El inversor busca señales políticas

Corría el año 1992 y en plena campaña electoral, James Carville, asesor del por entonces candidato presidencial Bill Clinton, acuñó la frase “es la economía, estúpido como una clara señal hacia dónde debería estar enfocada la estrategia de campaña del candidato demócrata. Como todos sabemos, Clinton terminó ganando esa elección y cuatro años después fue reelecto, completando uno de las etapas más exitosas de los últimos tiempos.

Plagiando esa famosa expresión, nos encontramos hoy en nuestro país con que “es la política, estúpido la que está tomando el protagonismo por sobre la economía. No precisamente porque estemos transitando un sendero de crecimiento y estabilidad, todo lo contrario, sino porque con las cartas económicas ya echadas (tasas súper altas, recesión más profunda y larga de lo esperado hace un tiempo, expectativas por la próxima cosecha gruesa) es la política la que gana protagonismo en las decisiones de los inversores, tanto los que miran dónde colocar sus ahorros como los que evalúan realizar una inversión productiva.

Hoy vemos que, a pesar del enorme paquete de ayuda acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), los títulos de deuda de nuestro país cuyo vencimiento de capital opera más allá del final del actual mandato presidencial, rinden en promedio más del 10% anual en dólares. Es que lo que hasta hace unos meses parecía un trámite, hablo de la reelección de Mauricio Macri, hoy está claramente en duda y eso es lo que ahuyenta a los inversores. Si uno evalúa las otras propuestas electorales, vemos que van desde la vuelta del populismo más corrupto de la historia (con todas las ganas de tomarse revancha con los sectores politícos, judiciales y empresariales que hoy los colocaron en el banquillo), hasta un sector que quiere renegar de un pasado común con ese populismo, pero que en la práctica comulga ideas similares de intervención estatal fuerte en la economía, incumplimiento de contratos y cambios en las reglas de juego. Todas malas palabras para un inversor.

Con una economía que en el mejor de los casos comenzará a mostrar cierta recuperación selectiva a partir del ingreso de la cosecha gruesa en abril/mayo del año próximo, no hay margen posible para que la política ponga palos en la rueda. Flaco favor le hace al Gobierno que el vicepresidente de uno de los partidos que forman Cambiemos ande vociferando que habría que duplicar las retenciones; o que la líder de otro de los partidos de la coalición gobernante juegue siempre al borde de la ruptura. Algo de esto ya vimos hace unos meses con la discusión por tarifas y no es posible entender cómo no se aprende de los errores cometidos. En especial cuando se está negociando la aprobación del presupuesto con parte de la oposición, en donde vemos que las únicas ideas en danza implican mayores gastos y mayor presión impositiva.

La economía está en un momento que no permite más errores no forzados, por más que la política no termine de entenderlo. Esperemos que los dirigentes estén a la altura de las circunstancias porque lo que está en juego no es una elección sino un proyecto de país para la próxima década.

 

(*) El autor es Licenciado en Finanzas.

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