pero la historia no termina acá.

Una semana después, al finalizar la clase donde ya estaban pensando nuevos proyectos, se me acercaron algunos padres de ese grupo y me contaron que habían buscado en Internet y que no habían encontrado un "producto" como ese en ningún lugar del mundo.

Lo que realmente querían decirme es que eran ellos los querían patentar los anteojos y comercializarlos, y no el espacio donde esos anteojos fueron pensados y construidos.

Lejos de ofenderme, me pareció una buena idea, y les conté que yo no estaba interesado en hacer negocios con los objetos que los alumnos crean en clase.

¿Quieren saber si se llenaron de plata?

Los hijos de ese grupo de padres les dijeron que no, que no querían ganar dinero con ese diseño. Documentaron cada paso del armado de los anteojos y lo subieron a internet, para que cualquier chico del mundo lo pudiera descargar gratis y construirlos para algún amigo o conocido que haya perdido la vista.

Le preguntaron a Robert Aumann, Premio Nobel de Economía: - ¿Cómo logra un país convertirse en innovador?  -"Muy simple. Hay que ocuparse de 3 temas: educación, educación, educación", respondió.

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