En el país de las crisis recurrentes, las muletas se volvieron adictivas

Si los programas de estímulo como el Ahora 12 están dando resultados positivos mucho más rápido de lo que se esperaba, la pregunta que se hacen los consumidores es por qué se demoró en adoptar una medida como ésta, en la que también hay un beneficio palpable tanto los fabricantes como para las cadenas minoristas. La respuesta no es sencilla, por dos razones. La primera es que esta medida no es gratuita, más allá de que se promocione como un regreso de las cuotas sin interés. Hay un costo financiero de entre 20% y 25%, dependiendo de los plazos, que está bien por abajo de la inflación. Y si toda la cadena ha decidido convalidarlo, es porque están absorbiendo la diferencia. La segunda razón es que si el Gobierno no hizo este plan en enero o en abril, es porque lo que justifica la decisión de sacrificar ingresos que aceptan bancos, fabricantes y retailers, es que en realidad se trata de una forma digna, por decirlo de alguna manera, de repartir las pérdidas. Algunos resignan rentabilidad, otros se ven forzados a liquidar stocks para mantener sus estructuras de producción.

Para ahondar un poco más la discusión, hay que señalar que en el equipo económico de Cambiemos hay más confianza en el poder del mercado que en las muletas del Estado. Esta visión traduce el modelo que funciona en la mayoría del mundo capitalista. Pero hablamos de la Argentina, país en el que las crisis recurrentes se fagocitaron los pocos intentos de aplicar una política económica sostenida por reglas claras. Conclusión: los fundamentos de ese modelo siempre terminaron sepultados por los desvíos de turno.

La escuela institucionalista tuvo pocos representantes en la historia: solo algunos intentos durante los gobiernos militares y los no peronistas. Y aquí viene otra faceta del debate: los años de estatismo moldearon una reacción a los estímulos casi adictvia. Se creó una propensión a esperar un beneficio, porque así operó en el pasado. De tantos altibajos, la reiteración del atajo como fórmula para superar los períodos de caída hizo suponer que la promoción, el descuento, los planes de pago, la cuota fija, son el verdadero camino. Lo mismo pasó con los impuestos y hasta con la fuga de fondos: moratoria y blanqueo fueron palabras repetidas hasta el cansancio.

La moraleja con la que deben convivir los funcionarios es si vale la pena ir contra la corriente, y esperar que haya una adhesión lógica a políticas supuestamente racionales (como sucedió cuando se dio de baja el Ahora 12 en 2016 o se desactivó el plan Precios Cuidados), o si deben recurrir a recetas más heterodoxas. La verdad probablemente esté en un punto medio. La historia demuestra que el paciente no desarrolló todavía mucha resistencia al síndrome de abstinencia.

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