Negociaciones sobre gas pueden enfrentar a Bolsonaro y Morales

Conforme América latina se desplaza hacia la derecha, la marea está cambiando en contra de la "evonomía" de Bolivia

En algún momento durante el próximo año, el boliviano Evo Morales puede tener que sentarse con el brasileño Jair Bolsonaro para concretar un nuevo acuerdo para la venta de gas natural. Con un autócrata de izquierda, por un lado, y un populista de derecha, por el otro, este encuentro promete ser el equivalente latinoamericano a la famosa reunión de Donald Trump con Kim Jong Un en junio.

Morales, el primer presidente indígena de Bolivia, es un líder que sigue el ejemplo de los fallecidos lideres Fidel Castro de Cuba y Hugo Chávez de Venezuela y que considera a Trump como un tirano imperialista. Bolsonaro, quien fue elegido como el nuevo presidente de Brasil el mes pasado, es un cristiano conservador y ex oficial del ejército que considera a Trump como "un gran aliado".

El asunto en juego es la renovación del contrato boliviano de 20 años para venderle gas a Brasil, el cual expira hacia fines del próximo año. Es el acuerdo de exportación más importante de Bolivia, con la nación andina canalizándole aproximadamente la mitad de su gas al enorme país vecino. Ambas partes quieren renegociar términos más favorables.

El tema del gas anteriormente ha sido una fuente de tensión entre los dos países. En 2006, Brasil amenazó con llevar a Bolivia a los tribunales por los aumentos de precios planificados. Finalmente, Morales llegó a un acuerdo con su amigo, y el entonces presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Pero llegar a un acuerdo con Bolsonaro pudiera no ser tan fácil.

El problema representa un dolor de cabeza adicional para Morales, cuya popularidad en Bolivia ha caído y cuyo modelo económico parece cada vez más insostenible.

Siendo uno de los últimos sobrevivientes de la "marea rosa" izquierdista que engendró a Hugo Chávez en Venezuela, a Daniel Ortega en Nicaragua y a Rafael Correa en Ecuador, Morales ya tendría que haber dejado la presidencia: la Constitución que él aprobó en 2009 limita al presidente a dos mandatos consecutivos.

Pero celebró un referéndum para cambiar esa regla en 2016 y perdió. Sin inmutarse, acudió al Tribunal Supremo de Justicia de la nación, alegando que se habían infringido sus derechos humanos. El Tribunal, de amigable disposición hacia el gobierno, estuvo de acuerdo y lo autorizó a postularse en las elecciones del próximo año para lo que sería un cuarto mandato sin precedentes.

Eso avivó los temores de que Morales esté llevando a Bolivia por el mismo camino que Venezuela, donde Nicolás Maduro preside un régimen cada vez más autoritario.

"Puede que Bolivia todavía no sea Nicaragua o Venezuela, pero Morales ciertamente está siguiendo los pasos de Ortega y de Maduro", declaró Centa B. Rek, una abogada de la Fundación de Derechos Humanos (HRF, por sus siglas en inglés) de Nueva York.

Bajo el mandato de Morales, la pobreza, el analfabetismo y la desigualdad se redujeron drásticamente, aunque Bolivia sigue siendo la nación más pobre de Sudamérica, con un producto bruto interno (PBI) per cápita de sólo u$s 3400 al año.

La economía creció en un promedio de 4,9% muy por encima del promedio de Latinoamérica , lo cual llevó a algunos a aclamar la "Evonomía" como el único ejemplo sobresaliente de un socialismo exitoso en la región.

"El modelo está funcionando. Somos diferentes a cualquier otro país de Latinoamérica", comentó Luis Arce, quien fue ministro de economía de Bolivia hasta el año pasado.

Pero la "Evonomía" parece estar tambaleándose. El superciclo de materias primas el cual canalizó u$s 60.000 millones hacia las arcas bolivianas entre 2005 y 2015 gracias a las ventas de petróleo y de gas se terminó, y los ingresos por concepto de exportaciones se redujeron en un tercio en cinco años.

Las importaciones aumentaron durante el mismo período. "Si se va a cualquier mercado en La Paz se puede ver el socialismo boliviano en acción", dijo Gonzalo Chávez, un economista de la Universidad Católica Boliviana en La Paz. "Estamos importando cebollas, papas y muchos artículos que no solíamos importar, gran parte de ellos ilegalmente".

El resultado ha sido un cambio radical en las cuentas de Bolivia.

Aunque el país tuvo un superávit fiscal durante ocho años consecutivos hasta 2014, el año pasado acumuló un déficit del 7,8% del PBI. El saldo de la cuenta corriente pasó de un superávit del 8,3% en 2012 a un déficit del 6,3% en 2017.

Torino Capital, un banco de inversión especializado, dijo que presagiaba "un duro aterrizaje como casi inevitable" en la economía boliviana. "El país debiera experimentar, tarde o temprano, una clásica crisis de balanza de pagos".

También existen otros preocupantes signos. El nivel de deuda de Bolivia en relación con el PBI se está elevando. El gobierno recurrió a las reservas del banco central, las cuales cayeron un cuarto durante los últimos cinco años.

Políticamente, las encuestas indican que la negativa de Morales a ceder es impopular. "Demuestran constantemente que 70% u 80% de las personas no están de acuerdo con su intento de postularse de nuevo", declaró Fernando Molina, un periodista del periódico "Página Siete".

El prestigio de Morales sufrió un golpe adicional el mes pasado cuando La Haya dictaminó que Chile, el antiguo enemigo de La Paz, no tenía la obligación de negociar el acceso al Océano Pacífico de Bolivia, un país sin litoral, un controvertido asunto desde hace más de un siglo. Morales había apostado su reputación en relación con ese tema.

Su próxima gran prueba surgirá durante las elecciones primarias en enero. La oposición está notoriamente dividida, pero pudiera consolidarse alrededor de la campaña de Carlos Mera, el presidente desde 2003 hasta 2005. Las encuestas sugieren que él podría deponer a Morales en las elecciones que probablemente se celebrarán en octubre.

Con Castro y Chávez ahora fallecidos; con Lula da Silva, Correa y la argentina Cristina Fernández de Kirchner luchando contra cargos de corrupción; y con Ortega y Maduro acorralados, Morales representa una figura cada vez más aislada en una Latinoamérica que se ha desplazado hacia la derecha.

En el nuevo orden regional, Bolsonaro parece estar en ascenso, como es muy probable que lo demuestren las negociaciones sobre el gas del próximo año.

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