Receta para perder el miedo a quedarse sin trabajo

La necesidad de reinventarse debe superar las importantes dosis de pesimismo que nos rodean.

Comprender la realidad mirándola exclusivamente desde un ángulo negativo es sencillo y hasta nos hace parecer profundos y preocupados: el mundo como lo conocemos está llegando a su fin. Por supuesto, esta última afirmación es real; ese mundo en el que nacimos terminó hace rato, nuevas tecnologías mediante. 

Hace unos míseros 20 años, por ejemplo, un montón de trabajos que hoy son parte del paisaje (como los  gerentes de comunidades, los especialistas en la experiencia del usuario o los especialistas en Big data) no existían.  Ahora, con minicomputadoras en los bolsillos, todo lo hacemos conectados, todo es ahora y la ansiedad que provoca desconectarse (lo que los anglosajones, con su inefable sentido para las metáforas verbales, llaman “Fear of missing out ) es cada vez más difícil de soportar. 

Casi el 80% de los argentinos quiere cambiar de trabajo en 2019

Aproximadamente ocho de cada diez argentinos tiene algo en mente para lo que resta de este año: cambiar de trabajo. Así surge de una encuesta de Love Mondays -una plataforma donde empleados pueden evaluar a las compañías donde trabajan-, que dio a conocer que, más específicamente, 76,6% de las personas con empleo formal busca tener otro tipo de posición.

El mundo laboral cambia nuevamente de manera vertiginosa y se presenta una vez más el miedo a lo desconocido, potenciado ahora por la urgencia con la que llevamos nuestras vidas. Eso hace que salten todas las alarmas internas. El pesimismo se apodera de nosotros y no es para menos: en 2013, el economista Carl Benedikt Frey y el tecnólogo Michael Osborne decían que 47% de todos los empleos estadounidenses estaban en peligro; y hace solo dos giros de la Tierra alrededor del Sol, el Foro Económico Mundial publicó un informe que puntualizaba que 35% de las habilidades demandadas para puestos de trabajo en todas las industrias cambiarán para 2020. Sí, a la vuelta del calendario. 

Sin embargo, algo que no se puede decir es que no hay conciencia de este hecho. Y eso se puede determinar hasta por un dato en apariencia banal:  entre las notas periodísticas más leídas se encuentran aquellas acerca del futuro del trabajo.  ¿Qué nuevas carreras estudiar? ¿Qué habilidades faltan adquirir? ¿Qué nuevos procesos hay que conocer para enfrentar con las armas apropiadas el universo del trabajo?  Los lectores se acercan como un griego al oráculo de Delfos en pos de resolver el enigma con suma urgencia, antes de que el contexto cambie otra vez y haya que barajar y dar de nuevo.  

El instinto de surfear los cambios parece, entonces, aflorar aún en el contexto más adverso. El objetivo es nunca caerse, nunca ser expulsado de la tierra del cambio permanente en la que vivimos, la de la inflación, los índices de actividad recesivos y desocupación en alza; pero también la de los cinco unicornios, los satélites y centrales nucleares, la de los científicos que no dejan de ganar premios internacionales.  

Tienen más de 60, son "nuevos obreros" y ganan $50.000 por mes: cómo hicieron

Aunque el mundo tech está inundado por millennials, los adultos mayores también programan. La importancia de la diversidad etaria en los equipos es clave para el éxito de los productos y el entendimiento de los usuarios. Si bien aportan experiencia, en ocasiones sufren discriminación o prejuicios.

Por todo esto, no alcanza con señalar todo lo que está mal. Y ciertamente no es suficiente con mirar hacia el pasado con expresión seria y enumerar todo lo que perdimos. La intuición de esos lectores es buscar nuevas maneras de abrazarse a la cresta de la ola correcta. Hay que reclamarle al Estado y a las empresas pero también hay que ser realistas. Ser circunspectos sobre lo que se viene nos hace parecer más inteligentes (en mi barrio dirían “más pillos ) pero no es suficiente. Ocuparse es mejor que preocuparse. 

Tal como dice el escritor y novelista Alessandro Baricco en “The Game , su último libro publicado en la Argentina (Anagrama, 2019), hay que dejar de intentar entender si las nuevas tecnologías nos desconectan de la realidad y dedicar ese tiempo a comprender “qué clase de conexión con la realidad buscábamos . Porque en esa pregunta se nos va el futuro. Esa urgencia de vivir, esa ansiedad por saber que hay más allá de lo evidente, nos tiene que servir para construir el futuro. Salvo que queramos que otros lo construyan por nosotros.

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