Similitudes y diferencias de dos grandes devaluaciones

El abrupto salto del tipo de cambio que implementó el kirchnerismo tiene como antecedente el shock que instrumentó el gobierno de Duhalde durante la crisis de 2002. Expertos y protagonistas del equipo económico de entonces comparan los dos escenarios: las reservas, el nivel de deuda, el desempleo, la capacidad instalada y las tasas de interés, entre las claves.

Dspués de cuatro años aplicando una receta de devaluación por goteo, el Gobierno convalidó un abrupto salto del tipo de cambio que llevó el dólar de $ 6,9 a $ 8 por billete. El ministro de Economía, Axel Kicillof, presentó la nueva relación peso-dólar como el nivel de "convergencia" al que debía llegar la moneda. Sin embargo, la biblioteca de empresarios, sindicalistas, economistas y referentes del sistema financiero está dividida. Por un lado, están quienes confían en que podrán capitalizar la ganancia de competitividad generada por el salto de la moneda. Y, en la vereda de enfrente, se ubican quienes apuestan a que la inflación consumirá el oxígeno conseguido rápidamente.


Históricamente, devaluación e inflación eran dos palabras inseparables en la economía argentina. De la misma forma en que megadevaluación venía asociada, directamente, a hiperinflación. Sin embargo, en el 2002, después de una conflictiva salida de la convertibilidad y una depreciación del 236% en la moneda, se sorteó la suba de precios y se logró una recuperación rápida y constante de la economía. ¿Cuáles son los parecidos y las diferencias del actual proceso con el del 2002? ¿Cuáles son los elementos que tiene a favor el actual escenario para entrar en un círculo virtuoso y cuáles presionan en contra?

Según la mirada de los economistas consultados por 3Días, el contexto de una profunda y extensa recesión que arrastraba 2002, hizo el trabajo sucio hace doce años para evitar un traslado a precios y alentar la recuperación de la economía en base a una durísima política de competitividad basada en salarios bajos. Con un desempleo que, por entonces, superaba el 20%, gremios desdibujados y sin un programa de contención social para desocupados, la presión para que los salarios acompañaran la devaluación y mantuvieran su valor en dólares fue relativamente fácil de sortear.


"La devaluación por si sola no resuelve ningún problema. Para que se traslade poco a precios y genere competitividad es necesario contar con una política fiscal, monetaria y de ingresos acorde", sostiene Jorge Remes Lenicov, ministro de Economía de Eduardo Duhalde en 2002 y uno de los cerebros de aquella cruda devaluación cambiaria.


Además del contexto macro entre el 2001 y el 2014, es diferente el objetivo de las políticas económicas. Para Orlando Ferreres, en los tiempos de la convertibilidad se dilapidaron fondos en pos de sostener el precio del dólar 1 a 1 contra el peso y se sacrificaron todas las reservas posibles. En cambio, en la actualidad, se sacrificó el precio -con la fuerte devaluación de enero- para frenar la caída de reservas.


Un reciente informe de la consultora Econométrica lo describe: "La devaluación que hoy sale a la luz es consecuencia directa de quedarse sin financiamiento para sostener el atraso cambiario. Durante la convertibilidad, el Estado vendió sus empresas y tomó deuda a un ritmo de u$s 9.000 millones anuales para financiar el déficit externo que generaba el 1 a 1. Cuando ya no quedó nada por vender ni deuda por tomar, se terminóabandonando la convertibilidad. Poco más de diez años después, la Argentina se encontró nuevamente financiando el atraso cambiario, ahora con las reservas acumuladas en los años mozos del modelo", dice el estudio.


"Pero tras la pérdida de u$s 13.000 millones de reservas del año pasado, se sacó cuenta que no existe margen para hacer la plancha y vivir por las reservas acumuladas dos años más", concluye el documento que firma el economista Ramiro Castiñeira.

El contexto

En 2002, tras la traumática salida del poder de la Alianza, la exposición a la moneda extranjera era altísima y el sistema financiero estaba en una situación muy frágil, con deuda pública muy alta y un tipo de cambio que estaba marcadamente retrasado. Además, había tanto déficits fiscal como corriente.


En esos términos, el actual contexto que enfrenta el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es de exposición a la deuda baja, la presión por una dolarización no existe y el sistema financiero presenta señales mucho más sólidas.


En términos de descripción, esas son las diferencias en el contexto. Sin embargo, para Remes Lenicov, el problema actual es de estrategia. La devaluación dada de manera gradual requiere tasas de interés muy altas para contener la demanda de dólares y frenar la fuga. "A la competitividad, ganada con el tipo de cambio en $ 8, se la consume la inflación de un trimestre y, de esta forma, la economía vuelve a caer en la necesidad de devaluar", resalta el ex ministro en diálogo con 3Días. "Cuando se da una corrección alta, nadie espera que vuelva a subir el dólar y nadie compra. Si la corrección es baja, la inflación presiona y la demanda de dólares y la pérdida de reservas sigue", aclara el economista, defendiendo su política de shock.


Según Remes Lenicov, el acuerdo político que sustentó las medidas tomadas en 2002 permitió capitalizar la devaluación. "Nosotros aplicamos una política de shock, liberando el tipo de cambio con una política monetaria muy prudente y restricción fiscal para reducir el déficit. El acuerdo político con empresarios y sindicatos para que no se acelerara la suba de sueldos y de precios fue la clave para que llegáramos a fin de ese año con crecimiento, superávit y bajísima inflación", recapitula.


Ese acuerdo político y el contexto de profunda recesión de la economía hicieron el trabajo sucio en 2002. El traslado a precios de la devaluación fue del 17%, el más bajo de una historia económica argentina signada por devaluaciones recurrentes. Es decir, por cada 100% de devaluación, los precios aumentaron un 17%, algo que no se había dado nunca en las anteriores crisis económicas del país.


"En 2002 la inflación estaba contenida porque la economía venía de una deflación y desocupación que habían fijado el piso de demanda en un nivel bajísimo. Los salarios del sector público venían de un ajuste, igual que las jubilaciones. Era una hiper-recesión", descata Orlando Ferreres.


Por aquel entonces, la actividad económica acumulaba una caída, desde 1999 hasta 2001, del 30%, lo que generó el plafond para que aumentara la oferta desde esa base de caída, sin necesidad de que haya un shock de inversión, coinciden los economistas consultados. "Ahora sucede todo lo contrario, la capacidad instalada está cerca del límite y es imposible aumentar la oferta sin una fuerte inversión", agrega el especialista. La demanda por aumento de medios de pago, la capacidad de gastar dinero de la gente, crece a un ritmo del entre un 25% y un 30% anual, mientras que la producción lo hace a una velocidad del 1% o 2% anual, lo que sube la presión inflacionaria.

Círculo vicioso

Para Dante Sica, ex secretario de Industria de la Nación entre 2002 y 2003, otra diferencia importante entre aquel contexto y el actual es que en 2002 se logró rápidamente un superávit que permitió inyectar dinero y estimular la economía, mientras que en el escenario de hoy no hay financiamiento ni caja propia, lo que genera una fuerte presión para ajustar la economía.


"En la actualidad, no hay con que hacer política anticíclica. Si la decisión es expandir el gasto, ahí se alimenta la política inflacionaria que vuelve a generar suba de costos y atraso cambiario, lo cual demanda una nueva corrección por devaluación: es en circulo vicioso", explica el titular de Abeceb.com.


En tanto, para Ferreres, el nivel de convergencia del tipo de cambio es más alto que el 20% de devaluación convalidado en las últimas semanas por el Banco Central de la República Argentina (Bcra). "Para sostener esta tasa de devaluación y no volver a corregirla, será necesaria una tasa de interés en pesos muy alta para convencer a la gente y a las empresas de que se queden con los pesos", dice. Para el economista, si la decisión del Gobierno es manteer el tipo de cambio en torno a los $ 8 por dólar, tendrá que fijar una tasa de interés mucho más alta de la que ha convalidado hasta ahora el organismo que conduce Juan Carlos Fábrega.


El titular del Central subió 1.000 puntos básicos en dos semanas la tasa de interés hasta rozar el 29%, además de haber absorbido en 45 días más del doble de los pesos que sacó en todo el 2013 la gestión de Mercedes Marcó del Pont de la plaza. De esta forma, el actual jefe de los banqueros aplicó un fuerte ajuste, imponiéndose a un intento más light que impulsaba el ministro de Economía Axel Kicillof. Sin embargo, la tasa de hoy aún está muy lejos del nivel que tuvo que alcanzar en el 2002 para convencer a los ahorristas de que se quedaran con los pesos.


Bajo la conducción de Mario Blejer, en 2002, el Banco Central llevó la tasa de interés al 100% en pesos, con el objetivo explícito de lograr que la codicia le ganara a la desconfianza en el bolsillo de los ahorristas, y que la gente, finalmente, aceptara dejar su dinero en el banco y en moneda local. "La contracara de esa estrategia es que puede transformar el actual estancamiento en recesión, por lo que el camino debe ser extremadamente prudente", distingue Ferreres.


Si bien hay un amplio consenso en la teoría económica con respecto a la idea de que la mejora del tipo de cambio real debería provocar una reacción rápida de los sectores vinculados a las commodities, "lo que termina ocurriendo es que nadie liquida exportaciones porque no confían en que este sea el nivel de tipo de cambio de equilibrio, si no que esperan otra devaluación".


El otro problema que hoy enfrenta el kirchnreismo, es que las exportaciones industriales son las más lentas en reaccionar y requieren un proceso de inversión. Y, por estos días, nadie invierte a cuenta de una mejora de competitividad que se la va a consumir la inflación en tres meses, destacan los economistas consultados.

Correcciones

El consenso de las consultoras es que esta devaluación de la moneda irá acompañada de un proceso de caída de la actividad y no de recuperación, por el freno que esperan que traiga a la actividad la suba de tasas y la desaparición del crédito barato que estimule la inversión.


Sólo el Banco Credicoop espera un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) del 3.5% para este año. Por su parte, la consultora Econviews espera un repunte del 1% y el estudio Bein y Asociados prevé una mejora del 0,5%. El resto de los especialistas corrigen hacia un freno o una caída. La más moderada en la corrección fue Ecolatina -fundada por otro de los protagonistas del Gobierno de Duhalde, Roberto Lavagna- que pasó de prever una suba del 1% de la actividad para este año a proyectar un estancamiento. Pero, por ejemplo, desde ACM consideran que habrá una baja del PBI del 0,5% en el 2014. En tanto, Abeceb.com y la Fundación FIEL pasaron, sin escalas, de una proyección de crecimiento del 1% a una de caída del 1% para este año. Mientras, Econométrica también corrigió su cálculo para finalizar estimando una caída del 1,4% del PBI.


En tanto, para Remes Lenicov, el peor error de los últimos años fue utilizar el congelamiento de las tarifas y el dólar como ancla antiinflacionaria. "Fue un error tan grave como el de la tablita aplicada porMartínez de Hoz o la convertibilidad de Domingo Cavallo", dice el ex ministro.


Si se logra cortar la dinámica de apreciación de la moneda a tiempo, será esta vez distinta la historia. Si no, se avecina un escenario tristemente repetido en la economía argentina. z 3D

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