Acepta Macri amigarse con el círculo rojo para la campaña

Inversores y empresarios en Argentina buscan y debaten por estas horas argumentos para tratar de asociarse al optimismo que baja desde Presidencia y el equipo económico mirando el año electoral, los supuestos beneficios para Cambiemos de la polarización contra Cristina, y los pronósticos de una economía que se vaya recuperando o al menos deje de sufrir a partir del segundo trimestre de 2019 con el despegue del campo.

Nadie está muy seguro de nada y prima la cautela, sobre todo con el antecedente de los yerros groseros que se cometieron al pronosticar la economía y los mercados el año pasado, donde el tsunami de la devaluación y el fracaso del modelo gradualista casi se lleva puesto al propio Gobierno antes del salvataje de emergencia que se logró y aún rige con el FMI.

Según relatan los periodistas profesionales con acceso a la información política, el optimismo moderado para el año electoral que domina al Presidente, al jefe de Gabinete y al ministro de Hacienda no es hoy del todo compartido en los líderes territoriales de Cambiemos, radicales o del PRO; tampoco el hecho de que conviene no hablar de economía y jugar la campaña sólo apostando al supuesto espanto que todavía domina al electorado, respecto de un eventual regreso de Cristina Kirchner o lo que la ex presidenta representa en términos de modelo político y económico para el país.

Crecen los consejos al Presidente para que revea esta estrategia. En el planeta que rodea al ministro Dante Sica, entre los funcionarios sub 45 con cargos relevantes tipo Leandro Cuccioli en la AFIP, entre los intendentes que van a caminar la provincia junto a María Eugenia Vidal con Jorge Macri a la cabeza, en los equipos que se juntan a menudo con el movedizo Mario Quintana o el ex ministro Francisco Cabrera. Todos ellos creen que Macri debe proponer una agenda de futuro para el segundo mandato, y salir exclusivamente de la lógica fiscalista (cierta y real , a no dudarlo), de haber zafado del default, cumplir el acuerdo con el Fondo y llegar a las elecciones con la mayor calma financiera posible para asegurar el triunfo de la reelección. En esa lógica, el ajuste es el único camino y no se puede rifar la estabilidad apurando una expansión monetaria para bajar más fuerte las tasas y terminar en una corrida si la desconfianza reaparece por novedades locales o de afuera.

La recuperación de los mercados internacionales en el verano resultó fundamental: permitió empezar a bajar las tasas de las leliq, si bien no está muy garantizado que la inflación vaya a ceder. Los bancos argumentan que por encajes y costos internos pueden ofrecer a los ahorristas en plazo fijo 15 puntos menos de tasa de lo que ellos colocan al Central vía Leliq. Si los bancos bajan de 30% la tasa de los plazo fijos, los depositantes van a tener menos incentivo a quedarse en pesos, con una inflación que difícilmente baje de 30% este año.

Pero el dilema macro para la Argentina reaparece otra vez para Macri en la campaña por su segundo mandato. Qué hacer con el tamaño del estado y los impuestos. El presidente y su responsable de recaudar miran balances y saben hoy que ya las empresas agotaron la rentabilidad. Solo progresan las que aumentan su posición de mercado gracias a que venden a mitad de precio porque evaden. Sencillamente no pueden pagar la carga impositiva que hoy se impone para mantener el gasto estatal. Un monstruo indexado en dólares y creciente, al que además se le agregó otra vez el drama de los intereses de la deuda con que se financió el llamado gradualismo de los primeros dos años.

No sobra nada. Ni en la política ni en la economía. No parece agravarse la caída de la recaudación mirando la actividad mes a mes. Algunos indicios muestran en febrero que lo peor de la caída ya se verificó. Donde sí hay preocupación, casi alarma, es por el derrumbe que podría ocurrir en recaudación del impuesto a las ganancias de las empresas, el saldo que se paga en mayo/junio y que resulta decisivo para el nivel de la recaudación del año. Ese saldo corresponde a los resultados de 2018, en general calamitosos para la mayoría de las compañías. Con el agregado de que este año la mayoría de las empresas aplica por ley el ajuste por inflación en los balances contables. Acaso los van a corregir con balances impositivos sin ajuste por inflación para pagar más? ¿O la mayoría irá con los balances ajustados a ver qué pasa?

¿Cómo hará Macri para convencer a los inversores que en su segundo mandato el plan no será más y más impuestos ante la imposibilidad de bajar el gasto del Estado? Alguien le hablará en la campaña electoral a los desencantados. En el planeta de Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal creen que hay que sumar a los que se fueron heridos. Creen que Carlos Melconián, Alfonso Prat-Gay, Juan José Aranguren o Martin Lousteau serían voceros muy valiosos en la campaña electoral.

Le recomiendan a Macri presentar proyectos de ley. Aunque sea para perder y poder mostrarle a la sociedad quién vota a favor y quien en contra de cada iniciativa. Jorge Macri propone votar la eliminación de la PASO obligatoria. El que quiere hacer interna, que la haga, pero no obligatoria, explica. "Son $ 6000 millones que podrían ir a obra pública", se entusiasma el ministro Frigerio. Suponen que sin PASO habrá menos polarización y Cristina terminaría así con menos poder de fuego en el Parlamento. Las PASO funcionan como primera vuelta, y terminan otorgando votos extra en la elección general. Sería un Parlamento más gobernable sin las PASO, simplifican.

En el planeta del ministro Sica trabajan en la ley pyme 2.0 que incluya una verdadera revolución impositiva para las pyme que quieran trabajar en la legalidad. Bajar directamente a la mitad la carga impositiva de IVA y Ganancias para los que se blanquean. Todo lo contrario al gradualismo del primer mandato.

Se espera que algo de todo esto incorpore el Presidente en su mensaje a la Asamblea Legislativa en marzo. Será una prueba interesante para observar qué se impone en el año electoral. Un Macri encerrado en su círculo íntimo apostando exclusivamente a profundizar la grieta con Cristina, o el Presidente abierto que últimamente aparece recibiendo economistas críticos y prometiendo, de nuevo, que otra vez no cae en la trampa del gradualismo.

En campaña electoral, habitualmente, los políticos suelen prometer a cada uno lo que quiera escuchar. El Presidente se ha caracterizado, como sus antecesores, por abuenarse en las campañas y ser un candidato muy solicito a la hora de salir a juntar votos.

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