Tres palabras que definen el malhumor empresario con CFK, Macri y Lavagna

La crisis actual, el oscuro pasado y el futuro repleto de nubarrones motivan un descontento general del empresariado con la clase política. 

“El peor año de mi vida . Así de crudo describe un empresario a 2018. No suena exagerado. Lo siente. Se nota en su manera de contarlo. El año que pasó lo atravesó, lo hizo pedir la hora semana tras semana para que llegara el ansiado viernes, lo llevó al extremo de no saber si iba a poder pagar los sueldos en fecha y a estar frente a un abismo permanente de tomar decisiones que derivaran en despidos. Un estrés insoportable, difícil de lidiar, provocado en buena medida por una economía en crisis, con índices de actividad negativos, una inflación de casi 50% y una suba del precio del dólar superior al 100%.

Casos como ese hay sobrados en todo el país. Algunos, incluso, han llegado a extremos como intentos de suicidio frente a un contexto que suponían irreversible. Pero más allá de cuestiones personales, se percibe un estado de ánimo general que invade al empresariado, especialmente en el sector Pyme y que se define en tres palabras: desilusión, temor e incredulidad.

La clase política es la que genera este cúmulo de sensaciones, que ya no sólo incluye un malestar en la sociedad en general sino en un actor fundamental que pertenece al círculo rojo, como el sector empresario. Que no le cree a nadie. Ni al oficialismo, ni a la oposición, ni a una tercer opción de gobierno que hoy se busca instalar como superadora a la grieta.

El gobierno de Mauricio Macri representa para muchos empresarios una decepción inconmensurable, una oportunidad perdida de cambiar y dar el salto de calidad que se viene esperando desde hace décadas. “Prometió bajar a un dígito la pobreza y sigue arriba del 30% , detallan, frustrados. Si bien no se adjudican al Presidente, por su pasado al frente de compañías, como parte del sector que ellos representan, sí reconocen que era una esperanza de “algo diferente , que finalmente nunca se concretó. Admiten el peso de la herencia recibida, pero, a la vez, se sorprenden por la ingenuidad de un gobierno de CEOs que asumió el Ejecutivo sin una dimensión real del daño hecho.

Esa desilusión, no obstante, todavía no logra hacer diluir una postura que, aun más permeable a cambiar, no está dispuesta a volver a un gobierno populista como el que encarnó Cristina Kirchner, sobre todo, en su segundo mandato. Ahí es donde la desilusión pesa menos que el temor de un regreso del kirchnerismo al poder. Las decisiones político-económicas, pero en especial el maltrato recibido de 2011 a 2015, generan ese nudo en el estómago que se les hace a los empresarios de sólo pensar en un regreso de CFK. Es el límite que se fijan, y si hay que sostener a un gobierno que no funciona pero que representa una opción liberal como el actual, se hará apoyando en las urnas.

Como tercera figura se impone la incredulidad que genera una, valga la redundancia, tercera alternativa que no los termina de convencer. No le creen a esa opción. Ni a Roberto Lavagna, con todo su expertise para surfear crisis, ni al resto de los integrantes de Alternativa Federal, léase Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Miguel Pichetto, u otros actores importantes del denominado peronismo blanco. La advierten como una estructura indefinida, sin una forma clara, de la que desconfían para salir de una situación crítica como la actual.

Ni Macri, ni Cristina, ni Lavagna, es la síntesis de un sector del empresariado, que mira las elecciones con expectativas, pero todavía por el espejo retrovisor. La prioridad, por ahora, es estar al día con los sueldos y no tener que achicar por el recurso más sensible y valioso: el humano

Esta nota habla de: