Déficit externo alto, ¿un problema sobredimensionado?

El déficit externo de Argentina alcanzó el 5% del PBI en 2017. Hay que retroceder 30 años hasta 1987 para encontrar un déficit mayor. Su tamaño e incremento respecto al déficit de 2,7% de 2016 han generado inquietud, sobre todo cuando la perspectiva es que Argentina seguirá con déficit externos en el área del 5% del PBI durante los próximos años.

¿Pero qué tan grande e inusual es un déficit de 5%? Para responder a esta pregunta, analicemos los saldos de cuenta corriente de todos los países desde 1980. Cada caso es un país en un año determinado (se excluyeron los países muy pobres, ya que suelen tener déficit muy altos).

La mediana arroja un déficit externo de 1% del PBI (el valor que corta la mitad de los casos de un lado y del otro). Una razón por la que los déficit son más frecuentes es que los países de ingreso medio son más numerosos que los ricos. El ahorro fluye de las economías ricas a las que necesitan y deciden utilizar el financiamiento externo para su desarrollo, lo que genera un déficit externo en los países de ingreso medio.

Los déficit iguales o mayores a 5% del PBI son el 17% de los casos (cifra que se eleva al 33% si además incluimos a las economías más pequeñas). Es decir, casi 1 de cada 5. A primera vista, esto nos dice que los déficit mayores al 5% no son tan inusuales.

No obstante, lo que nos interesa comprender es cuánto tiempo pueden durar estos episodios de déficit elevados y cómo las economías logran salir de ellos. Distinguir las "buenas" experiencias donde el déficit disminuye por el crecimiento del PBI y las exportaciones, de las "malas" donde un ajuste doméstico abrupto y una fuerte recesión hacen el trabajo sucio.

Desde 1980 hubo 46 episodios de déficit externos elevados y prolongados que duraron cuatro o más años continuados, mayormente en países de ingreso medio. Estos episodios corresponden a 35 países (algunos tuvieron dos episodios) y en promedio duraron 8 años (siendo el mínimo de cuatro años). La gran mayoría de estos episodios fueron períodos de crecimiento. En 44 de los 46 episodios, las economías crecieron. En 33 de ellos crecieron más del 2% anual. El PBI se contrajo en solo 2 casos.

El problema entonces casi nunca es la foto, sino la posibilidad de que la película no termine bien. ¿Cómo salieron las economías de estos episodios?. ¿Lo hicieron creciendo o sufriendo una dura recesión?. En el 76% de los episodios las economías salieron creciendo (35 de 46 episodios).

El 24% restante fueron "malas" experiencias. Lo interesante es que tuvieron algunos rasgos comunes. Todas estas economías tenían el tipo de cambio fijo (Grecia 2000-11, Tailandia 1990-96, Portugal 1996-11, España 2004-09, México 1991-94) o "semi-fijo entre bandas" (Filipinas 1980-83, Croacia 2002-09, Colombia 1994-98, Hungría 1997-08, República Eslovaca 1996-08, Sudán 1980-09). Estas paridades fueron abandonadas al salir de estos episodios, excepto en los casos de la zona euro (Grecia, España y Portugal). A su vez, un shock externo o "sistemático", como la crisis financiera (2008-09) o la crisis asiática (1997-08), fue el detonante en la mayoría de estos episodios. Aunque también hubo detonantes más autóctonos o "idiosincráticos , como en las experiencias de México 1991-94 y Colombia 1994-98.

En síntesis, los déficit elevados no son tan inusuales y los episodios de varios años de duración mayormente son “buenas historias. Las "malas" experiencias que terminaron con un “sudden stop y una fuerte recesión han estado siempre asociadas a tipos de cambio fijos y en general desencadenadas por shocks "sistemáticos".

¿Esto significa que Argentina 2017-¿? necesariamente será una "buena" experiencia, sobre todo si no hay ningún shock "sistemático" que saque a la economía de su trayectoria?. Por supuesto que no lo sabemos, aunque es bueno contar con un tipo de cambio flexible como amortiguador. La depreciación del peso desde diciembre pasado muestra los beneficios de contar con un tipo de cambio flexible para facilitar el proceso de ajuste externo, mitigando riesgos mientras la economía sigue creciendo.

Pero hay otras lecciones. El caso de Colombia es interesante para la experiencia argentina. Después de la “mala experiencia de 1994-98 que terminó en una crisis financiera y devaluación, Colombia dejó flotar su moneda y adoptó metas de inflación a principios de siglo. Desde entonces, ha mantenido déficit fiscales y externos elevados en forma ininterrumpida por ya casi 20 años.

Sin embargo, Colombia financia su déficit fiscal sobre todo en su mercado doméstico y en moneda local (más del 80% del total) y su déficit externo completamente con IED (que representa 4,9% del PBI y es mayor al déficit externo de 3,7%). Los inversores extranjeros son entonces mayormente socios del sector privado y no tanto acreedores del sector público.

Argentina aún está muy lejos de lograr esto y por eso nuestra vulnerabilidad es mayor. El déficit fiscal todavía lo financiamos mayormente en el mercado internacional y en moneda extranjera y la IED apenas supera el 1,5% del PBI, muy lejos del déficit externo de 5%. No contamos con un mercado de capitales profundo ni con fondeo de largo plazo en moneda local, en parte porque no existe un sistema difundido de planes de retiro privado que lo permita. Además, seguimos siendo una economía muy cerrada al comercio, lo que también incrementa nuestra vulnerabilidad.

En síntesis, no hay nada intrínsecamente malo en usar financiamiento externo si es para alcanzar mayores tasas de inversión y crecimiento, sobre todo tras muchos años de subinversión y cuando el ahorro doméstico es insuficiente. La mayoría de las experiencias en el mundo incluso han sido “buenas , sobre todo cuando el tipo de cambio no está fijo. Sin embargo, en el caso argentino, los niveles de apertura comercial, dinamismo exportador, IED, ahorro doméstico y financiamiento en moneda local, entre otros, todavía distan mucho de ser confortables.

Bajar el déficit fiscal ayudará a moderar el déficit externo en los próximos años, pero mitigar las vulnerabilidades externas requiere ir mucho más allá. Habrá que hacerlo y mientras tanto seguir con una vela encendida para no cruzarse con ningún cisne negro en el horizonte de los mercados globales.